VALÈNCIA. Las dudas acerca de que el candidato socialista, Pedro Sánchez, trate de afrontar un pacto de izquierdas si, como apuntan los distintos sondeos, es el aspirante más votado, no dejan de incrementarse en los últimos días de campaña. El debate celebrado el lunes fue una clara muestra: la mano tendida de Pablo Iglesias contrastó con la distancia aplicada por el líder del PSOE, quien desplegó un discurso especialmente alejado en política territorial y rehuyó cualquier posible compromiso respecto a un gobierno de coalición. Una postura que, más allá de la lógica estrategia electoral de tratar de amasar el mayor número de votos posible, evidenció que en la calculadora de Sánchez caben muchas más variables que la de un pacto con Unidas Podemos.
Una posición que, no obstante, deja en una situación compleja de explicar en las Comunidades Autónomas (CCAA) a las federaciones socialistas, entre ellas la valenciana, donde gobiernan aliados con los morados y con Compromís. De hecho, en este sentido, es digno de recordar el funambulismo que tuvo que llevar a cabo el líder del PSPV y presidente de la Generalitat, Ximo Puig, tras las elecciones de abril para no reivindicar a Sánchez un acuerdo en términos similares a Botànic. "La situación de la Comunitat no es la misma que en España", señalaba entonces el jefe del Consell, dado que en tierras valencianas existía "una mayoría de PSOE, Compromís y Podemos" mientras que en el ámbito estatal no era "posible".
Un discurso que se ha ido moldeando en cada momento. En otra época, cuando Sánchez se acercó a Ciudadanos en sus primeras elecciones, Puig tenía más fe en un acuerdo de izquierdas pese a que los números de por sí no alcanzaban la mayoría e incluso en 2016, se atrevía mostrarse favorable a un pacto 'a la valenciana' emulando el discurso de Compromís.
Unos tiempos en los que la relación entre Puig y Sánchez no era especialmente buena, lo que derivó en que el líder del PSPV se posicionara a favor de derrocar al entonces secretario general del partido y, posteriormente, respaldara a Susana Díaz en las primarias que ganó el dirigente madrileño, lo que le permitió retomar el liderazgo.
Desde entonces, la relación pasó por un proceso de deshielo que ha conllevado la recuperación de una parte importante de la sintonía perdida. Ahora bien, y aunque las declaraciones de Puig en abril fomentaban el respaldo a la actuación de Sánchez, lo cierto es que el entorno del presidente de la Generalitat no ha digerido especialmente bien este regreso a las urnas promovido por su jefe de filas.
Quizá por ello, Puig puso sobre la mesa este mismo miércoles, en plena semana de campaña, a la Comunitat como ejemplo de los "avances" que debe acometer el Ejecutivo central que salga de las urnas este domingo: "Queremos que a partir del día 10 haya un gobierno en España que colabore con el Gobierno valenciano para mejorar la vida de las personas". Una reflexión en la que el presidente de la Generalitat desprende su deseo de que en Madrid se produzca un acuerdo de izquierdas que pueda asemejarse al Botànic II, un pacto que PSOE y Podemos comparten en seis comunidades autónomas.
Una tesis que, a día de hoy, no parece recoger Sánchez, quien en ningún momento de la campaña ha admitido o deslizado la posibilidad de llegar a un acuerdo con Pablo Iglesias y los suyos, y menos aún que éste pudiera incluir un gobierno de coalición. Un escenario que abocaría al PSOE, en caso de ser la fuerza más votada tal y como apuntan los sondeos, a buscar una abstención del PP u otras combinaciones que serían complicadas de defender para los socialistas valencianos de Puig y, menos aún, a sus socios del Botànic, Compromís y Unides Podem.