Alrededor de 1.200 kilómetros separan València de Santiago, unidas por un Camino que ya era recorrido por los peregrinos durante la Edad Media y que en la actualidad, poco a poco, es recuperado por aquellos que buscan una alternativa a la tradicional ruta
VALÈNCIA.- La emoción de iniciar el Camino de Santiago la puede explicar quien ha vivido la experiencia. Solo así se descubre que no es solo mirar hacia el frente siguiendo las flechas amarillas sino que es un camino repleto de conocimientos, vivencias y emociones que difícilmente se olvidan y en muchos casos se repiten emprendiendo otra senda. Un peregrinar que finaliza en Santiago de Compostela, donde confluyen todas esas vías que desde hace siglos unen Europa con la capital gallega. Y es que, como dijo Goethe, «Europa se hizo peregrinando a Compostela».
Un trayecto hacia Santiago que en València encuentra también su punto de partida, concretamente en la Puerta de los Apóstoles de la Catedral de València, donde está representada la figura del apóstol Santiago. Desde ella parte Alexis Tangalakis, que ha venido ex profeso de Costa de Marfil para realizar el Camino de Levante. Es temprano pero sus ojos brillan de ilusión: «El año pasado realicé el Camino Francés (desde Saint-Jean-Pied-de-Port) y había muchísima gente, especialmente en los últimos tramos, llegando incluso a ser algo agobiante; por eso este año quiero vivir la experiencia de otra forma, más tranquila».
Inicia su andadura casi al alba, mientras la ciudad comienza a despertarse lentamente, ajena a esa tradición peregrina que hay en la Comunitat Valenciana. Cruzando la plaza y dirigiéndose hacia la calle de San Vicente Mártir, Alexis se pierde en el horizonte, siguiendo esas conchas que le marcan el itinerario y que, posiblemente, mucha gente ni se ha dado cuenta de su existencia. Seguramente tampoco sepan que la conexión de València con Santiago se remonta al siglo XIII, pues «el propio Jaume I fue bautizado con este nombre por la devoción de su madre, que puso una vela por cada apóstol para que, la que se apagara más tarde, diera nombre a su hijo. Fue la de Santiago, de ahí que le bautizaran Jaume», comenta Amparo Sánchez, secretaria de la Asociación Amigos del Camino de Santiago de la Comunitat Valenciana.
Un camino que Alexis realiza para volver a sentir lo que vivió en el Camino Francés: «Me cambió la vida, haciéndome ver las cosas importantes y valorando hábitos tan sencillos como una ducha, dormir o comer», comenta sabiendo que por delante le quedan momentos duros y de estar consigo mismo. Concretamente andará 1.200 kilómetros de un itinerario que se dirige por Toro hacia Zamora, donde se une a la Vía de la Plata, y que fue redescubierto por la Asociación Amigos del Camino de Santiago de la Comunitat Valenciana en 1991. Lo hizo a raíz de las investigaciones de Amparo Sánchez y «otros compañeros que se perdieron conmigo trazando la ruta» y cuyo resultado se materializó en 1998 con la primera topoguía El Camino de Levante (de Valencia a Santiago).
Su primer tramo transcurre por la Vía Augusta, que ya en la Edad Media era transitada por los numerosos peregrinos que llegaban a la península por el puerto de València. Así consta en el libro Presencia de peregrinos en el Hospital General de Valencia en el siglo XVI (1543-1601), que también atestigua que en algunos hospitales, como el General de Valencia, existía constancia documental de la estancia de peregrinos que habían llegado al puerto de València para iniciar su ruta a Compostela. «Durante la Edad Media los peregrinos recibían comida y eran despiojados en los hospitales», comenta Amparo recordando que en localidades como Algemesí, Alzira o Xàtiva, los hospitales medievales también acogieron a los peregrinos de aquellos tiempos.
