¿Qué harías si un día tu país pasa de la paz a la guerra? ¿Qué harías si empiezan a matar miembros de tu familia?
VALENCIA. ¿Qué harías si la vida de tus hijos empezara a peligrar? Yo mataría. Eso sí, antes de matar intentaría huir y poner a salvo la vida de mi familia y la mía. Creo que la gran mayoría, haríamos lo mismo, independiente de nuestro país de origen, religión, edad, estatus, etc. Eso no importa cuando estamos en situaciones extremas. Cuando hablamos de vivir y cuando empieza a desarrollarse, de manera consciente o inconsciente, ese instinto de supervivencia que aparece en situaciones extremas.
Y extrema es la situación que viven los refugiados. Parece que a veces se nos olvida. Los refugiados no tienen opción. No están decidiendo abandonar su país, están teniendo que hacerlo porque no tienen alternativa, porque sus vidas corren peligro y porque el ser humano también tiene límites y hay un momento en el que no soporta más dolor. Así de sencillo.
Me atrevo a hacer esta reflexión y a meterme en este terreno porque me da la sensación de que a veces se nos olvidan las realidades e historias humanas que hay detrás de las cifras y los números manejados en despachos y para tomar decisiones políticas en términos económicos. Una vergüenza. Indiscutiblemente, las decisiones políticas no deben tomarse con implicaciones emocionales y se suelen tomar con cierta distancia y frialdad según estrategias determinadas y números. Pero, incluso ahí, también hay límites. Y creo que esto está llegando a su límite.
La perspectiva evidentemente es diferente cuando hablamos de un país receptor o emisor de de refugiados. Y no pretendo que la visión sea la misma, pero la frialdad con la que se habla de los refugiados es tremenda y muy dolorosa. Roza la ridiculez, la vergüenza, la falta de respeto, la miseria humana, la dejadez y todos los calificativos supremos que os vengan a la cabeza. Muchos de quienes toman estas decisiones debería haber tenido contacto con la pobreza, la inseguridad y la necesidad extrema antes de hacer cualquier movimiento. Porque tomar decisiones con este calado humano desde un despacho, no sé yo si es la mejor decisión. Seguimos sin ponernos en la piel de los otros. Aunque afortunadamente hay de todo, y sin salir de Valencia.
Para compensar las desacertadas declaraciones del cardenal Cañizares en su día sobre los refugiados y sus disculpas, que a mí no me sirven, están las acciones del nuevo equipo de gobierno valenciano sobre los refugiados. Este nuevo gobierno tiene una línea de actuación más humana y sensible respecto a las decisiones que a escala europea se están tomando sobre los refugiados, personas que están viviendo una situación desesperada y no pueden elegir, están sobreviviendo como pueden. Decisiones que evidentemente se han de tomar respecto a la realidad socioeconómica valenciana. Pero sin ahondar demasiado, me atrevo a asegurar que Valencia tiene capacidad más que suficiente para acoger a refugiados. Por eso de primeras me gusta la actitud del gobierno valenciano.
Pero está intención choca con la realidad. A día de hoy, siguen muriendo refugiados y aquí sigue sin llegar ninguno y se siguen barajando cifras ridículas… ¿de los miles de refugiados, España acoge 50? ¿De las miles de vidas humanas que se están destrozando, España habla de 50 vidas? Entonces yo me pregunto: ¿Para acoger 50 refugiados ha tenido que pasar tanto tiempo? Llamadme malpensada, pero empiezo a dudar de la intención real de acoger o del discurso vacío político para dar una imagen no real. No sé a vosotros, pero a mí se me cae la cara de vergüenza.
Seguro que en este momento, muchos se llenan de razones, argumentos, lógicas e ilógicas para justificar esta tardanza y estar de brazos cruzados esperando. Razonamientos que nos convencerían que hay que seguir unas pautas determinadas. Unos argumentos que desde nuestras casas y desde nuestro sistema tienen todo el sentido posible. Pero estamos hablando de una situación de emergencia, de vidas y de muertes, y de ancianos, de niños, de hombres y mujeres que están sufriendo, ya que aunque esto se dilate en el tiempo, el sufrimiento es el mismo. Además, los tiempos los marcamos nosotros, que no se nos olvide. Una vez más la burocracia administrativa, legal y política se encarga de paralizar acciones humanitarias reales y factibles. Aquí está fallando algo.
Eso sí. Además de la acogida de los refugiados, luego está la integración. Habrá que ver cómo se gestionan estas políticas y cómo se llevan a cabo las políticas y medidas de integración para que los refugiados se integren en la sociedad valenciana y no se convierta en un problema. Una buena gestión, no sólo una buena intención, ha de estar llevada por profesionales. Una gestión que debe pasar por una acogida e inclusión sin olvidar la sensibilización. Concienciar a la ciudadanía es uno de los primeros pases en los que se ha de trabajar y en cambiar la visión que se tiene de los refugiados, porque los refugiados son personas que van a tener que convivir con quienes ya viven en Valencia y para ello hemos de huir del concepto de refugiados como problema y empezar a trabajar la idea de responsabilidad social.
Los refugiados no son un problema. El problema es la guerra y los motivos que les han obligado a escapar en esas condiciones inhumanas de su país. El problema es este sistema en el que vivimos. El problema son las políticas e intereses económicos que nos abocan a estas situaciones, las políticas deshumanizadas y la no responsabilidad de los medios de comunicación a la hora de trabajar y comunicar estos temas.
¿Dónde ha quedado la imagen del niño muerto al borde del mar que “tanto “dolor” parece que provocó? ¿Se quedó en las redes sociales? ¿Ya se nos ha olvidado? ¿Ya no nos duele? ¿O es que ya no lo vemos? Pues, señoras y señores, sigue pasando. No nos equivoquemos. Ahí está el problema. Ahí lo dejo.
En este mundo pleno de desvaríos es encomiable ver como una organización internacional cumple ya siete décadas de servicios a la Paz y a la Libertad en Europa y en todo el Atlántico Norte