Se mueve con la misma soltura en los platós que en los despachos. Después de años delante de las cámaras, el popular actor y ‘showman’ valenciano ha comenzado una nueva faceta como productor cinematográfico, entre cuyos trabajos destacan la recién estrenada Camera Café o el cortometraje Tótem Loba, ganador de un Goya
21/04/2022 -
VALÈNCIA.- No es fácil entrevistar a Arturo Valls. No porque sea una persona inaccesible o distante, todo lo contrario. Dispuesto desde el primer momento a conversar con Plaza —«si te ha pasado el contacto Pepón, te hago un hueco mañana sin problemas»—, sus compromisos profesionales obligaban a retrasar la cita una y otra vez.
«¿Para cuándo queréis publicar esto? Creo que no te voy a poder dar fecha hasta dentro de dos o tres semanas. Se tiene que ir a València a la gala de los Goya e, inmediatamente después, comienza la grabación de Mask Singer: Adivina quién canta. A ver si encontramos un hueco en algún momento de la semana que viene, porque, si no, se nos va a juntar con la promoción de Camera Café», explica su agente que, junto a su departamento de prensa, son los mejores aliados de Valls a la hora de organizar su trepidante día a día.
«Quiero tener más tiempo para mí, jugar al tenis, hacer paellas, coger la bici… pero siguen saliendo proyectos y, si no salen, los genero yo mismo», reconoce Valls que, a su faceta de presentador y actor, ha sumado recientemente la de productor cinematográfico, algo que no deja de ser llamativo en un país en el que, a la hora de invertir, se acostumbra a optar por el ladrillo, los latifundios, una ganadería o las criptomonedas. Cualquier cosa, menos la cultura.
«Ya invertí en inmuebles en su momento. Pero es algo muy frío, muy resultadista, nada romántico. Prefiero hacer otras cosas en las que tengan más peso los buenos momentos. No siempre se consigue, pero es algo que suelo poner como objetivo más allá de los resultados económicos porque, si lo que se quiere es ganar dinero, no le recomendaría a nadie que se metiera en esto», explica Arturo Valls, que sintetiza en dos los principios rectores de su labor como productor: «Objetivo número uno: no palmar pasta, porque tampoco soy idiota. Objetivo número dos: que el proceso sea nutritivo, que aporte y sea divertido».
Fruto de esta personal filosofía empresarial son cintas como Los del túnel (2017) —«me dio la oportunidad de volver a trabajar con Pepón Montero, el director, y Juan Maidagán, a los que ya conocía de la serie Camera Café»— y Tiempo después (2018), de José Luis Cuerda. «Te puedes imaginar… Cualquier reunión, cualquier cena, todas las charlas con él eran un placer», recuerda Arturo Valls quien, a diferencia de otros productores que limitan su participación a la cuestión financiera, se implica en los tratamientos del guion y es especialmente receptivo a las necesidades de los realizadores.
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«Las películas que me gustan como espectador son aquellas que tienen que ver con la libertad creativa del que escribe o del que dirige. Además, para que esto sea satisfactorio, no puedes ser intervencionista porque, con esa actitud, ya tienes al director y a los guionistas en contra desde el primer momento. Si hay que hacer un esfuerzo por conseguir una determinada localización o seleccionar un determinado casting, se intenta. También es verdad que a veces te piden un helicóptero o una explosión y les tienes que decir que no va a poder ser», explica Valls, que reconoce tener un buen contrapeso en sus compañeros de Stella Films. «Somos dos socios más, Félix Tusell y Jimena Oliart, y con Félix solemos actuar como el poli bueno y el poli malo. De hecho, hay veces que me tiene que parar los pies porque sino esto no podría ser…», bromea.
«Al principio la industria del cine me trató como si me hubiera colado en su fiesta»
— ¿Qué debe tener un guion para que se anime a producirlo?
