Nature Photonics publicaba a finales de 2016 la investigación de un chip pionero en la fotónica de microondas a cargo del equipo del profesor José Capmany, del Instituto de Telecomunicaciones de la UPV. Con un interior que alberga todo un laboratorio con láser, modulador, filtros y detectores, avances como este chip destinado a comunicaciones móviles y sistemas de vigilancia, hacen que un Silicon Valley español parezca posible. ¿O no?
VALÈNCIA.- «La fibra óptica nunca llegará a las casas». Era lo que se decía en Estados Unidos cuando el ingeniero de telecomunicación José Capmany (Madrid, 1962), hoy catedrático de Fotónica y Comunicaciones, empezaba a preparar su tesis doctoral. Ahora, sin embargo, las comunicaciones móviles y espaciales, las transmisiones televisivas vía satélite, los radares de alto alcance o las redes domésticas de banda ancha no podrían existir sin la fotónica de microondas, un campo en el que Valencia tiene mucho que decir.
Al echar el cierre 2016, cuando muchos se preguntan qué será lo próximo después del smartphone y por qué no llega el teléfono con cuerpo a base de módulos cambiables y que promete durar toda la vida, Capmany, madrileño de nacimiento y de origen valenciano, ha culminado su etapa de tres lustros al frente del Instituto de Telecomunicaciones y Aplicaciones Multimedia (iTEAM), en el ecosistema acristalado de la Ciudad Politécnica de la Innovación.
Con 150 investigadores y una facturación que roza los diez millones de euros anuales, este centro se sitúa a la cabeza de los institutos de investigación de la Universidad Politécnica de Valencia. Sus avances en chips ópticos programables, con frecuencia reseñados entre las páginas de Nature Photonics, consolidan al iTEAM en la élite mundial de la fotónica de microondas y la óptica integrada. Empresas como Intel, Vodafone, Motorola, Telefónica y Thales, así como el Consorcio Espacial Valenciano y la Agencia Espacial Europea, han confiado en sus labores en las comunicaciones ópticas.
El mérito, confiesa el Premio Jaime I de Nuevas Tecnologías de 2012, único miembro español del Institute of Electrical and Electronics Engineers (IEEE) y galardonado por la Academia China de las Ciencias, reside en apostar por una plantilla joven y cualificada y en transferir en forma de empresas de base tecnológica. Un dinamismo, reconoce Capmany, que aunque lejos de ser el Silicon Valley español, ayudará a abonar el terreno de la innovación con sello valenciano.
— 2016 ha cerrado con decepciones tecnológicas, tales como que los móviles modulares no hayan terminado de cuajar. ¿El smartphone ha tocado techo?
— Ya me gustaría que cualquier otro desarrollo tecnológico fuera tan decepcionante como un smartphone [ríe]. Llevo treinta años trabajando en TICS y nadie acierta. Siempre hemos estado sobrevenidos por los acontecimientos. Es muy complicado. La tecnología, muchas veces, tiene que ir por delante. No es imposible que salga algo diferente, pero no sé si los smartphones han tocado techo como producto. Todavía quedan algunas sorpresas, como los biointerfaces, dispositivos que toman muestras de sudor o sangre. Una ley que nunca falla es que cada innovación que surge siempre necesita más ancho de banda. En tecnología de infraestructuras, siempre hay que estar muy al pie del cañón para que sirvan dentro de cinco o quince años.
— Con ese objetivo ha nacido el chip pionero del iTEAM, el primero del mundo que es electrónico por fuera y óptico por dentro.
— Por fuera, parece electrónico como los otros, pero por dentro transporta las señales mediante luz, no con electrones, permitiendo las condiciones para que el ancho de banda o la capacidad de las señales a procesar sean mucho mayores. Si mantenemos los chips electrónicos, necesitaríamos réplicas para distintas bandas de frecuencia. Esto es muy importante en las comunicaciones móviles, especialmente en las 5G. Con la luz se crea una tecnología flexible para cualquier tipo de banda sin necesidad de replicar el circuito.
