tendencias escénicas

Mujeres por hombres en el teatro y viceversa

Blanca Portillo, Núria Espert, Josep Manel Casany y José Luis Gómez se hallan entre los actores que han practicado la inversión de género en los escenarios

26/10/2016 - 

VALENCIA. En su libro Feminismo y teatro, la profesora de artes escénicas, cine y televisión de la Universidad de California Sue-Ellen Case, rememora cómo, en el periodo isabelino, justo en el momento en el que la interpretación se convirtió en oficio, la mujer fue barrida del escenario. Su desaparición dejo vía libre a los hombres para crear su propia representación de la voz y del cuerpo femeninos. Y los roles fueron incorporados por niños, “porque, en virtud de su edad, eran elegidos para roles sociales similares a los de las mujeres, dependientes e inferiores al hombre adulto”.

Y en esas estuvimos durante años, con chavales dando vida a las heroínas y a las víctimas de Shakespeare. En España, sucedía otro tanto. En 1586 se prohibió la presencia femenina en las tablas “so pena de zinco años de destierro del reyno y de 100.000 maravedis”. Un año después se levantó el veto, pero durante el resto del siglo XVI, se sucedieron las censuras de quita y pon.

 

Ahora, cuando un varón interpreta a una mujer en el universo de los clásicos, hay voces que se alzan en contra, por considerar que sirve “para subrayar nuestra profunda historia de sexismo y desigualdad”. Así se denunciaba en el foro de debate online Social Justice First

Los argumentos a favor esgrimen la autenticidad y el vuelo lírico de esta asunción de roles del sexo opuesto, caso de Propeller Theatre, compañía especializada en Shakespeare y conformada por hombres en su totalidad. 

José Luis Gómez, que se ha descolgado con una Celestina de acento sureño, calzada con zapatos ortopédicos y aferrada a un bolso, defiende su encarnación de la alcahueta por su valor referencial: “Esta vieja barbuda conjura una figura poética y mítica que trasciende la identidad de género”.

El actor y director de 76 años, miembro de la Real Academia de la Lengua y Premio Nacional de Teatro, ha hecho realidad un sueño largamente acariciado al interpretar a la sacerdotisa pagana creada por Fernando de Rojas

La obra está programada hasta el 30 de octubre en el Teatre Nacional de Catalunya, y los días 18 y 19 de noviembre en el Teatro Central de Sevilla. Durante su producción, hubo una decisión tajante del director, el mismo Gómez, que fue asumir el rol principal: “Al ser varón puede parecer una osadía o una excreción de mi ego, pero no ha sido ni lo uno ni lo otro, el personaje me ha atraído de una manera irresistible desde siempre. He conocido muchas celestinas en el Sur, incontables astrólogas, gitanas, correveidiles que estaban habitando mi memoria y la intuición era tan potente que me dije: “Voy a hacer Celestina”.

El hombre de las mil damas

El actor valenciano Josep Manel Casany también tiene un anhelo, el de dar vida a la mujer del Cid Campeador, Jimena Díaz, en Anillos para una dama, de Antonio Gala. Hasta que una versión sin complejos le dé la oportunidad, no son pocos los roles femeninos que el intérprete y director se ha arrogado, de motu propio y ajeno. 

En Petra regalada, también de Gala, dio vida a la protagonista, y en Elles, una compilación de textos del recientemente fallecido Dario Fo y su esposa, Franca Ramé, denunció, travestido, los conflictos que la educación y la sociedad imperantes le infligen a la mujer. “Ha sido mi papel más grotesco, pero entraba dentro del código de la comedia del arte y hacía verdad el dicho de Molière: “En la carcajada se abre la boca, pero también el cerebro, y en el cerebro se clavan los clavos de la razón”.

En cambio, para interpretar a María Estuardo en Siete reinas, de la compañía Arden Producciones, no necesitó de hábito femenino. Todos los actores que participaron en aquella pieza programada en la Sala Russafa en 2011, asumieron la corona en americana y con corbata. Como Casany, Juan Carlos Garés, Jerónimo Cornelles, Pasqual Peris, Juan Mandli, Rafa Alarcón y Enric Juezas prescindieron de maquillaje y vestuario para recrear los miedos, fracasos y gestas de Catalina la grande de Rusia, Isabel la católica, Cristina de Suecia, María Tudor, Juana la loca y Elizabeth I

 

Estos días, tampoco le hace falta al intérprete de Moncada más que su empatía, su buen hacer actoral y dos tutús, uno blanco y uno fucsia, para incorporar a Ofelia y Gertrudis al montaje Hamlet canalla. La relectura contemporánea del clásico, escrita por Manuel Molins y dirigida por Joan Peris, dispone de dos únicos actores para desgranar e incidir en los entresijos de la tragedia cumbre de Shakespeare: Ximo Solano, que encarna al príncipe de Dinamarca, y Casany, que se desdobla en Horacio, la madre, la novia y el espectro del padre muerto de Hamlet. “No pretendo hacer creer que soy una mujer –advierte el actor que insufla vida y variedad de matices al crisol de personajes-. El objetivo es meterme en el alma y en energía de cada uno de los papeles, es una actitud física”.

