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historias del diseño valenciano (XXI)

Ocultas e ilustradas: El lápiz silenciado

ESTRELLA JOVER

El actual ‘boom’ de ilustradoras no ha venido precedido por una mayor visibilidad de las autoras que iniciaron el camino en las historietas publicadas en las décadas de los cincuenta y sesenta

17/04/2022 - 

VALÈNCIA.- La preparación del proyecto de exposición Ocultas e ilustradas para el espacio cultural La Nau de la Universitat de València (2019) supuso el inicio de un interrogante que fue creciendo a cada paso que daban Melani Lleonart y Cristina Chumillas, responsables de la muestra junto al diseñador MacDiego. La exposición buscaba reunir y visibilizar el trabajo de las mujeres ilustradoras en la Comunitat Valenciana.

Para Cristina Chumillas, una duda inicial se transformó poco a poco en sucesivos interrogantes: «Durante la preparación de la exposición nos preguntábamos por qué se daba este boom de ilustradoras en el contexto actual y si esto se había dado anteriormente». El propio catálogo de la muestra rebuscaba en el pasado para resolver la interrogante. Pero ¿cuánto tiempo atrás? Para Chumillas, el momento de vacío llega «antes de Ana Juan y Ana Miralles, referentes femeninos en la ilustración valenciana que comenzaron su trayectoria a mediados de la década de los ochenta». A la hora de confeccionar el catálogo se abrieron nuevas dudas, ya que no existía un soporte o libro que pudiera ser consultado. «Intentamos reproducir en el catálogo todas las obras expuestas. De este modo, el catálogo de la exposición se convirtió además en un libro de consulta sobre las ilustradoras olvidadas».

Pedro Porcel, uno de los mayores expertos sobre historieta en nuestro país, es una de las voces más autorizadas a la hora de explicar la evolución del papel de la mujer en el tebeo. Para Porcel es necesario entender la Guerra Civil española como un paréntesis en la relación entre mujeres e ilustración. «En la década de los años veinte surge BB (1917), el primer tebeo para niñas, una suerte de hermana del popular TBO, aunque todos sus autores eran masculinos». Posteriormente, la revista Pipo y Pipa, durante los años treinta, alcanza una gran tirada, y es en estos años cuando ya aparecen nombres destacados en la ilustración infantil, como Piti Bartolozzi (hija de Salvador Bartolozzi, editorial Calleja) o Manuela Ballester, pareja del muralista Josep Renau

En Barcelona destaca en los años treinta Mercè Llimona, autora de ilustraciones de cuentos «con una calidad artística muy superior a la habitual», en palabras de Porcel. Con el comienzo de la Guerra Civil, Llimona marcha a San Sebastián, donde colabora en Flechas y Pelayos y posteriormente en Mis Chicas (1941), una revista promovida por Consuelo Gil, la editora de mayor importancia durante la década de los cuarenta, años en los que también surge Florita. Gil editaba en paralelo la versión masculina, Chicos (1938), que es incautada por la Falange. En opinión de Porcel, Mis Chicas no ofrecía una ideología marcada en exceso y la presencia de mujeres ilustradoras posibilitó que, entre sus contenidos, se publicaran biografías de mujeres destacadas en los campos de la Ciencia o la Literatura, entre otros. 

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Otro de los expertos consultados es Álvaro Pons, divulgador y crítico de tebeos, quien coincide con Porcel en el seguidismo ideológico que reproducen las historietas para acomodarse a la moral de la sociedad y evitar cualquier incomodidad en sus lectores. Para Pons, hasta finales de los cincuenta no se produce una revisión profunda de los contenidos de la historieta: «La censura no entraba en los contenidos. Se trataba de un tijeretazo estético. Se preocupaban más por la longitud de las faldas».

* Lea el artículo íntegramente en el número 90 (abril 2022) de la revista Plaza

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