VALÈNCIA. “Mis padres viven en la calle Serranos. En el primer piso hay un hotel ilegal. Cada día hay alguien diferente y se han vivido situaciones muy desagradables, como encontrarse a gente durmiendo en el rellano. Mi padre sólo ha vivido en dos sitios, Estados Unidos y el barrio del Carme, y el otro día me dijo: ‘Me quiero ir’. No me lo podía creer”. J. es madre de dos niños y se considera una valenciana de toda la vida. Desde que volvió a València no se había sentido así. Está superada por lo que Toni Cassola, de Amics del Carme, califica como tsunami turístico.
Son muchos los vecinos del casco antiguo que dicen estar “hartos”. Que sostienen que el turismo no es un maná. Lo saben de primera mano. Y que no están solos. Lo ven en los ojos de Barcelona, ciudad donde el turismo se ha convertido en el principal problema, por delante incluso del paro, según la última encuesta del barómetro municipal. La promesa de los millones de euros que aportan los turistas no compensan. Y lo sostienen en un verano que se anuncia de récord.
El turismo crece en prácticamente toda España. En València mucho. Las cifras hasta mayo hablan de un incremento de los extranjeros en la ciudad. Si se acude al registro del aeropuerto de Manises, los números son de por sí significativos. En mayo habían pasado por él 297.893 pasajeros, con un incremento con respecto a 2016 del 16,61%. En el acumulado del año han llegado a València por vía aérea 1,17 millones de pasajeros. 342.806 eran españoles y el resto, 834.850, extranjeros. El incremento con respecto al curso pasado supera el 15%.
Pero son cada vez más los que consideran que este aparente éxito no lo es. Que este millón de visitantes no es una buena noticia. Se sienten “invadidos”. Por ese motivo este viernes 30 se ha organizado una protesta satírica, grotesca dirían algunos. Es una manifestación de turistas que recorrerá Ciutat Vella. La red Entrebarris y colectivos vecinales se hallan detrás de esta acción contra lo que denominan como “turistificación del centro histórico”. El Carme, Velluters y Mercat serán testigos de cómo reclamarán, con sorna, más pisos para turistas y menos para vecinos.
La manifestación-protesta, que empezará a las siete y media de la tarde en la Plaza de la Botja, realizará a su paso diferentes acciones simbólicas por todo el casco histórico medieval, como una subasta de inmuebles o la venta de un conocido edificio patrimonial de la ciudad. El lema está claro: València está en venta; ¿cuánto está dispuesto a pagar por ella? Los participantes deberán ir vestidos como turistas, trolleys y maletas incluidas.
En el punto de mira de los vecinos la masificación del turismo, una deriva en la que se ha confundido el ingreso con el beneficio, el dinero con la riqueza. Hablan de un proceso desmesurado de “expulsión de vecinos y vecinas” condicionado por las exageradas subidas de los alquileres así como por la no renovación de los contratos. “Cada vez que alguien vende un piso, los vecinos nos asustamos”, relata otra habitante del Carme; “en mi edificio se han vendido dos y estamos preocupados por si los han comprado para apartamentos turísticos”.
Los organizadores de la protesta aseguran que reivindican “el derecho a la ciudad de los vecinos y vecinas” así como demandan acciones que aseguren el acceso a la vivienda y la permanencia en la misma. Desde esta posición, critican al Govern de la Nau por promover unas políticas urbanas al servicio de la industria del turismo.
Entre estas, curiosamente, algunos vecinos señalan a la peatonalización como una medida que sorpresivamente se ha vuelto contra los ciudadanos. “No deja de ser paradójico”, apunta Toni Cassola de Amics del Carme, “que una medida que se ideó para hacer las ciudades más habitables se haya convertido en algo perverso”. El motivo, que la calle no queda “para disfrute del paseante, no es una calle ganada para el peatón”. Terrazas, tiendas, locales de servicios… Cada metro de acera se grita y a veces casi se pelea. De ahí que haya quien, de manera proactiva, se ha puesto ya de uñas contra los próximos proyectos de peatonalización del barrio de la concejalía de Movilidad Sostenible. Y más tras los resultados, dicen, de la de la calle Serranos, que algunos consideran una ocasión perdida.
Cuando se otea el horizonte y se observa lo que ha sucedido en otras grandes ciudades turísticas, las perspectivas no son buenas. Venecia es el paradigma. La ciudad italiana pierde habitantes al mismo ritmo que durante la peste de 1630, según afirma el historiador de arte Salvatore Settis en Si Venecia muere. Un referéndum ciudadano (no legal) ha demostrado que la mayoría de los venecianos no quieren cruceros en la ciudad. Se podría hacer una red de ciudades que quieren librarse de los cruceristas.
En el Govern de la Nau aseguran que son percepciones. Para ello citan los datos “objetivos”, dicen, de una encuesta realizada por la Concejalía de Desarrollo Económico Sostenible sobre la oferta de vivienda turística y apartamentos de València. En ella un 69,10 % de los vecinos de la ciudad afirman que no les molestan los ‘turistas de apartamento’, mientras que el 21,8% asegura que este tipo de inquilinos genera más molestias que los propietarios.
Es por eso que la vicealcaldesa Sandra Gómez descartó este miércoles que en València haya sentimiento de turismofobia como en otras ciudades. “La encuesta refleja que la sociedad valenciana es acogedora y buena anfitriona. Desde la administración debemos guardar ese equilibrio. Esa percepción no tiene por qué cambiar”, aseguró.
La importancia estratégica del turismo y el hecho de que las ciudades son marcas, no se les escapa incluso a quienes se movilizan en contra de la masificación. Ello no es óbice para que insistan en que hay un problema nuevo en la ciudad y se llama turismo. Es por eso que Cassola asegura no comprender por qué el Ayuntamiento no toma cartas en el asunto. “Salvo que haya una agenda oculta de querer convertir el Carme en un parque temático, no se comprende porque no estamos viviendo en un barrio residencial”. Al tiempo que recuerda que se está viviendo “una burbuja” con el turismo, condicionada por la inestabilidad mundial. “Si ahora que estamos de vacas gordas no se toman cartas en el asunto…”
Los vecinos afirman estar sobrepasados. “Antes iba todos los sábados al Mercado Central; ahora no me lo planteo”, relata J. La presión turística es tal que incluso hay vendedores que han vuelto a plantear la posibilidad de que el Mercado cambie sus horarios. El turismo como marco de todas las cosas.
El problema con el que se encuentra el consistorio es que tiene las manos atadas. Ya este mes de febrero el alcalde Joan Ribó reclamó al Gobierno central que impulse una reforma de la Ley de Haciendas Locales para, entre otras cosas, facilitar a los municipios el control de los inmuebles en manos de empresas que se dedican al negocio de los apartamentos turísticos, parte esencial del problema. Y este mismo mes, el pasado día 8, el presidente de la Generalitat, Ximo Puig, anunció que convocará una cumbre de ciudades afectadas sobre vivienda y turismo para afrontar una cuestión que “debe pasar de ser un conflicto a convivencia, crecimiento y trabajo”.
Aunque por ahora sigue siendo un conflicto. Las pintadas con el lema ‘Tourist, go home’ ya no son anecdóticas. Ya lo advertía la propia encuesta del Ayuntamiento de València sobre apartamentos turísticos: uno de cada cinco valencianos (21,8%) no quiere turistas en su finca. Este viernes una manifestación satírica lo recordará.