VALÈNCIA. Puro espectáculo, lo de ayer en Les Arts. El joven polaco rompedor Jakub Józef Orliński, a sus 32 añitos, bate récords de audiencia allí donde va, porque es un grandísimo cantante, arte que domina desde la naturalidad más insultante, y que es capaz de simultanear con otras prácticas artísticas como el teatro y la danza, llevadas a cabo también con una calidad propias de un número uno.
Puro show. Puro espectáculo de variedades, y auténticamente rompedor, porque presenta el montaje al hilo de arias y piezas barrocas del XVII, cuando es este, estilo traído hasta ahora en presentación de halo de seriedad y formalidad. El efecto halo al respecto del barroco, Orliński lo rompe sin miramientos, y se lo pasa por el arco de sus piruetas volantineras. Hace un breakbarroco descarado, con el que atrae al público, que subyugado, además, es atrapado sin contemplaciones por su permanente mirada provocadora y felina.
¿Se puede acercar el barroco al público mientras se baila? ¿Y mientras se ríe? ¿Y mientras el artista se contornea? ¿Y mientras se pasea con una linterna -led, por supuesto-, por toda la sala? ¿Y mientras te quitas los zapatos y los calcetines? ¿Y mientras te tumbas en las tablas o te levantas para disfrazarte de abuelita?…y ¿envolviendo el espectáculo, -en definitiva-, en un ambiente moderno de franca simpatía?
Pues sí, pero con dos condiciones: que se respete la música y que se haga con calidad. Y eso es precisamente lo que el polaco hace, acompañado del especialista y brillante conjunto instrumental Il Pomo d’Oro. Ambos basan su trabajo en la calidad y en el respeto a la música barroca, para hacer sentir al público, en la práctica del más alto grado de pureza en la interpretación histórica del estilo.
Pero no solo eso. No solo estamos ante un espectáculo serio por la sublime altura en el nivel interpretativo. Orliński, sin duda, viene a proponer el rescate del mundo barroco, tal y como fue en sus orígenes. Y no solo por el trabajo de su asesor Yanis François trayendo piezas inéditas, sino por lo que supone un ejercicio de liberación del estilo barroco de ciertos corsés demasiado moldeados y asentados quizá. Seguro que en el siglo XVII, los espectadores salían, como ayer, alterados y sonriendo del teatro.
El espectáculo presentado trata de hilar con transiciones más o menos improvisadas, una serie de obras sin solución de continuidad, de manera que el protagonista no abandona el escenario en ningún momento, y va atendiendo con sus mimos, sus gestos, sus bailes, su voz, sus mudas, sus posturas, sus paseos, sus acrobáticos saltos, y su desafiante mirada, -siempre su mirada-, las 13 piezas de concatenada música en relación de causa y efecto que Il Pomo d’Oro desgrana con enorme profesionalidad.
Pero nada rompe el ambiente barroco. Ni siquiera toda la parafernalia descrita. Porque nada, si está hecho con gusto, es capaz de frenar la excelencia de la música barroca que traen Jakub Józef Orliński, y sus acompañantes. El polaco es ante todo un magnífico cantante, y una realidad de excepción por las enormes cualidades de su dulce voz, capaz de deleitar con una música elegante y sofisticada. Su emisión es natural y limpia, y la homogeneidad del color con independencia del registro, está solo a la altura de sus recursos para las agilidades. Nadie sabe cuándo respira, pero debe hacerlo…
El que sí suspiró fue el público, al escuchar el recorrido por el amor y el desamor traído de puro barroco, y cantando por Orliński como los ángeles. Interpretó el aria de Oton de la ópera L’in coronazione di Poppea, ‘E pur io torno qui’ con una carga expresiva soberbia. Siguió con Monteverdi, -aquí en madrigal-, entonando ‘Voglio di vita uscir’, demostrando que la homogeneidad es carta decisiva. Tumbado sobre el escenario cantó ‘Amarilli, mia bella’ de Caccini, sacando a pasear sus largas frases piano, de gusto irreprochable.
