Ganador del Goya por Arrugas, Premio Nacional del Cómic y... electricista. Paco Roca se siente en los Desayunos con Maestros de la Rambleta para hablar sobre el "lastre" de los premios y su próximo proyecto audiovisual
VALENCIA. Los Goya no pasan para Paco Roca. Cuatro años después de haber recibido el máximo galardón de la industria cinematográfica española el historietista lo sigue contando como si no fuera con él, aunque desde entonces sea considerado por la opinión pública como un maestro. Que no lo dice él, sino La Rambleta. El centro cultural convocó ayer una nueva edición de Desayuno con Maestros, un evento que nació con la vocación de unir a 25 jóvenes vinculados al sector de las artes y la comunicación con algunos de los primeros espadas del sector cultural regional. Silencio, se habla.
Roca estudió para ser electricista y perpetuar así una tradición familiar que “sólo duró una generación”. Su pasión por los tebeos lo llevó a estudiar diseño gráfico y de ahí a trabajar en el mundo de la publicidad, de la que aprendió que quería la libertad de contar esas historias que le venían impuestas. El aprendizaje por descarte es lo que ha definido su camino, detectar aquello que no va con él. “Me resultan más productivas las películas que no me gustan que las que sí. Me dan para pensar qué está mal”
“No me gustan los cómics en los que el único valor es visual, cuando te das cuenta de que al dibujante sólo le gusta eso, dibujar, pero no cuenta ninguna historia”. Frente al espectáculo el poso, aunque sus primeros proyectos como historietista no podían ser más diferentes a los que ahora desarrolla. En 1994 pintó sus primeras viñetas en Kiss Comix, una revista erótica. “Ahí descubrí lo importante de la documentación, tuve que ver mucho porno. Era muy cutre estar repitiendo la postura del misionero”, bromea (¿) el dibujante. Como lector perdió la virginidad, después de unos preliminares con Zipi y Zape y Tintín, de la mano del fanzine Víbora, “sexo, droga y rock n’roll”.
Los premios Goya consiguieron lo imposible: que Paco Roca se pusiera en traje, “cosa que no hacía desde que tomé la comunión”, recalcó en su discurso de agradecimiento cuando recogía el cabezón al mejor guión adaptado. Con Arrugas llegó su hit, la obra que lo elevó desde un sector “poco mediático” al mapa cultural nacional. El éxito entendido como fama parece que no va con él, dice que tiene “el ego por dentro”, bien escondido. “Tenía la sensación de que había robado algo que no me pertenecía”. Pero, ojo, no es sencillo nadar en las aguas del éxito.
“Los premios son a veces más un lastre que un apoyo, te hacen ir por el camino hecho, arriesgar menos. Existe la sensación de que tienes que satisfacer a los lectores”, explica Roca, que reconoce que las “concesiones” artísticas que se debe hacer en la industria cinematográfica por cuestiones presupuestarias no siempre compensan. “España no es Francia. Es muy difícil vivir aquí de la cultura, de lo que genera su obra. Son muy pocos, es una élite. Yo soy una isla en este océano. No hay nada peor como ver que tu obra pasa desapercibida, es muy frustrante ver como desaparece”.
Años de trabajo, no siempre recompensados económicamente, para crear una pieza que siempre nace desde la inseguridad y la incertidumbre. Momento de mirar al futuro, su próximo proyecto audiovisual nació entre las páginas del diario Las Provincias y, después, El País Semanal. Roca se estrenará como director con Memorias de un hombre en pijama, un personaje convertido en su “alter ego heroico”.