Con toda esa información se recuperó la ruta tradicional y la recogió en un libro que recorre los 1.200 kilómetros desde València hasta Santiago, que discurren por cinco comunidades autónomas. «Aunque el Camino fue redescubierto en 1991, se necesitaron cuatro años más para señalizarlo y que los primeros peregrinos comenzaran a recorrerlo», comenta Ricardo Lequerica. Así, aunque en 1996 salió la primera guía pormenorizando las etapas, no fue hasta julio de 2009 cuando la ruta fue homologada como GR-239 Camino de Levante, lo que contribuyó a su visibilidad. «Con la homologación se le dotó de la protección jurídica necesaria para que se mantenga y sea una alternativa de viaje para aquellos que quieran acercarse paso a paso a nuestras raíces (geografía, historia, cultura, costumbres)», detallan recalcando que ese nombre «no lo pusimos nosotros».
Un pasado desdibujado que es rescatado por quienes cada año deciden realizar el Camino hasta la Catedral de Santiago de Compostela. Algunos cargando una mochila que no debe superar los nueve kilos y otros pedaleando una bici equipada con alforjas. Este fue el caso de Miguel Perles y Paco Alba, que en 2004 decidieron hacer el Camino de Levante. «Después de haber hecho otros Caminos por separado nos hacía mucha ilusión empezar desde casa y juntos, así que sin pensarlo dos veces nos decidimos a hacerlo», comentan casi visualizando aquel día en que ambos con sus bicis, Shanin y Almanzor respectivamente, se embarcaron en una aventura que «hay que hacerla sin organizar nada porque hay que ver a dónde te lleva el camino».
Una alternativa que lejos de lo que se pueda pensar comienza a ganar adeptos pues alrededor de unas cuatrocientas personas realizan el Camino cada año, siendo en su mayoría extranjeros (australianos, americanos, japoneses, canadienses…). Alexis, como la gran mayoría de extranjeros, lo descubrió por internet buscando una ruta menos «masificada». Hecho que corroboran desde la asociación: «Nuestro Camino está como el Francés en los años ochenta, pero cada vez es más solicitado por aquellos que ya han tenido la experiencia en otros Caminos y quieren recuperar la autenticidad». Amparo, a su lado, asiente y relata que cuando ella hizo el Camino Francés, en 1985, apenas había alojamientos, y ahora «es todo un negocio porque los pueblos y ciudades por los que pasa el Camino se han enriquecido mucho —y sentencia—: quien quiera observarlo se dará cuenta de su rentabilidad».
Al que parte desde València todavía le queda mucho por dar ese salto cualitativo que lo ponga realmente en el mapa alternativo hacia Santiago. Le falta por la escasez de albergues para peregrinos que hay en la Comunitat Valenciana, constante crítica por parte de la asociación: «Es nuestra reivindicación desde hace años porque no es posible que en localidades como Xàtiva o València no haya hospedajes para peregrinos o que el primero que haya en la ruta sea el de Algemesí, haciendo a los peregrinos recorrer el primer día treinta y nueve kilómetros».
De hecho, la Asociación Amigos del Camino de Santiago de la Comunitat Valenciana ha intentado sin éxito que el Ayuntamiento de Sollana adecue un edificio para convertirlo en un hospedaje de peregrinos. «En numerosas ocasiones hemos hablado con el Ayuntamiento de la necesidad de un albergue en El Romaní pero no hemos llegado a una entente cordiale con ellos, y eso que la Asociación American Pilgrims on the Camino, dentro de su programa anual de subvenciones para proyectos en los distintos caminos de peregrinación, nos concedió una ayuda de cinco mil dólares para el proyecto», cuentan con tristeza. Un dinero, remarcan, que «tuvimos que devolver».
Concretamente, el primer alojamiento está a una jornada de luz de València. Así lo matiza Julio Blasco, director del Museu Valencià de la Festa de Algemesí, enlazando la travesía con la Edad Media, cuando era habitual recorrer el Camino a pie desde la ciudad y Algemesí contaba con un hospital —se atendía al peregrino—. Una relación que ha permanecido latente en el municipio pues en sus monumentos, calles y símbolos históricos hay iconografía compostelana. De hecho, la basílica está dedicada a San Jaime Apóstol y peregrino y el antiguo escudo de la ciudad representaba al apóstol Santiago caminando sobre la Vía Augusta. «Mucha gente desconoce la relación de Algemesí con el Camino de Santiago pero desde que abrimos el albergue en 2002 la gente está más acostumbrada», comenta Blasco. «Al principio fue todo un reto porque cuando contábamos que teníamos un albergue municipal nadie se lo creía», recuerda.
