ALICANTE. Creo que las personas debemos de mirar siempre hacia adelante. A pesar de que la moda se inspira en el pasado –y a veces en el futuro, pero todos sabemos eso de que es cíclica– yo trato de ser la persona que más mira hacia el futuro de este planeta. No me interesa nada ser un montón de basura nostálgica como he sido en algunos momentos. La nostalgia tan solo es el recuerdo de aquello que fue y seguramente nunca vaya a volver. Las Sesenta memorias perdidas de las que hablaba Love of Lesbian y casi siempre están relacionadas con el amor o la amistad –que en términos generales viene a ser lo mismo porque un amor es una amistad con momentos eróticos como dijo Antonio Gala–. Milena Busquets lo define a la perfección: no podemos pretender encasillar el amor en una fecha en la agenda. De seis a siete. Es imposible. El amor nos va a hacer estallar la agenda por los aires y, cuando creamos que está ya en su sitio, reventarla.
Por eso me gusta el trabajo de Manuel García Madrid para su firma homónima. Porque es esa relación perfecta entre pasado y futuro de la sastrería. Como el amor y la amistad. Sabe hacer de un traje sastre un objeto de deseo que se eleva al nuevo lujo y que es aspiracional. O de una gabardina clásica una prenda novedosa, que no abriga, pero protege. Eso sabe hacerlo Manuel.
García Madrid abrió en Madrid es Moda las puertas de su tienda de Corredera Baja de San Pablo para explicar, en formato expositivo, sus propuestas de sastrería a medida para este año. Un trabajo que cuida los detalles y que está inspirado en la calidez, la honestidad y el trato personalizado que ofrece la firma con cada uno de sus clientes. Un interesante viaje al mundo de García Madrid, donde destacan las materias primas trazables y de máxima calidad, como las lanas frías, los linos orgánicos y los algodones premium en tonos y colores cálidos.
Igual arregla una camisa a medida en el atelier, que dibuja o pasa la fregona. Un tres sesenta, como diría Paquita Salas. Él mira hacia el futuro con los ojos puestos en el Renacimiento, como él mismo dice. Sus prendas juegan, conversan entre épocas. Desde la corte de Felipe II hasta la noche madrileña de la actualidad. Un juego de cánones, bellezas y personas que se visten, cumplen necesidades y tratan de presentarse como son ante la sociedad, siendo la persona más real que pueden. Uno mismo. Que cuesta muchísimo serlo. Porque si yo dije que Palomo viste a hombres que se niegan a abandonar los tules, Manuel viste a aquellos que se resisten a abandonar el color.
Y así, sin más, sobre un sueño con nombre de García Madrid.