— En este momento tenemos cierta acumulación de guiones en la productora. Cuando llega alguno más, nos da miedo leerlo porque, de repente, hay proyectos que se abren paso y no tenemos demasiada capacidad de producción. Por eso, a la hora de explicar cómo seleccionamos los guiones, no se me ocurre mejor analogía que la del apasionamiento. Que empieces a leer un guion y que te entre una calentura que justifique dedicar dos o tres años a buscar financiación, seleccionar un casting que luego se te caiga porque hay actores que no pueden, tener que reescribir los guiones… En definitiva, todo lo que supone producir una película, que no deja de ser un viacrucis.
— Cabe suponer que, entre esos guiones, habrá alguno de un amigo. ¿Cómo se le dice que no?
— Esa situación ya me está pasando. Colegas de profesión que tienen un guion, que me piden que lo lea y luego les tengo que decir que no podemos producirlo. Cuando eso sucede, ni siquiera tengo que utilizar una excusa, porque la verdadera razón es que no podemos abarcarlo todo. Se necesita mucha energía para vender los proyectos y dispones de muy pocos cartuchos para ello, porque no puedes ir a ofrecer proyectos cada dos semanas. Hay que afinar el tiro, seleccionar muy bien lo que vas a ofrecer y, si el guion no te enamora o si te gusta pero es un 8 teniendo otros que son un 10, hay que decir que no. También es muy importante que te apetezca ver ese guion convertido en película o serie y que quieras trabajar con esa gente para que las reuniones, el rodaje y todo lo demás resulte agradable.
— Además de las dificultades a las que debe enfrentarse un productor para sacar adelante un proyecto, si la película no llega a las salas, es irrelevante que guste o no guste. ¿Qué papel representa la distribución en su trabajo como productor?
— El mundo de la distribución es muy interesante. No es lo mismo que una película se estrene en cines más urbanitas que en multisalas de un centro comercial. Es una pata fundamental de mi trabajo porque somos los productores los que tenemos que convencer a las distribuidoras. Son ellas las que invierten el dinero para hacer las copias, poner carteles, hacer la campaña de publicidad en teles… Cuanto más dinero invierten, más riesgo asumen y es tu labor convencerles de que la película puede ser comercial y vas a poder devolverles toda esa inversión.
— ¿Tiene en mente la distribución internacional cuando decide producir una película?
— Las comedias, que es lo que más hemos producido hasta ahora, suelen viajar bastante mal. Aunque hay un humor que es universal, siempre tienen un toque localista que, en el caso del español, hace que no funcionen tan bien en, por ejemplo, Dinamarca. En el caso de Los del túnel sí hubo ventas internacionales y seguro que se ha programado por ahí, pero con Tiempo después ha sido más difícil porque el surrealismo de José Luis… Camera Café creo que sí es más exportable porque los personajes del caradura, el contable, el jefe, la jefa malvada se entienden en cualquier sitio. Además, la forma en que Ernesto Sevilla ha adaptado la serie, rejuveneciendo el formato y resolviendo la dificultad que suponía convertir en una película algo que no era más que un plano fijo, hace que pueda funcionar muy bien fuera.
«Otra de las razones para hacerme productor fue que todos los personajes que me llegaban eran iguales. El mismo perfil, en el mismo tipo de comedia»
— Ahora que menciona a Ernesto Sevilla, ¿no tuvo miedo de poner en manos de un realizador debutante un proyecto como Cámara Café?
— Una de las cosas que me caracterizan como productor es apostar por directores noveles y darles este tipo de oportunidades. Los del túnel, por ejemplo, también era la primera película de Pepón Montero. En el caso de Ernesto, tenía claro que ahí había un director. Él ama el cine, tiene referentes de Hollywood pero, al mismo tiempo, los mezcla con el humor azconiano más surrealista, más Cuerda. Es una mezcla de Scorsese con humor manchego e infinidad de recursos visuales que maneja sin ningún prejuicio y que ya estaban en capítulos de La hora chanante. La apuesta por Ernesto fue muy clara y creo que hemos acertado de lleno.
— Tanto en Los del túnel como en Camera Café o Tiempo después usted forma parte del reparto. ¿Aprovecha su faceta como productor para elegir determinados papeles?
