VALENCIA. Juan Ignacio Jara, Nacho para la familia, es el hombre que, si nada lo impide en lo que queda de 2016, firmará después de Reyes la venta de Lladró a un fondo de inversión. Jara es la primera persona que sin ser un Lladró preside la legendaria compañía de porcelana. Es yerno de Juan Lladró, el mayor de los tres hermanos que fundaron la empresa en 1953 –casado con Mari Luz, una de sus cuatro hijas– y protagonista junto a su cuñada Rosa, hermana mayor de Mari Luz, de la última tormenta en la compañía de Tavernes Blanques.
Como adelantó Valencia Plaza este viernes, los Lladró votarán el 5 de enero en una junta general extraordinaria de Sodigei –matriz de la empresa– si venden Lladró SA a un inversor que ha presentado una oferta. La opción se presenta como la última oportunidad de salvar la empresa después de casi una década de caída paulatina de las ventas.
Juan Lladró se había adjudicado en 2007 la mayoría de la empresa tras un cisma familiar que se resolvió repartiendo las participaciones industriales. Juan se quedó con el 70% de Lladró mientras sus hermanos José y Vicente se repartían el 30% restante, la mitad cada uno.
En la gestión participaban también Rosa, María Ángeles, otra de las cuatro hijas de Juan, y a partir de 2012, Ignacio Jara, pero fueron sobre todo Rosa y Jara quienes trataron, cada uno a su manera, de devolver la firma de porcelana al esplendor del que gozó hasta el 11 de septiembre de 2001. El ataque terrorista a las Torres Gemelas y su impacto en el mercado de objetos de lujo marca el inicio de una caída del negocio que costó contener.
Esta crisis hace entrar en pérdidas a la empresa por primera vez en su historia y aflora las desavenencias familiares disimuladas mientras las cosas fueron bien. El enfrentamiento por la gestión ente unos empresarios ya septuagenarios lleva en 2004 a la contratación de un consejero delegado externo –Alan Viot– que no mejora las cosas.
En 2007 se reparte el capital de Lladró casi al mismo tiempo que empezaba un enfriamiento de la economía que devino en una larga crisis. Lladró ya no se recuperó a pesar de las imaginativas ideas industriales y laborales de unos y de otros para taponar la herida.
En 2014, Jara empieza a trabajar en una línea nunca antes explorada, la entrada de un inversor, la venta total o parcial de la compañía. Rosa, que cuenta con el apoyo de su padre –el mayor de los Lladró tiene 90 años–, se opone a ceder la propiedad de la empresa familiar. También lo hacen los otros fundadores, José y Vicente, muy críticos con una gestión en la que no tienen participación.
Para preparar la posible venta, la familia sacó de Lladró SA todas las propiedades inmobiliarias, valoradas en 63 millones de euros, y la colección pictórica valorada en 6,84 millones –también la sacó físicamente–, y las traspasó a través de filiales a Sodigei en forma de dividendos en especie. Por este motivo, la venta de Lladró será sólo del negocio de la cerámica, mientras que el negocio inmobiliario seguirá en manos de la familia.
La operación se llega a plantear, como contó Valencia Plaza, pero se desestima en septiembre de 2015 y en su lugar acuerdan dar entrada en la gestión a las otras dos familias. Se forma así un consejo de administración de cinco personas formado por Rosa, Mari Luz, Juan Ignacio Jara, Mari Carmen Lladró –hija de José– y David Lladró –hijo de Vicente–, con Mari Luz como presidenta. Este consejo es el que llevó a cabo el primer gran ERE de la compañía, después de evitarlo durante años con ajustes temporales de empleo.
Jara y Mari Luz Lladró parecieron ganar la batalla al controlar dos de los cinco puestos del consejo, pero nada más lejos de la realidad. Sólo seis meses después, en marzo de 2016, dimiten todos los consejeros menos Rosa por el siguiente motivo, según relevó Mari Luz a Valencia Plaza: "Propuestas de cambio encaminadas a una profesionalización de la dirección fueron aprobadas por mayoría en el consejo, pero desgraciadamente desestimadas por el accionista mayoritario". El accionista mayoritario de Sodigei es Agroinmobiliaria, grupo participado por Juan Lladró y sus cuatro hijas.
Rosa queda entonces al mando de una empresa que sigue sin levantar cabeza, acumulando stocks y con nuevas reducciones de jornada para reducir la producción. En teoría, queda como administradora única, aunque la realidad es que Jara nunca dejó el consejo y a Mari Luz la sustituyó su hermana María Ángeles. Este consejo era el mismo que antes de la entrada de las otras ramas familiares y devolvió a Rosa la presidencia.
Sin embargo, Rosa no es ahora la presidenta, según revela la convocatoria de la junta general extraordinaria de Sodigei, que firma el nuevo presidente, Juan Ignacio Jara. La empresa no lo ha aclarado si se ha apartado ella al ver perdida la batalla o bien ha sido destituida por su cuñado y su hermana.
La junta de accionistas de Sodigei será probablemente un trámite, ya que la verdadera decisión la tomaron los accionistas de Agroinmobiliaria, que tiene el 70%. Así, el voto de Agroinmobiliaria en la junta será uno, pese a las discrepancias, y el sentido de ese voto es lo que tendrá que decidir el grupo antes de la junta.
Las participaciones de Agroinmobiliaria fueron repartidas en 2015 por Juan Lladró entre sus hijas, aunque él conserva el usufructo, luego él tendría la decisión final. Cuando se hizo el reparto, Mari Luz, Rosa y María Ángeles ostentaban los mayores paquetes, con un 26,22% cada una, Belén tenía un 14,94% y un 6,40% estaba en autocartera.
Los Lladró van a vender la empresa tras pasar el mal trago que siempre quisieron evitar: despedir a trabajadores para adecuar la plantilla a la demanda real. La familia postergó durante años la decisión. Las ventas caían ejercicio tras ejercicio y sus almacenes se llenaban de figuras que no lograban vender. La única solución al respecto fue una patada hacia delante: la herramienta del ERE temporal, mandar a los empleados a casa durante parte del año laboral. Pero se exprimió tanto esta fórmula que algunos trabajadores llegaron a quedarse prácticamente sin paro.
No hubo alternativa. El ERE era inevitable y llegó con toda su crudeza: con la salida de 268 trabajadores (191 en Porcelanas Lladró, 44 en Arte y Porcelanas y 33 más en Daisa) lo que supuso la marcha del 38% de la plantilla entre despidos y prejubilaciones.
Las cifras hablan por sí solas, pero el proceso fue especialmente traumático por el especial vínculo de Lladró con sus trabajadores, en su gran mayoría vecinas de Tavernes Blanques o localidades próximas con décadas de trayectoria en los talleres de Lladró y sin más formación que la larga experiencia adquirida durante años en la empresa.
Y ni siquiera el ERE fue suficiente. A los pocos días de ejecutarlo ya comenzó a negociarse un nuevo ERE temporal que finalmente fue de 85 días y que detuvo la actividad en la fábrica durante los meses de julio y agosto, tal y como informó Valencia Plaza. A este, con toda probabilidad, le aguardaba uno nuevo de cara a 2017 que, salvo sorpresas, ya será aplicado por el nuevo propietario. El comprador partirá con la ventaja de que adquiere una empresa que acaba de aplicar un gran ajuste, pero las ventas siguen cayendo y se teme en la fábrica que el nuevo dueño llegue con un nuevo expediente bajo del brazo.