Opinión

el dedo en el ojo

'Ambassadeur' Ximo Puig

  • Ximo Puig y Pedro Sánchez en el mitin del PSOE celebrado en las elecciones de 2023. FOTO: EDUARDO MANZANA
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VALÈNCIA. El Consejo de Ministros aprobaba, el pasado 20 de febrero, el nombramiento del expresident de la Generalitat y exsenador territorial socialista Ximo Puig como embajador ante la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), en París. Una decisión sobre la que se rumoreaba ya tiempo atrás. Este era el premio que Pedro Sánchez concedía a uno de sus ‘barones’, después de que el Partido Popular lo desalojara de Presidencia de la Generalitat en las elecciones autonómicas de 2023.  Puig, periodista y president de la Generalitat Valenciana en las dos últimas legislaturas (2015-2023), ha desempeñado responsabilidades políticas en todos los niveles institucionales. Alcalde, diputado en el Congreso, en Les Corts, presidente autonómico y senador. En todos. 

El de embajador ante la OCDE es un puesto, además de codiciado, que debería ser ocupado por una persona con reconocida carrera diplomática. Así que su nombramiento debería escandalizarnos, pero ya hace tiempo que nada lo hace. Al menos, los afectados, es decir, la Asociación de Diplomáticos Españoles volvía a fruncir el ceño ante la noticia sobre todo porque antes, Sánchez había destinado a tres de los suyos a puestos de envergadura tras haberse quedado sin sitio en su Consejo de Ministros. Hablamos de Carmen Montón, embajadora observadora de España ante la OEA; Miquel Iceta, multipremiado desde que dejara paso a Salvador Illa en Cataluña, y Héctor Gómez, representante permanente de España ante la Unesco y embajador de España ante las Naciones Unidas, respectivamente. Ambos, como Puig, sin ningún tipo de experiencia en estas lides. Así, sin anestesia ni nada. Podría alguien pensar que el presidente del Gobierno no sufre de complejos con estas designaciones, que, como buen líder, es de los que no deja colgados a los suyos. Pero esto no lo ha inventado Pedro. Lo cierto es que, durante décadas, hemos visto acciones de este tipo con otros jefes de ejecutivo, incluso, diría, más dolorosas.

Precisamente, el nombramiento de uno de los que ocupó el cargo que ahora ostenta Puig, el de José Ignacio Wert, fue uno de los que más portadas ocupó. El fundador de Demoscopia, presidente de Sofres, tertuliano pero, por encima de todo, infausto ministro de Educación, el peor valorado del Gobierno Rajoy, fue premiado por el gallego con el caramelito de la OCDE, después de que el propio Wert le solicitara el puesto tiempo atrás, ya que su pareja, Montserrat Gomendio, quien ocupaba el cargo de secretaria de Estado de Educación, es decir, la número dos de Wert cuando surgió la love story, había sido nombrada, sorprendentemente, directora adjunta de la Dirección de Educación en el mismo organismo internacional. De fábula. Ni el Partido Popular daba crédito a la generosa decisión de Mariano. A la pareja dinero no le hacía falta, pues el patrimonio de Gomendio era, per se, holgado, pero su estilo de vida acaparó las portadas de la época. Bon vivant.

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