Su voz más purpúrea se la dedicó a Frescobaldi, y a su ‘Così mi disprezzate’. Y su canto de emisión eficaz y natural, su gusto por las frases ligadas, y su acierto en el juego de las dinámicas, explotaron en su ‘L’amante consolato’ de Barbara Strozzi, donde deleitó con sus crescendos bien construidos, al igual que con Cavalli, con el aria ‘Incomprensibil nume’ de su ópera Pompeo Magno, en fino ejercicio de arte sublime.
Y su voz dorada continuó con algunos fragmentos de la ópera de Netti, La filli, destacando su personalidad para la más pulcra y rítmica implicación en la declamación. Y también con Netti, fue sorprendente la vis cómica, -casi gamberra-, del polaco en sus arias de la mujer vieja, de la ópera L’Adamiro. También soberbio fue el singular diálogo de la guitarra barroca de Miguel Rincón que se produjo con el contratenor, entre improvisaciones, bailes, guiños al jazz, y buen sentido del humor en ‘La certezza di tua fede’, de la ópera Antonino e Pompeiano de Sartorio.
El recital, que había sido construido con cuatro momentos orquestales de Marini, Kerll, Pallavicino, y el polaco Jarzebski, -momentos para el desahogo en poses, paseillos, movimientos, y gestos de Orliński-, terminó con la voz sensible y elegante de frases largas del contratenor en ‘Lungi dai nostri cor’ de Moratelli.
Bullía ayer el Palau de Les Arts. ‘Maravilloso’, decía Ramón Almazán. La conexión total del público con el escenario era un hecho. La luz de la paseada linterna, -por supuesto de led-, había hecho su trabajo. El virtuoso Orlinski sonreía. El público quería más. Y él también.
Entraba y salía desde el telón correteando al trote, como un artista circense. Vítores, chillidos de emoción y muchos aplausos. Cual estrella del rock, gritó: ¡¡‘Hola, ¿qué tal?...¿Cómo estáis?’!!. Y no es que fuera a arrancar con un teclado electrónico, no. Iba a seguir con el barroco. Esa es la cosa. Hasta cinco piezas fuera de programa interpretó. Más improvisación, más recursos canoros y expresivos, más sentido del humor, más saltos espectaculares, más bailes rítmicos, más ánimo, y sobre todo más canto del bueno, y más barroco, que es lo suyo.
Con ese canto serio y su simpatía, volvió a conectar y a contagiar. Su estilo seductor y rompedor, transmite en ejercicio de combinación sorprendente lo clásico con expresión actual. Orliński puede cantar mientras da volteretas o baila breakdance. Es puro nervio moderno, pero se aferra a la esencia del arte. Por eso gana.
Jacob Józef Orliński, es un showman de grandes recursos expresivos. Un artista completo que emociona. Alguien sabio, que trasmite y que conecta. Con las redes sociales; y sobre el escenario con la linterna que ilumina en led su mirada, y sobre todo con la extrema calidad de su canto. Él va más allá. Y nos quiere llevar con él. Con el barroco, de momento, -en operación de rescate-, ha creado un espectáculo break de calidad. Pero esto es solo el principio. Orliński es un máquina. Y volverá, más allá, al rescate de lo de siempre, para hacerlo gigante, y para hacerlo actual.
FICHA TÉCNICA
Palau de Les Arts Reina Sofía. 29/10/2023
Recital barroco
Obras de Monteverdi, Marini, Caccini, Frescobaldi, Kerll, Strozzi,
Cavalli, Pallavicino, Netti, Sartorio, Jarzebski, Moratelli
Contratenor, Jakub Józef Orliński
Orquesta, Il Pomo d’Oro
El Auditori y el Teatre Martín i Soler acogen la tercera edición de este ciclo del 24 de enero al 9 de febrero de 2025
El programa incluye el exigente ‘Concierto para piano’ de Ravel y su imprescindible ‘La Valse’ junto con el poema sinfónico ‘Le Chasseur maudit’ de Franck