— Hombre, claro. Otra de las razones de peso para hacerme productor fue que todos los personajes que me llegaban eran iguales. El mismo perfil, en el mismo tipo de comedia… Me apetecía hacer algo diferente. Otro registro, una comedia más amarga, más negra… Como no me llegaba, decidí generarla yo. En el caso de Pepón Montero y Juanito Maidagán, les encargué yo mismo el proyecto de Los del túnel; en el de Cuerda, ya que estás, pues te reservas un papelito, y en Camera Café era inevitable. En todo caso, esto está a la orden del día en el mundo anglosajón, donde el productor ejecutivo es también el actor protagonista.
— Si es tan frecuente en el cine anglosajón, ¿por qué es tan excepcional en el cine español?. ¿Los cachés de los actores españoles no permiten ese tipo de aventuras empresariales?
— No es tanto una cuestión de dinero como de voluntad. Para producir tienes que tener las ganas de meterte en un despacho de Antena 3 o de Movistar para enseñarles el proyecto, convencerles, contarles la peli, adelantar una pasta y organizarlo todo. Es como el que hace una paella. Lo que te apetece es cocinar, invitar a gente, provocar el encuentro. Hay personas que prefieren quedarse en casa esperando a que les llamen para ir a comer la paella, cosa que también está bien, pero a mí me gusta provocarlo.
La gran noche
— La pandemia de la covid-19, la erupción de un volcán, una guerra en Europa cuyas consecuencias afectan a todo el mundo… ¿Se pueden minimizar los efectos de esas catástrofes en una producción? ¿Existen pólizas de seguro que cubran esos imponderables?
— Qué va. Eso es una faena. El día que estrenamos Los del túnel fue el fin de semana más frío del año y la gente no salía de su casa. Pero es lo mismo: cuando no es el frío, es un Madrid-Barça que te fastidia el fin de semana del estreno o la propia competencia que, de repente, estrena un Spiderman. Si no es una cosa, es otra. No hay fin de semana bueno.
— Aunque ya ha aclarado que en su labor como productor pesa más lo lúdico que los resultados, lo cierto es que, en la última ceremonia de los Premios de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España, obtuvo un Goya en la categoría de Mejor corto de ficción por Tótem Loba de Verónica Echegui. ¿Cómo vivió la experiencia?
— Imagínate… Le decía a mi socia: «Fíjate, recogemos el Goya igualito que Fernando León de Aranoa». Él era, venga, un Goya, otro, y otro… y como si fuera otro día más en la oficina, con esa pachorra… En nuestro caso fue todo lo contrario. Era pura emoción, puro entusiasmo. Era todo imponente. Estaba con el Goya en la mano y veía en primera fila del patio de butacas a Almodóvar, a Bardem, a Penélope… Además, estaba en València, en casa… Fue un momentazo, me hizo mucha ilusión, pero hay que relativizar los premios. Hay que celebrarlo, por supuesto, pero no hay que olvidar que fue un Goya para un corto, un corto de ficción… Tampoco hay que venirse arriba.
— Bueno, se llevó más Goyas que Almodóvar.
— Hombre, visto así…
— Aunque no haya que magnificarlos, ¿ayudan los premios a afianzar la carrera de un productor?
— Desde que me lo dieron, voy a las reuniones con el Goya. Llego a Netflix y saco una maletita en la que lo llevo. La verdad es que la foto recogiendo el premio te coloca en otro lugar, porque la ve la industria y la gente dice: «Mira, el de los concursos, que ha producido un corto y ha ganado».
«Para producir tienes que tener ganas de meterte en un despacho de Antena 3 o de Movistar para enseñarles el proyecto, convencerles, adelantar pasta...»
— Acaba de referirse a sí mismo como «el de los concursos». ¿En alguna ocasión se ha sentido desplazado por la gente de la industria del cine?
— Sí, al principio se me trató como al que se cuela en una fiesta. De hecho, hace unos días leía un artículo en el que decían: «Estaban las figuras del mundo del cine español y Arturo Valls». Qué poca gracia… Qué necesidad…
— ¿A qué cree que responde ese trato?
