La distopía y thriller político de la televisión nórdica sobre una ficticia ocupación soviética cuestiona la postura pacífica de su pueblo frente a su patriotismo
VALENCIA. Imaginen un futuro cercano en el que Noruega es invadida por su vecina Rusia, y que su gobierno asume la situación de forma pacífica. Estados Unidos había abandonado hace tiempo la OTAN, y en Noruega acaba de ganar las elecciones el partido verde tras varios desastres medioambientales. El nuevo gobierno anuncia el cierre de las explotaciones de petróleo y de gas, y la sustitución por otro mineral limpio llamado thorite como fuente principal de energía. En consecuencia, la Unión Europea presiona a Noruega para que no interrumpa la explotación de combustible fósil. Ante su negativa, los rusos, por encargo de la Unión Europea, invaden el país, incautan los yacimientos de gas y petróleo, y obligan al Primer Ministro verde a cambiar su decisión.
Esta conflictiva distopía es el potente arranque de la serie Okkupert, el thriller político producido por la televisión pública noruega el año pasado. Okkupert (también llamada Occupied) es la serie más cara de la cadena noruega hasta la fecha. Un presupuesto de altos vueltos que se justifica por las escenas de acción presentes en algunos capítulos que, junto a su seductora cabecera, le dan un aspecto Hollywoodiense.
Según su creador, el escritor de novela negra Jo Lesbø, Okkupert trata de responder a la pregunta de si la población noruega toleraría semejante sumisión de forma pacífica. Su director, el cineasta Erik SKjoldbjærg (Insomnia, Prozac Nation), preavisa que la historia no debe ser vista como una declaración política sino como una reflexión sobre el hecho de que los noruegos probablemente sí que aceptarían fácilmente la intervención extranjera directa en los asuntos del país, siempre y cuando se mantuvieran las garantías sociales. La pregunta que se cuestiona es, por tanto, si priorizarían la idea de evitar bajas civiles hasta llegar al extremo de la colaboración activa, por encima de su patriotismo.
Desde nuestra perspectiva como país miembro de la Unión Europea, en el argumento de la serie nos encontramos con un suculento conflicto de intereses: una Unión Europea con un rol dominante, empeñada en dirigir un país indirectamente en vista de que las decisiones del partido que gobierna no le gustan. ¿Qué haríamos nosotros en tal caso? ¿Dejaríamos que Angela Merkel tomase las decisiones por nosotros si le dijéramos que no a su siguiente plan de recortes? El concepto de soberanía dentro del marco europeo se convierte de esta forma en uno de los temas subyacentes que, como en cualquier distopía, se pone en entredicho.
En el caso de Noruega, que aunque no es miembro de la UE, sí está vinculada a la UE mediante el Espacio Económico Europeo, la ocupación cobra doble sentido al estar representada además por sus vecinos rusos, la mano ejecutora de la invasión, con los que tiene diversas rivalidades.
Precisamente Rusia, la real, fuera de la ficción manifestó su indignación por la serie, hartos de tener el rol de villanos en multitud de ficciones. En su protesta oficial la diplomacia rusa le recordaba al gobierno noruego su participación en la liberación del norte de Noruega durante la Segunda Guerra Mundial, como ejemplo precisamente contrario.
El sentimiento de recelo entre los noruegos y los rusos es inevitable, sobre todo desde la intervención de Rusia en el conflicto de Crimea con Ucrania, que ha despertado una ideología anti-rusa entre la sociedades de los países bálticos y algunos de centro Europa. Noruega, además, es rival de su vecina Rusia por el dominio del Ártico. Sin embargo, la hostilidad entre ambos países no es óbice para mostrarnos a los personajes rusos de forma estereotipada y maniquea, tal y como se nos dibujan en la serie.
Porque Okkupert no es una serie redonda. La distopía muestra algunas lagunas que no terminan de entenderse, como por ejemplo que la actitud sumisa de su Primer Ministro no provoque una crisis interna en el país, ni exista presión alguna de ningún partido de la oposición ni de la prensa más crítica, independientemente de que goce de mayoría absoluta. Tampoco el rey de Noruega aparece por ninguna parte, cuando después sí aparece a final de temporada, durante la ronda de consultas para crear un nuevo gobierno, de la misma forma que lo estamos viviendo estas semanas en España. Debe ser que cuando los rusos ocuparon Noruega, al monarca le pilló esquiando y ya no volvió hasta el capítulo 8, también puede ser.
En cuanto a la prensa, solo un periodista representa al cuarto poder, en contraposición con el resto de medios que, según cuentan pero no se ve, son igual de pasivos que su gobernante. Para más inri el pequeño héroe del periódico recibe la oposición de su superior, que considera una irresponsabilidad poner en entredicho las decisiones gubernamentales, como si estuviéramos en un régimen totalitario y no en una democracia.
DEBE SER QUE CUANDO LOS RUSOS OCUPARON NORUEGA, AL MONARCA LE PILLÓ ESQUIANDO Y YA NO VOLVIÓ HASTA EL CAPÍTULO 8
Esta falta de juego en el tablero político interno nos obliga a recordar el genial trabajo en la serie danesa Borgen, donde sí se nos representaba con buen tino los tira y aflojas entre diferentes partidos junto al trabajo de agitación de la prensa. Antagonistas que dificultaban el trabajo de gobierno de su Primer Ministro de una forma más parecida a la realidad en cualquier democracia. En Okkupert, el Gobierno está dirigido por un solo hombre, y sus únicos rivales peligrosos son los rusos, quienes le dan las órdenes, siempre maliciosas, y éste obedece a rajatabla, además de los representantes de la Unión Europea, quienes también le manejan de forma sibilina.
La falta de oposición interna, el inexplicable papel del monarca noruego, y el débil papel del cuarto poder son algunos agujeros que inevitablemente hacen cojear la credibilidad de la distopía. Hay más cosas inverosímiles, como por ejemplo el personaje del guardaespaldas del Primer Ministro en la serie, uno de los tres protagonistas y que es casi un súper héroe, capaz de perseguir un helicóptero con su coche… ¡y alcanzarlo!
Por otro lado, a lo largo de la temporada se desarrolla una progresiva evolución de un núcleo de la resistencia llamada “Noruega Libre”, que arranca siendo considerada terrorismo, y que a medida que la ocupación se hace más insoportable, va mostrando su otra función dentro la historia: el de la representación de los valores patrióticos ante un país invadido.
Una emisión que tiene muchísimas similitudes con Okkupert, incluyendo la reacción de los rusos fuera de la pantalla. Según contaban los medios de aquella época, la URSS, desde que se enteró del proyecto, presionó a la corresponsalía de la ABC en Moscú para que la serie no saliera adelante. Sin embargo, las protestas consiguieron el efecto contrario: se convirtió en una cuestión de honor realizar la producción. Su emisión en los Estados Unidos, aún así, tampoco gustó a la crítica ni al público, porque se trata de una distopía que, como Okkupert, no alcanza a ser una obra maestra.