Desde entonces el hospedaje acoge cada año a más peregrinos, lo que lleva a Julio Blasco a animar a otros consistorios a hacer lo mismo: «Los ayuntamientos deberían ver el potencial turístico y cultural que es el Camino de Levante porque cada vez son más las personas que deciden hacer esta ruta alternativa». Y así es porque emociona ver en el libro de firmas miles de comentarios en distintos idiomas dando las gracias: «Es un albergue muy humilde, con seis camas y todo lo necesario para pasar una noche, pero la gente está muy contenta y los ciudadanos están cada vez más acostumbrados a ver peregrinos e interactuar con ellos».
Y esa hospitalidad y ese intercambio de culturas es lo que más valoran los peregrinos. «Durante el Camino apenas nos encontramos con otros peregrinos y la gente se extrañaba al vernos, pero siempre te encontrabas a alguien que te tendía la mano y te abastecía de agua y comida cuando no teníamos nada», comentan Miguel Perles y Paco Alba. Una humildad que llevó a ambos a realizar el trayecto con un presupuesto de unos sesenta euros para una travesía de cuarenta días.
«Hay algunas quejas porque el Camino no está muy bien señalizado, incluso algunas parejas vienen con caras largas porque han tenido desavenencias de por dónde ir», comenta divertido Julio. Alexis, por WhatsApp, confirma que en algunas partes se perdió y Miguel y Paco se ríen al recordar algunas anécdotas: «En algunos tramos seguíamos nuestra intuición y en otros muchos preguntábamos a la gente que nos miraba con cara de extrañeza al vernos», comentan reconociendo que «más de una vez tuvimos que volver». Eso sí, cuando ellos lo hicieron todavía la ruta no era GR por lo que estaba aún menos señalizada.
La asociación reconoce que desde la pandemia no han podido pintar las flechas amarillas que con el paso del tiempo han perdido el color ni realizar el mantenimiento de las señales —«en algunos sitios nos las han quitado», denuncian— pero lo atribuyen a la falta de recursos: «Hemos pedido a la Diputación una subvención para señalizar el Camino en la zona de la Ribera y L’Horta, pero no hemos recibido más que las gracias». Un punto que aprovechan para criticar las ayudas que reciben otros Caminos, como el Camino del Cid, de la Seda, del Santo del Grial…: «parece que desde la Administración no se le ve el potencial que tiene».
Al respecto, el secretario autonómico de Turisme, Francesc Colomer, comenta que «el Camino de Santiago no tiene el core valenciano que pueden tener otros (el Camino de la Seda, de Los Borgia, del Grial…) pero ello no quita que se pueda trabajar para intentar promocionarlo desde las distintas administraciones». De hecho, pone de ejemplo la recuperación de la muralla y la Casa Reial de Jaume I gracias a que fueron incluidas en el Plan Turístico Nacional Xacobeo 2021-2022, un proyecto para impulsar los Caminos de Santiago como producto cultural y patrimonial: «Esta actuación fue un paso interesante hacia esa promoción del Camino de Santiago de Levante».
Una promoción que, de momento, se hace por sí sola a través de todas esas personas que relatan su experiencia. También de aquellos que deciden volver a esos lugares por los que transcurre la ruta con su familia para recordar aquellos días. «El turismo se reconvierte porque esos peregrinos luego regresan con su familia para disfrutar con ellos del trato, el paisaje y la cultura… y eso aporta riqueza a los pueblos y ciudades», comenta Amparo. No solo eso, desde la asociación recalcan que muchas personas deciden repetir esa experiencia porque «es en el camino donde su espíritu mejor se ha sentido. Es la soledad, es la paz, atravesar toda España y asimilar todo lo que tiene que ofrecerte siguiendo el recorrido del sol». Una travesía que finaliza en Santiago pero en la que lo importante es disfrutar de las vivencias y enseñanzas del camino.
* Este artículo se publicó íntegramente en el número 94 (agosto 2022) de la revista Plaza
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