VALÈNCIA. Con el nombramiento de Blanca Camarena como directora general de Patrimonio se completa el que supone el tercer reseteo de la Conselleria de Cultura en la legislatura. Camarena llega como un fichaje directo de la consellera Carmen Ortí, con quien trabajó en la Universitat Popular de València, y cierra un organigrama que había quedado abierto tras el ascenso de Marta Alonso a secretaria autonómica. El gesto más significativo, sin embargo, es la continuidad de Miquel Nadal al frente de la Dirección General de Cultura, un puesto en el que Ortí ha decidido no mover ficha pese a los rumores que apuntaban a un relevo inmediato.
Los nombramientos consolidan una Conselleria marcada en esta legislatura por la inestabilidad. La entrada de Ortí, procedente también de la Universitat Popular y con un perfil eminentemente educativo, confirma que Cultura seguirá a la sombra de una macrocartera orientada al ámbito escolar y universitario. La marcha de su antecesor, José Antonio Rovira, a Hacienda y el cese de Pilar Tébar abrían un nuevo escenario que el Consell de Pérez Llorca ha querido cerrar rápido, con Alonso asumiendo un papel central en el área.
En todo caso, los primeros actos de Ortí han buscado marcar una ruptura simbólica con la etapa anterior. La asistencia al estreno de Luisa Miller en Les Arts el miércoles y a la inauguración de la exposición de Mariano Benedito en el Museu de la Ciutat de València son señales hacia un sector que llevaba más de un año sin tener contacto con el conseller.
Ortí en el primer salón; Alonso en el segundo; Nadal y Camarena en el tercero. Todos tienen un año y medio para abordar los asuntos pendientes: el Museo Sorolla, sin cesión firmada y con el proyecto arquitectónico paralizado y sin liderazgo claro tras la salida de quienes lo impulsaron; hacer funcionar el IVC, que otro año más es el gran foco de tensión con los sectores profesionales; o poner la mirada en el largo plazo con un posible plan estratégico de Cultura.
Este es el escenario con el que se encuentra la recién nombrada consellera de Educación, Cultura y Universidades, María del Carmen Ortí Ferre, que toma el relevo de un José Antonio Rovira ahora líder de Hacienda y quien ejerció de manera accidental la cartera, tras la ruptura del gobierno autonómico con Vox. La distancia de Rovira con los sectores culturales, que nunca fue prioridad en su gestión ni agenda, ha marcado el más de un año al frente de la cartera, en el que apenas se ha dejado ver en los espacios que gestiona o poner sobre la mesa propuestas de calado para el sector.
Fue la secretaria autonómica de Cultura, Pilar Tébar, quien de facto asumió la gestión e interlocución de la cartera, en un último año marcado, sin duda alguna, por los devastadores efectos de la Dana y por un sector, especialmente por lo que respecta a las artes escénicas o editorial, muy crítico con su gestión. Cabe recordar que Tébar fue la única ‘superviviente’ de la primera ‘versión’ de la Conselleria de Cultura de la legislatura, en un primer momento liderada por Vicente Barrera (Vox) e integrada en vicepresidencia.
Entonces se planteó el desarrollo de un plan estratégico que con la llegada de Rovira quedó en un cajón, así como un cambio total en las caras de los principales centros culturales. Fuera del tablero quedaba tanto el director como los directores adjuntos del Institut Valencià de Cultura; la entonces directora del IVAM, Nuria Enguira, o el gerente del Consorci de Museos, José Luiz Pérez Pont, quienes habían liderado la cultura durante gran parte del gobierno del Botànic. Ahora la nueva consellera entra con un organigrama más asentado tras la revolución de caras del primer año y dejando atrás un segundo curso marcado por la Dana.