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ILUSTRES VERANEANTES | María Emilia Adán

María Emilia Adán, enamorada de Segorbe, disfruta los veranos en el Alto Palancia

Registradora de la propiedad, actualmente decana de los registradores a nivel nacional y presidenta del Consejo Social de la Universidad de Valencia y la Fundación ADEIT

23/08/2020 - 

VALÈNCIA.Registradora de la propiedad, actualmente decana de los registradores a nivel nacional y presidenta del Consejo Social de la Universidad de Valencia y la Fundación ADEIT

–¿Cómo recuerdas los veranos de tu niñez?

–Mi familia siempre ha veraneado en Segorbe. De pequeña ya iba con mis padres y nos juntábamos con mis abuelas. Acostumbraba a pasar julio y agosto. Recuerdo las tardes con amigas jugando, en el Paseo de sopeña o en la Glorieta,  a cocinitas y a muñecas. También recuerdo cuando íbamos a visitar a mi abuelo Pepe que tenía un apartamento en la playa del Puig. Paralela a la playa discurría una vía pecuaria por la que pasaban los toros al atardecer, corríamos a los apartamentos para que no nos pillaran, era todo muy agreste. Somos cuatro hermanos, disfrutábamos mucho todos juntos con mis padres.  

–Me hablas de campamentos y colonias de verano, cuéntame.

–Yo estudiaba en el Colegio de Teresianas y en verano se organizaban unas colonias en El Vedat de Torrente, en la residencia de las monjas que había allí, eran diez días con las amigas. Aprendíamos manualidades, hacíamos deporte, una experiencia entrañable que aún recuerdo con mucho cariño. 

–¿Y cómo fueron los veranos de adolescencia?

–Empezamos a viajar en familia. Recorríamos España, nos gustó mucho Ibiza y repetimos varios años. Eran los años 70, y todo era muy distinto a la actualidad, recuerdo que en el arcén de las carreteras de Ibiza se veían a las payesas con sus trajes largos. Siempre viajábamos en familia, nos iniciamos en el esquí acuático en Port Sant Miquel, descubrimos el mercadillo hippy de Es Cana. Pese a los viajes, siempre regresábamos a Segorbe a tiempo para las fiestas patronales para llegar a la ofrenda a la Virgen de la Cueva Santa  y a la famosa entrada de toros y caballos a inicios de septiembre.

Mª Emilia Adán de niña junto a su madre y hermano

–En la etapa universitaria suelen hacerse viajes de amigos, pero intuyo por tu experiencia en campamentos que intentarías aprovechar el tiempo.

–En esos años recuerdo que iba a los campamentos organizados por la JEC (Juventud Estudiante Católica), fuimos al campamento Zagra en Chelva, también a Sigüenza, Ibiza etc. Entre las actividades que realizábamos se incluían charlas sobre filosofía y pensamiento. Reflexionábamos sobre qué papel debía tener la sociedad civil en España. De ahí me nace mi involucración en el mundo de las asociaciones y la representatividad. También iba a cursos de verano relacionados con el derecho, como la UIMP de  Santander. Un verano obtuve una beca para ir a la Universidad Internacional de la Haya, conocí a estudiantes de toda Europa, compartíamos experiencias y además lo pasábamos muy bien. 

–Acabas la carrera, sacas tu oposición y te casas, ¿cómo cambian los veranos?

–Efectivamente cambiaron, repartíamos el verano entre Segorbe y la playa de Bellreguard. En Gandía conocí a gente maravillosa con quienes sigo manteniendo relación, aunque menos de la que desearía. Fueron veranos de largos paseos en la playa, de jugar con los niños en la arena y luego a mediados de agosto regresábamos a la casa familiar en Segorbe, donde por suerte, mis hijos se reencontraban con sus primos. También de recién casados, antes de nacer los niños,  nos íbamos muchos veranos a estudiar inglés a Oxford o a Cambridge. 

Mª Emilia Adán en uno de sus viajes de verano

–¿Te gusta hacer viajes en verano?

–Sí que nos gusta hacer algún viaje familiar para compartir todos juntos esas vivencias. Estambul y Capadocia, Jordania, Moscú…Y también por Europa, me acuerdo de un año que fuimos a Pompeya, nos entusiasmó, recorriendo todo estábamos tan felices que a las siete horas nos dimos cuenta de que no habíamos comido todavía. Me fascina Nápoles, es una ciudad con una indudable huella valenciana. Creo que es un lugar que hay que visitar, igual que Sicilia, es un fascinante recorrido por la historia de las culturas mediterráneas. Recuerdo con gran cariño el último viaje que hicimos mi marido y yo,  a Bayreuth, en el festival de Wagner. La verdad es que, en verano, intento buscar el sosiego y calor de la familia, en definitiva, reencontrarnos aunque sean pocos dias. 

–¿Y algún lugar de referencia en nuestra Comunidad?

–Sin duda Segorbe, por mi vinculación familiar pero también porque tiene una historia muy interesante. Hay personajes históricos de gran relevancia. Un segorbino inventó la radio, Julio Cervera; otro escribió el primer tratado de ajedrez moderno del mundo, Francesc Vicent; también María de Luna, reina consorte, lugarteniente,  de la Corona  de Aragón y IV Señora de Segorbe. Además, hay lugares increíbles, la visita al atardecer del castillo que es una auténtica maravilla. Recomiendo especialmente el paraje de la Cueva Santa, una gruta natural donde se apareció la Virgen, en un lugar extraordinario. El clima es maravilloso, te hace sentirte muy vivo, te activa, porque estás a cierta altura sobre el nivel del mar. Nos encanta ir a bañarnos a las pozas. Los espacios naturales de esta zona son realmente fascinantes para disfrutar del verano. 

Mª Emilia Adán primeras clases de esquí acuático en Port Sant Miquel

–Como decana de los registradores vives en Madrid y mantienes una intensa actividad social ¿en verano también o desconectas?

–Intento encontrarme con lo que no puedo hacer durante el invierno. Por mis ocupaciones profesionales tengo una vida profesional y social intensísima, por ello, en verano procuro dedicarme a la lectura, al pensamiento y si es posible, un viaje familiar. Cuando íbamos a Gandía si que hacíamos cenas con los amigos y sus hijos, pero ahora que apenas tengo dos semanas de vacaciones, me centro en mi familia y mis aficiones, por ejemplo, la lectura. 

–Olores, sabores y sensaciones de verano

–El olor del jazmín del jardín de casa de mis padres, o de mi suegra, el sabor de la sangría bien fresquita para comer una paella en familia, teniendo de aperitivo el exquisito embutido de Segorbe, esa sensación me traslada a mis veranos, me conecta con mi tierra y me hace sentir en familia, en casa, feliz.

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