VALÈNCIA. En los últimos años, Culturplaza ha ido publicando una serie de reportajes para hablar del resurgir de una escena que, si bien puede actuar como otras olas de nuevos grupos en otras épocas de la ciudad, está haciendo un esfuerzo progresivo para profesionalizarse y dar un salto cualitativo que supere girar y girar por las misma salas todos los fines de semana. Se trata de una red de grupos y colaboraciones (como la de los colectivos audiovisuales), que han formado estructuras colectivas para poder gestionar su música y poder llevarla más allá de su círculo más cercano. Pero faltaba una pieza en el puzzle, las discográficas. Desde el cierre de Mésdemil, València se quedó huérfana de un sello propio que promocionara y se dedicara a los grupos valencianos. Por su parte, estos han ido buscando catálogos de Madrid o Barcelona, según el género en el que se enmarcaran, en los que encajar.
Todo esto parece estar cambiando por fin: la pieza que falta se va colocando poco a poco de la misma manera que se han ido colocando el resto. En colectivo, de manera horizontal y teniendo en cuenta la escena -su precariedad y su hiperactividad-. En los últimos meses ha habido una explosión de nuevos sellos que buscan cubrir aquello que le falta al DIY valenciano.
El último en sumarse ha sido Cero en Conducta. Lo que empezó siendo una promotora hace tres años, ha ido ampliando horizontes poco a poco. Primero organizando eventos en prácticamente todos los espacios musicales de la ciudad, más tarde a través del booking, y ahora completan el recorrido musical a través de un sello que también gestionará derechos de autor de los grupos. “Era un paso natural tras varios años promocionando música y empezar a expandirnos a Madrid y Barcelona. Nuestra idea es empezar contando con algunos de los artistas a los que llevamos el booking a nuestro sello para abarcar todo el proceso de la creación musical. Abrir el círculo y poder organizar un concierto a la vez que editar”, explica a este diario Nacho Lloret, co-fundador de Cero en Conducta.
La línea editorial del sello será la misma, con los mismos criterios, que la programación: “queremos articular lo joven, lo moderno, lo interesante. Esa es nuestra línea, sin entender de géneros”. Y si bien su raíz es València, “una ciudad con la que siempre tendremos una vinculación especial”, los puentes tendidos con Madrid y Barcelona van a empezar a funcionar a todo tren y el sello editará artistas de ámbito estatal.
El sello distribuirá de manera digital la música de sus artistas y por ahora no hay prevista una edición física: “la manera en la que escuchamos música desde Cero en Conducta es a través de las plataformas digitales, al igual que muchos de los artistas del sello. Además, necesitas de una inversión importante y no está en nuestro radar eso”, argumenta Lloret.
Además, también gestionarán los derechos de autor de su cartera de grupos, toda una novedad para muchos grupos jóvenes que, salidos de sus habitaciones y de la filosofía DIY, no es muy común conocer un tema tan complejo como las sociedad de derechos de autor y su gestión: “se necesita un conocimiento específico sobre la industria musical y por eso se lo ofreceremos nosotros”.
Cero en Conducta, como en sus anteriores etapas, se tira a la piscina. Aprender haciendo es su mantra. El sello empieza a pleno rendimiento y mañana mismo anuncia el primer artista, que sacara dos avances en las próximas semanas. La primera referencia, un EP, saldrá en octubre, y hay previstas otras tantas en noviembre y diciembre.
En un local de València se reúnen un puñado de artistas, cada uno procedente de su habitación. ¿Y qué ocurre cuando se pone en común conocimiento y creación? Pues que no hay marcha atrás. Eso es lo que ha ocurrido con el sello Contra Discos, un colectivo que busca, desde la autogestión, organizarse de manera horizontal para lanzar nueva música.
La idea nació en otoño del año pasado y en diciembre se hizo realidad. A partir de la experiencia de varios miembros de la actual discográfica en otros sellos o de manera autónoma, decidieron ponerlo todo en el centro, compartir conocimientos y empezar un proyecto de manera colectiva para ocupar distintos espacios.
“La manera en la que ha cambiado nuestro método de trabajo, nuestra manera de hacer las cosas ha sido radical. Muchos venimos de hacer música en nuestras habitaciones, del PC Music, y hemos aplicado un bagaje político y el colectivismo como filosofía para permear la manera en la que nos queremos organizar y trabajar”, explica Juan Domingo, miembro del proyecto.
La cartera del sello ya abarca siete grupos, seis de ellos valencianos (como N!k, Padellet, Saló o mafi), y como en el caso de Cero en Conducta, les interesa más el ‘cómo’ que el ‘qué genero’ a la hora de formar la red. “Entendemos la creación como un todo, el arte es eso, por eso no queremos seguir una línea concreta”, justifica Domingo.
A pequeña escala, van a empezar a distribuir también físicamente la música que ya tienen en digital, sobre todo para apoyar su presencia en ferias y otros espacios físicos. Su fórmula para funcionar la tienen clara: “organizarse para compartir todo lo que se tiene”. Si bien ya buscan un espacio mayor del que tienen para seguir creando en común, también están grabando a grupos más allá de València porque, como sello, no quieren quedarse únicamente en la ciudad.
Cero en Conducta y Contra Disco se suman a una lista aún corta pero jovencísima de sellos. El colectivo Ritme, que organizaba eventos en varios pubs de València, también ha creado su propia discográfica. Vlex nació en otoño de 2020 y ya ha tejido varios hits y hasta una colaboración con el mundo de la moda. El colectivo Dominio ha lanzado varias referencias, ocupando un lugar inédito en la escena musical valenciana. El pub Oven lanzó su propio sello a finales de 2018. Este mismo año, también desde otro tamaño, la promotora The Music Republic también amplió su cartera de servicios a través de The Music Republic Records. Primavera d’Hivern y La Fera CC nacen casi a la par para acoger a los grupos huérfanos de aquel Mésdemil y expandir la escena. Ha llegado el momento de las discográficas, la penúltima pieza que faltaba para que la música valenciana hable con voz propia.