— Pero todavía no lo veremos en el mercado.
— Lo ideal es probarlo cuando se desarrolle el 5G a partir de 2020. Se necesita miniaturizar los equipos de las actuales estaciones base, que son muy grandes, y todo lo que ayude a reducir el tamaño de los equipos asociados será mejor. Además, trabajar en bandas de frecuencia más altas permite utilizar antenas más pequeñas y de menor potencia. Pero todavía hace falta evolucionarlo, porque se trata de una primera versión. En la universidad, nuestro nivel tecnológico llega hasta el prototipo de laboratorio, que se cataloga en el nivel 3 de los Technology Readiness Level (TRL). Una empresa tiene que evolucionar, licenciar y comercializar el producto. Nuestra idea es que lo hagan las empresas de base tecnológica del iTEAM como VLC Photonics o Ephoox Ingeniería, dirigida para sistemas de 5G.
— Parte de la realización del chip se encuadra en el proyecto europeo Paradigm, que les permite acceder a foundries o plantas europeas de fabricación de semiconductores, porque en España no hay ninguna.
— El ecosistema de fabricación es el mismo que en Estados Unidos. Las plantas son muy caras y sería una estrategia equivocada que cada país tuviese un centro de referencia, porque a la tecnología óptica integrada le falta cierto recorrido, como le pasaba a la tecnología electrónica integrada de los 70. Todavía hay que estandarizar procesos y encontrar el mejor material. Las dos o tres foundries en Europa garantizan el acceso de diversos usuarios a través de programas low cost como los Multi-Project Wafer (MPW). El proceso de fabricación consiste en producir obleas, y en lugar de contratar una entera, de cerca de un millón de euros, se puede ‘parcelar’ con distintos cachitos, como si fuera un edificio de apartamentos, para ser más económico. Paradigm proporciona acceso al material de fosfuro de indio, un semiconductor que es una de las plataformas materiales de tecnología que más se emplean hoy junto con el silicio. Cada uno con sus pros y contras.
«No se entiende que la gente se preocupe por el móvil o el ‘wifi’ pero no tenga problema con achicharrarse en la playa»
— Muchos aventuraban el fin del silicio, pero la revolución del grafeno todavía no ha llegado a nuestras casas. ¿Nos han vendido humo?
— En el campo de la óptica el debate no está cerrado. El grafeno tiene unas propiedades muy interesantes, es el primero de una familia de materiales de dos dimensiones, prácticamente no tiene volumen, es una capa. La teoría dice que permite actuar sobre los chips, cambiando sus configuraciones con energía muy rápida y con un consumo de potencia mucho más bajo. Pero, cuando se trabaja a escalas microscópicas, en la práctica aparecen efectos no esperados de la vida diaria como que las superficies tengan un cierto rozamiento o no se adhieran bien. Como en otras disciplinas, la parte práctica cuesta mucho tiempo y se produce una sensación de que nos han vendido humo, pero no es así. La teoría ha avanzado tanto que ya no se puede hacer mucho más hasta que haya resultados experimentales y esa parte va más lenta porque, entre otras cosas, las inversiones son más costosas.
— ¿Por qué España sigue siendo consumidora pero no desarrolladora de tecnología?
— No somos muy buenos desarrolladores de ninguna tecnología ni somos buenos transfiriendo. No ha habido cultura y la industria es más compradora de tecnología, además de que ha utilizado muy poco la desarrollada en nuestras universidades e institutos de investigación. Aunque es el euro invertido más rentable en el que se pueda pensar, no se ha incentivado de forma correcta el I+D+i. Muchas veces nos piden ser prestadores de servicios, cuando nuestra función no debe quitar trabajo a las empresas de consultoría. Las dos salidas son transferir fuera de España o, la más atractiva, capitalizar el conocimiento para crear empresas de base tecnológica en la universidad. La UPV ahora es el buque insignia del sistema universitario español en este ámbito. En el instituto hay cuatro empresas, y tres de ellas son de nuestro grupo, como VLC Photonics, con cincos años, copartícipe en el chip y líder en Europa de tecnología punta basada en el conocimiento puntero desarrollado aquí, dando empleo cualificado a ingenieros formados aquí, y se crea un caldo de cultivo para un futuro parque empresarial.
