EL CABECICUBO DE DOCUS, SERIES Y TV    

‘No te mueras’: un documental 'chanante' sobre las terapias anti-edad de un millonario

Netflix retrata la lucha contra el envejecimiento de Bryan Johnson, una terapia de 130 pastillas diarias y 2,5 millones de dólares al año

18/01/2025 - 

VALÈNCIA. Mientras comenzaba la pandemia, hace cinco años, estaba yo preparando una entrevista que me pareció muy reveladora. Era a Anya Bernstein, profesora del departamento de Antropología de Harvard, que había estudiado las raíces del transhumanismo en Rusia. Era un movimiento mucho más ambicioso que el bolchevismo. La lucha de clases no iba con ellos, exigían la inmortalidad.  Y no iban de coña. 

Hablaba de Nikolai Fiódorov, una figura muy influyente en su época, pero, paradójicamente, poco conocida hoy.  Este filósofo, sorprendido por el progreso científico que había alcanzado la humanidad en el siglo XIX, creó la figura del inmortalismo. Es decir, la obligación moral de que la ciencia avance hasta conseguirnos no morir nunca. 

Sus seguidores apoyaron la revolución soviética, pero no les bastaba con que se resolviera el problema de la propiedad privada, exigían que se abordase también el problema del espacio-tiempo y el de la muerte, mucho más importantes a su parecer. 

Actualmente, contaba Berstein, el movimiento en Rusia está formado por muchas mujeres, pide la inmortalidad para toda la humanidad, que el envejecimiento se considere una enfermedad y así se trate, y reclama también la resurrección de los muertos por métodos tecnocientíficos. Hay que traerlos de vuelta, ellos nos han hecho llegar hasta aquí y merecen también disfrutar los frutos. 

Esto contrastaba con el transhumanismo estadounidense, me decía, que estaba formado generalmente por varones ricos y abordan la inmortalidad desde un punto de vista individual, no movían un dedo para que fuera un derecho universal. Pues la prueba de sus palabras la tenemos en uno de los últimos estrenos de Netflix, el documental No te mueras: El hombre que quiere vivir para siempre. 

Se trata, por supuesto, de un millonario de Silicon Valley, Bryan Johnson, que harto de las exigencias de la vida del CEO, como no dormir y, lo que es peor, no dejar dormir a los empleados, decidió dejarlo todo y emprender el camino hacia nada menos que la inmortalidad. 

En los primeros compases, la película muestra a un señor de mediana edad, musculado de forma un tanto grimosa, que ingiere del orden de ciento treinta pastillas al día para mantener todos sus biomarcadores en un nivel óptimo. Cada mañana, se levanta y se pone a hacer ejercicio en un gimnasio que tiene en casa. Come muy poco, dice que pasa mucha hambre, y como asome un rayo de sol por la ventana, no sale. Dice que el sol acorta la vida. Y no se queda en eso, también la mente. Sostiene que el cerebro nos engaña y nos conduce a los vicios, es una mala influencia y debe morir. “Hay que matar a la mente”, dice. 

A él le funciona. Con unos gráficos y unas fórmulas matemáticas, explica que cuando el común de los mortales está envejeciendo un año, él lo hace solo ocho meses. Y que su idea es seguir perseverando en esa línea a ver si logra contener el envejecimiento a cero e incluso revertirlo para volver a los 18 años. Entretanto, lleva una web donde publica todo lo que hace e ingiere, lo cual le hizo convertirse en viral y saltar a los medios de comunicación, donde recibió insultos de toda clase. 

Por lo general, las cuestiones de salud y hábitos de vida despiertan reacciones muy neuróticas. Los veganos y vegetarianos lo saben bien. Rara vez no tienen que dar explicaciones cuando dicen cuál es su dieta. En España ocurre también con los abstemios. Y se podría hablar de un largo etcétera en todo lo que tiene que ver con la nutrición. 

La gente se siente cuestionada cuando ve a otro hacer algo supuestamente más saludable que lo que ellos hacen. Al sentirse cuestionados, atacan. En este caso, en los fragmentos de televisión que se ponen en el documental, una retahíla de tertulianos se pregunta qué sentido tiene dedicarse a cuidarse como un trabajo completo y perderse la vida mientras tanto, otros dicen que para vivir así es mejor vivir normal y morir antes. No faltan los que le echan en cara que es el típico millonario loqueando. No en vano, su tren de vida cuesta 2,5 millones anuales. Dice que “solo” por ese precio, se alcanza la inmortalidad. “Solo”, ría aquí, querido lector. 

Una de las prácticas que le vemos realizar es hacerse transfusiones con la sangre de su hijo. Esto, por ejemplo, también aparece en el libro de Bernstein (The Future of Immortality: Remaking Life and Death in Contemporary Russia). Se trata de la parabiosis, que era lo que defendía otro filósofo revolucionario, Alexander Bogdanov, quien, por cierto, murió en uno de estos intercambios de sangre. Su horizonte utópico era que la humanidad compartiese sus fluidos para rejuvenecer a las capas de más edad e igualarnos todos, una redistribución de la salud. La propia autora me advertía que ahora se estaba haciendo mucho en Silicon Valley. Aquí está la prueba, aunque, de nuevo, al estilo americano. Es decir, individualista. A la humanidad que la den, la sangre fresca es solo para él. 

Johnson lo plantea como un intercambio entre generaciones. Él le da a su padre al mismo tiempo que recibe de su hijo. En fin, hay mucho efectismo en este documental y falta algo de ciencia, aunque las voces autorizadas a las que se entrevista censuran toda validez científica al experimento que está realizando este hombre con su propio cuerpo. Es más, también se deja claro que utiliza su página web para vender productos relacionados con la longevidad. Él no quiere morir y el empresario que lleva dentro se conoce que tampoco. 

El problema de Netflix es que ha planteado este documental al revés. Hoy, el big data, la genética y la Inteligencia Artificial forman una combinación que va a hacer llegar muy lejos la medicina, una ciencia que, pese a ser consciente de sus leyes de hierro, se dedica a ese objetivo tan ansiado por casi todos: no palmar. O morir lo más tarde posible. 

En un documental sobre las posibilidades actuales y futuras de ralentizar el envejecimiento, que sería sumamente interesante, no estaría de más que apareciera este señor con sus extravagancias, pero hacerlo al revés es construir la casa por el tejado. Es un documental de agitar el monigote, en este caso un freak, que más que ilustrar lo que hace es generar escenas tipo La Hora Chanante. Es el sino de los tiempos. Si no es esto, son crímenes o celebrities. La televisión de la oferta infinita cada vez tiene una oferta temática más estrecha.