— Es un cliché. Como has estado en la tele, has contado chistes, has presentado concursos, se olvida que también has hecho series o cine. En España parece que estuviera mal visto ser versátil o pasar de un género a otro como se hace en Estados Unidos. Allí los actores ruedan una película comercial y luego una más pequeña, presentan un concurso o hacen un musical en un teatro. Cuando hacía Caiga quien caiga en Telecinco, Luis Guridi me propuso hacer Camera Café. Pues vamos a probar. Tal vez fuera una cuestión de inconsciencia, pero ¿por qué no hacerlo?
— ¿No le da miedo salirse de esos registros?
— Lo que tengo claro es que no me voy a quedar haciendo siempre lo mismo para no molestar al espectador que quiere verte solo en el registro que él conoce. En todo caso, es un reto y por supuesto que tiene sus dificultades. Por ejemplo, en Los del túnel, la gente esperaba una comedia más disparatada, más convencional, y la amargura que tenía no fue bien recibida por cierta parte del público, tal vez esa misma que se pregunta: «¿qué hace este hombre con un Goya en la mano?».
— Aunque ha producido tres comedias, acaba de estrenar un documental sobre Fernando Fernán Gómez y Tótem Loba es un corto de acción… ¿Es casualidad o aplica también esa filosofía de no encasillarse como actor a su labor de productor?
— Considero que Fernando Fernán Gómez es uno de los grandes creadores de la historia cultural de nuestro país. Si le admiras, viene la nieta de Fernando y te propone hacer un documental que cuenta su vida a través de la casa en la que vivió y de sus recuerdos, pues lo hago porque es algo que yo vería como espectador. En el caso de Echegui [la directora] sucedió lo mismo. Vi que ahí hay una contadora de historias, con una mirada muy particular, con muchísima verdad y abordando un tema que podría ayudar a cambiar esta sociedad y hacer que se acerque más a aquella en la que me gustaría vivir. En definitiva, la pregunta es: «¿me gustaría ver esto?». Pues ahí que me lanzo.
— En esa búsqueda por hacer cosas diferentes, ¿descartaría entonces producir una segunda parte de Camera Café?
— La verdad es que sí me gustaría coger a Quesada o a la Yoli y hacer una segunda aventura con los personajes de la serie… En todo caso, con quien sí que va a haber segunda parte es con Ernesto Sevilla. De hecho, ya estamos preparando un nuevo proyecto.
— ¿De qué se trata?
— Es una biopic de un personaje de la historia reciente de España que va a ser una pasada, pero, por ahora, no puedo contar más.
— Para finalizar, ¿cómo le gustaría que evolucionase su carrera como productor?
—El plan era ir dejando poco a poco el entretenimiento, porque es lo que más he hecho, y centrarme en la interpretación y la producción. Sin embargo, estamos viviendo un auge de producción audiovisual tan importante, con tantos proyectos apetecibles, que me cuesta decir que no. Acabo de hacer un programa para Amazon, una serie en Atresplayer que hemos producido nosotros, estoy grabando la tercera temporada de Mask Singer porque me lo paso bien… Por eso, en lo que se refiere a la producción, me gustaría seguir haciendo cosas pero saboreándolas un poco más. Que cada proyecto que haga sea el único.
* Este artículo se publicó originalmente en el número 90 (abril 2022) de la revista Plaza
La empresa setabense, fundada por Vicente Quilis, y hoy dirigida por su hijo Javier, es un referente internacional en tecnología e ingeniería adaptadas a las necesidades de sus clientes, unos productos que diseñan cual piezas de orfebrería. No en vano, la otra pasión de los Quilis es el arte y prueba de ello es su colección formada por trescientas cincuenta y cinco obras de ciento tres artistas. En este número además cuatro autores nos cuentan sus claves para alcanzar el sueño de ser escritor, hablamos con Enrique Ginés, la voz de la radio valenciana, conocemos la historia de Stomvi, los instrumentos de metal más avanzados del mundo y mucho más
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