— Usted es partidario del modelo de fundaciones como en Cataluña o el País Vasco.
— La Comunitat Valenciana ha tenido reputación de emprendedora, pero me sorprende que ningún gobierno valenciano apueste por una iniciativa como en Cataluña y en el País Vasco con el ICREA o el Ikerbasque, fundaciones público-privadas para atraer inversiones, un modelo que lleva diez años con resultados espectaculares. No se trata de montar con grandes anuncios un Silicon Valley mediterráneo, con eso se ha vendido mucho humo. En vez de inaugurar un parque con edificios vacíos, se necesita una universidad que empuje y una administración que tenga muy claro que debe ayudar. La educación y la investigación deben quedar fuera de los partidos políticos. No podemos poner el contador a cero con cada nuevo director general o conseller que viene con ideas no contrastadas de cuatro o cinco asesores. Se necesita una buena estrategia, con personas formadas, con acuerdos que firmen todos como un esfuerzo colectivo que beneficiará a todos.
— Formó parte de la comisión de expertos del exministro Wert para diagnosticar los problemas de la universidad. ¿Cómo valora aquella experiencia?
«En España no somos muy buenos desarrolladores de ninguna tecnología ni lo somos transfiriendo»
— Fue una ventana de oportunidad para diagnosticar lo que debía mejorarse. Se hizo un informe muy honesto, pero fue como ponerle el cascabel al gato. En la génesis de la comisión, una de las mayores críticas era que estaba motivada por no haber ninguna universidad entre las cien primeras del ranking mundial. Y sobre todo, había dos pilares a tratar: la gobernanza universitaria y la financiación. Poner el dedo en la llaga en un colectivo tan grande como el universitario genera muchas críticas. Pero mucha gente que criticaba en público el informe, en privado nos decía lo contrario, personas con posiciones ejecutivas en las universidades. Ha servido, como pasa con otros informes en España, para llenar un cajón vacío, pero a diferencia de otros, tiene vigencia y podría aplicarse hoy al 100% para modernizar la universidad. Toda reforma que afecte al ‘café para todos’ se encuentra con mucha resistencia en nuestro país, y ésa es una estrategia muy equivocada en un mundo interconectado y global.
— Si vamos al terreno de las fobias y conspiraciones, ¿qué les diría a quienes se alarman por la hipersensibilidad o los efectos en la salud de las ondas electromagnéticas?
— Estamos bombardeados de ondas electromagnéticas desde que nacemos; los rayos ultravioleta son electromagnéticos. Y sin embargo, la gente se preocupa por el móvil o el wifi pero no tiene problemas con achicharrarse en la playa. Son 25 años que llevan los móviles danzando, y no hay ningún estudio ni evidencia científica de que la banda baja de la radiofrecuencia tenga efectos especialmente nocivos para la salud. Habría que analizar su impacto en la población humana, y de haberlo, tal vez, la tasa de casos sea muy inferior a la de los accidentes de tráfico. Tampoco estoy muy seguro de lo que dicen sobre los efectos por sobreexcitación de ver mucho tiempo una pantalla. No hay pruebas científicas de que eso sea así, pero se traduce en una opinión, y eso vale lo que vale. De momento no vemos que impacte sobre la esperanza de vida. Hay que ser muy serio, lo demás es especulación o pseudociencia.
* Este artículo se publico originalmente en el número 28 de la revista Plaza