Cultura

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Breslavia, la Venecia polaca

  • Vistas a la isla del Castillo, con los dos templos religiosos sobresaliendo. Foto: OLGA BRIASCO
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VALÈNCIA. Apenas llevo un par de horas en Breslavia (Capital Europea de la Cultura en 2016) y en mis primeros pasos para conocer la ciudad me vienen ecos de la mágica Praga, de la imperial Viena e incluso de esa Berlín comunista de los años sesenta. Un corto paseo que me lleva a cruzar varios puentes —como en Venecia— y que, precisamente, uno de ellos me acerca hasta el mismísimo Vaticano, con sus curas con sotana paseando alrededor de la catedral. Rasgos diferentes para una misma ciudad cuya explicación la encuentro en la historia: desde la Edad Media ha pasado por manos checas, austríacas, alemanas y polacas, adoptando cada vez un nombre distinto y añadiendo nuevas capas a su cultura y patrimonio hasta conformar su identidad actual. 

Una historia que voy a ir descubriendo poco a poco, acompañada de unos seres pequeñitos que me encuentro en rincones escondidos —sí, como los Diminutos— y que llaman mi atención. ¿Habrá algún periodista? ¿Y algún scout? Tendré que fijarme bien para encontrarlos. Tengo la sensación de que Breslavia no es como otras ciudades de Polonia que he visitado (Varsovia, Cracovia, Poznań o Łódź), quizá por el omnipresente río Óder y sus cuatro afluentes, que se extienden por toda Breslavia formando doce islas y creando canales atravesados por unos ciento treinta puentes. Quizá es esa mezcla de estilos. No lo sé, mañana ya descubriré más, que ahora toca mi festín: una cerveza con pierogis.

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