Y vaya si lo logra. Una vez el espectador entra en la convención teatral de la propuesta, programado hasta el próximo 6 de noviembre en el Teatre Micalet, asiste con compasión y convicción al drama al que se halla abocada Ofelia. Maltratada por su amado, quien para más inri es verdugo de su padre, al que ha matado cual si fuera una rata, la enajenada chica interpela a Hamlet aferrada a su tutú y tirada en el suelo. En el caso de Gertrudis, el autor ha dotado al personaje de un plus al desarrollar más su psicología. “Molins le ha dado más empaque a este personaje universal del teatro. Durante su escena asistes a un discurso feminista y humano”, explica Casany.

No sólo se incide en el machismo, también en la corrupción, la crisis de valores y los dilemas del teatro de ayer y de hoy. Este meta Hamlet se despliega en seis escenas desarrolladas sobre y a los lados de un entarimado situado entre las dos gradas donde se ubica al público, que en los fundidos a negro asiste a fragmentos de un debate entre Manuel Molins, el portavoz territorial de Jueces para la democracia, Joaquim Bosch, el sacerdote Honori Pascual y la novelista  Raquel Ricart, donde se aborda la situación sociopolítica actual, la dictadura de los poderes económicos, el mal endémico de ser mujer y la alienación de los medios y de las redes sociales.

 

Discípulas de Sarah Bernhardt

Tarde tras tarde, Casany vive con interés esta simbiosis de sus lados femenino y masculino. Y anima a más actores a ponerse en la piel de mujeres y a más actrices a invertir su género en las tablas. “El teatro contemporáneo no puede limitarse al naturalismo y a lo cotidiano”, considera quien ya predicó en 2008 con el ejemplo al ponerse a los mandos de Aurora De Gollada, una ácida sátira sobre el maltrato protagonizada por cuatro actrices, Cristina Hernández, María Almudéver, Mireia Pérez y Laia Sorribes.

Al respecto de las ventajas de que las mujeres interpreten a personajes masculinos, el actor y director se marca dos ejemplos: “Si Bárcenas o el Rey de España fueron encarnados por mujeres, la situación nos haría despegar de la butaca y estar más atentos a la obra. Al poco rato, automáticamente, nos olvidaríamos de que se trataba de actrices, y al contrario de lo que en principio pueda parecer, nos ayudaría a abrir en canal al personaje”.

 

La pionera en estas lides fue Sarah Bernhardt, actriz francesa de teatro que dominó la escena durante medio siglo. En su excelsa carrera se trocó por Lorenzo en Lorenzaccio, de Musset; por Napoleón II en L’Aiglon, de Edmond Rostand; y por Hamlet. “Los roles de hombres son en general más intelectuales que los de mujeres. He ahí el secreto de mi amor”, esgrimía la divina.

En nuestro siglo y en nuestra tierra, ha habido actrices de fuste que le han tomado el testigo a la vaca sagrada del teatro del siglo pasado en esta dislocación de los géneros. Las últimas han sido Núria Espert, que se atrevió con El Rey Lear esta pasada temporada, y cuyas últimas palabras escogió este mes para recibir el Premio Princesa de Asturias de las Artes, y Kiti Mánver, que saltó del circuito off a los grandes teatros con su papel de un hombre homosexual en Las heridas del viento.

Pero es Blanca Portillo la reincidente. La actriz y productora teatral suma varios papeles del sexo opuesto en su carrera. En La hija del aire interpretó tanto a la reina Semíramis como a su hijo Nanias; en la película Alatriste (Agustín Díaz Yanes, 2006), al inquisidor Fray Emilio Bocanegra; y en el Hamlet de Tomaz Pandur, al príncipe torturado. Parafraseando a Bernhardt el secreto de su amor reside en la androginia inherente a cada ser humano, más allá de lo que la naturaleza nos haya provisto entre las piernas. Así lo resumió durante la promoción de Hamlet en una entrevista concedida a El Cultural: “Todos tenemos dentro un hombre y una mujer. Cuando uno puede desarrollar ambas partes, eso confiere un poder enorme. Hamlet nunca puede ser asexuado, ni un travestido ni alguien que parece ser algo. Hamlet es”.