VALENCIA. Esta semana tres hitos televisivos le han quitado las ganas de vivir a quien esto escribe. Uno, la barba del contertulio de los debates ‘seek & destroy’ Miguel Ángel Rodríguez Bajón. No la había visto hasta ahora, culpa mía tener la TDT un poco abandonadita, y hay que reconocer que llena la pantalla. Una pena que César Vidal se halle en otros frentes, como el de apoquinar en Hacienda dos millones y medio de euros que debe, y no pueda acompañarle en la mesa vestido de vaquero, como ya nos ha sorprendido en alguna ocasión.
Tampoco da muchas ganas de vivir el nuevo programa de La Sexta sobre música. En esta columna nos llevamos quejando años de que ya no hay programas musicales. ‘Cachitos’ está bien para pasar el rato, pero por dios, queremos algo que deje las canciones enteras. Nuestros deseos fueron escuchados para burlarse de nosotros con un programa como ‘A mi manera’, que dando fe del dicho de que las buenas intenciones pavimentan la carretera al infierno, no ha llegado a ofrecer mucho más que publicidad, autobombo y humor involuntario.
¿Tan difícil es hablar del proceso creativo que da lugar a una canción, el contexto social que la explica y la situación vital de un artista que la moldea, poner cuatro vídeos antiguos y contar alguna batallita? Pueden grabarlo con el iPhone y ponérnoslo a las cuatro de la mañana, solo dennos ese servicio. Pero no. Tenemos esto.
Y si el martes en cuestión en que se emitieron todas estas imágenes uno se iba al refugio con el rabo entre las piernas, es decir, a La2, la imagen del mundo era igualmente lamentable. Emitieron ‘Coto de caza’ (The hunting ground) de Kirby Dick. Un documental sobre la impunidad con la que los deportistas de éxito becados en las universidades estadounidenses disfrutan de facto de derecho de pernada sobre las estudiantes en las fiestas locas que se montan por allí.
Cuánto más apreciado era un quarterback, venía a decir el documental, más complicado era que le empurasen si había cometido una violación, forzado a alguien o cualquier otra categoría en el amplio abanico de los abusos sexuales y físicos. Pobre, decía un “tertuliano” de por allí sobre uno de estos casos, todo este “lío” podría arruinarle su carrera a un prometedor joven deportista. ¡Cachis! Y para la semana que viene era igual: más dolor y pena. Documentos TV tratará la epidemia de alergias, en crecimiento exponencial, que sufren los residentes en núcleos urbanos. Un panorama muy halagüeño.
Visto lo visto en una mera tarde noche de zapping, solo nos queda una solución: escapar. Y de eso también se había ocupado en darnos información la televisión. En la anterior Noche Temática de TVE, se trató el asunto de la supervivencia en el espacio. ¿Cree que de algún modo este planeta no tiene solución, reventará, así como en la película ‘Interestellar’ y nos iremos a vivir a un donut sideral lleno de jardines y gente guapa que triunfa en la vida haciendo running? Pues espere unas cuantas generaciones que por ahora lo llevamos crudo.
Realizado en 2013 por Laura Farrenq, ‘Vivre dans l´espace’ analiza el trabajo llevado a cabo hasta ahora por el ser humano para poder salir de este planeta e instalarse en otros lugares del espacio. Disponible íntegro en la web de RTVE hasta el 28 de febrero de 2016 http://www.rtve.es/alacarta/videos/la-noche-tematica/noche-tematica-vivir-espacio/3485938/, el documental parte de la frase del un pionero soviético que sentenció “la Tierra es la cuna de la humanidad pero no se puede vivir en la cuna para siempre”. Con una música bastante chula permanentemente –algo que afean algunos televidentes franceses en los comentarios que han dejado por la red sobre la pieza- sabremos las dificultades que tendremos o tendrán nuestros hijos, mejor dicho, para escapar de la jauría.
Para empezar, llevar un litro de agua a una estación espacial cuesta 20.000 euros, pero para eso hay un sistema de reciclado que reproduce con máquinas el ciclo del agua en el planeta. El problema es la ingravidez. En este estado los huesos se debilitan, la masa muscular se atrofia, especialmente los de la columna vertebral, el corazón se acelera y la visión se modifica. Es, sí, como pasarse la vida sentado frente al ordenador. Un envejecimiento acelerado. La ciencia investiga en la actualidad cómo paliar estos efectos con dietas o ejercicios, pero ninguna de las dos medidas son suficientes para mantener la salud de los astronautas en una misión larga.
Y aunque no se sepa cuánto puede sobrevivir un ser humano en la ingravidez, el mayor problema no es ese, sino las radiaciones cósmicas. En la tierra el campo magnético del planeta nos protege, pero ahí fuera destruirían el ADN de nuestras células. Hasta ahora no se sabe si con los materiales que hay por ejemplo en la luna se pueden construir casas que nos protejan. En el caso de los trajes, el problema sería lo pesados que tendrían que ser. Actualmente, con aluminio y polietileno se limitan los daños al máximo en las estaciones espaciales, pero el mínimo daño ¿por cuánto tiempo se podría soportar?
No tan problemático pero no menos inquietante son los problemas de la convivencia en espacios reducidos. Seis habitaciones y un baño tiene la estación espacial, imagínense el panorama. La vida es monótona, los trabajos repetitivos. Permanecer mucho tiempo ahí arriba es psicológicamente complicado. Al más mínimo roce con un compañero, se desencadenan verdaderos dramones. Es curioso, puesto que el documental habla por la experiencia de todas las misiones que se han lanzado, pensar todo lo que nos podríamos haber ahorrado en déficit educativos y culturales poniendo una cámara en la estación espacial y prescindiendo de Gran Hermano. El resultado sería el mismo pero se aprendería algo.
No obstante, la solución a estos problemas parece que es la convivencia entre ambos sexos. Claudie Haignerre, astronauta francesa entrevistada, explica que la convivencia se vuelve “más refinada” entre hombres y mujeres, que si no se deja la higiene, la gente no cuida su imagen y cambia hasta la forma que tiene de desplazarse por la nave. Los rusos, cuenta el documental, siempre cerraron la puerta del espacio a las mujeres, pero ahora ni se plantean una misión sin ellas.
Parece en cualquier caso que nunca veremos estos cambios porque llevará décadas apreciar tímidos avances en este sentido, pero ‘Vivre dans l´espace’ deja una puerta abierta a un desarrollo mucho más rápido, una evolución basada en la fuerza motriz favorita de la humanidad: el negociete.
Existe una demanda cada vez mayor de turismo espacial, ya se han dado casos llevados acabo por los rusos de hecho –pobres pioneros soviéticos si vieran en qué ha terminado toda su obra- y el documental aventura que no tardará en haber hoteles adheridos a las estaciones espaciales y que su mera existencia servirá para desarrollar con mucha mayor rapidez la solución a los problemas que plantea la estancia en el espacio.
Eso sí, los turistas tendrán que ser obscenamente ricos para soltar varios millones de dólares por sus vacaciones. De hecho, solo la prueba de antigravedad que se hace en un avión durante unos minutos ya cuesta seis mil euros. Aunque no faltan clientes que la reciben solo por placer. De modo que lo que se deduce de todo esto es que los pringaos ni oleremos el sueño espacial a no ser, me imagino, que seamos violentamente guapos y ascendamos la escala social en un periquete.
La noche temática de la semana pasada se completó con otro documental, ‘Aventura en el espacio’, este realmente extraordinario, sobre el encuentro que mantuvieron los integrantes de la misión Apolo con los de la Soyuz en 1975, en plena Guerra Fría. También disponible hasta el día 28.