VALÈNCIA. (VP/EP). El Museu de Prehistòria de València abre las puertas de sus sala de exposiciones temporales a 'Cabezas cortadas. Símbolos de poder', una muestra dedicada al ritual de cortar cabezas, ya sea como forma de veneración o para humillar al enemigo, creada y producida por el Museo Arqueològic de Catalunya. A través de más de medio centenar de piezas arqueológicas y etnográficas de diversos museos, iconografía artística, audiovisuales y recursos interactivos, la exposición, que se podrá visitar hasta marzo de 2019, ilustra este fenómeno alrededor del mundo desde la antigüedad hasta el mundo contemporáneo para conocer sus raíces y su amplia dimensión cultural.
El recorrido expositivo pone de relieve el ejercicio de la violencia en sus múltiples modalidades como elemento recurrente a lo largo de la historia y su existencia aparece a menudo asociada al poder. La escenificación de esta violencia a través, por ejemplo, de la exhibición pública de las cabezas cortas desprende una fuerte carga simbólica todavía presente en nuestro imaginario colectivo y sirve como instrumento para imponer, de manera individual o colectiva la voluntad arbitraria y subjetiva de unos sobre otros. Así lo han explicado los comisarios de la muestra Carme Rovira y Gabriel de Prado, -del Museu Arqueològic de Catalunya, en Barcelona y en Ullastret, respectivamente- durante la presentación de la muestra junto al director en funciones del Museu de Arqueologia de Catalunya, Jusep Boya; la jefa de colecciones del Museu de Prehistòria de València, Maria Jesús de Pedro; y el diputado de Cultura, Xavier Rius.
Las colecciones ibéricas del Museu Arqueológic de Catalunya, únicas en este género y nunca expuestas de manera tan amplia, reciben ahora el máximo protagonismo. Las cabezas del poblado del Puig Castellar se muestran, algunas por primera vez, junto a los cinco cráneos descubiertos en 2012 en la ciudad ibérica de Ullastret. También se exhiben piezas relevantes el Museo de América de Madrid, del Museo Nacional de Antropología, Museu Etnològic i de Cultures del Mon de Barcelona, Museu de Granollers, Museu i poblat ibèric de Ca n'Oliver, Cerdanyola del Vallés, Museo Numantino de Soria y algunas del Museu de Prehistòria de València. Restos humanos y armas, son algunas de las principales piezas que conforman esta exposición, acompañadaas de un audiovisual que repasa todo el trabajo realizado desde los hallazgos arqueológicos hasta llegar a esta muestra.
El primer hallazgo de restos humanos ibéricos en el noroeste de la península ibérica se había producido en 1904, durante las excavaciones del poblado del Puig Castellar en Santa Coloma de Gramenet, han explicado los comisarios. Pronto uno de los cráneos recuperados llamó la atención porque estaba atravesado por un gran clavo de 23 centímetros de largo y se dedujo que se exhibía públicamente clavado en la muralla cerca de la puerta del yacimiento. Aunque la conservación parcial de los restos humanos se empieza a detectar en los poblados de l península ibérica en la edad de bronce, las cabezas cortadas atravesadas por clavos son un fenómeno característico de la edad de hierro y en concreto de la cultura ibérica, especialmente en los siglos III y II a.C.
Así, la exposición habla de "identidad y rituales", especialmente en el mundo íbero, ha subrayado los comisarios. La presencia de restos humanos, especialmente cabezas, en los yacimientos de Ullastret se documenta de manera reiterada desde el inicio de las excavaciones en 1947 y los estudios antropológicos han identificado como mínimo una treintena de individuos adultos con trazas de decapitación y otras lesiones que son objeto de estudio multidisciplinario.
En 2012 se realizaron intervenciones arqueológicas en el área noroeste del Puig de Sant Andreu (Ullastret) y se comprobó que el yacimiento era más grande de lo que tradicionalmente se pensaba. Documentaron un nuevo tramo de calle, sobre la calzada del cual quedaban dispersos restos de cráneos humanos en un estado de conservación excepcional. Además, gracias a un minucioso trabajo de un equipo pluridisciplinario y el uso de técnicas de laboratorio de última generación se ha podido hacer la primera reconstrucción científica del rostro de un íbero, un guerrero que murió joven --entre 16 y 18 años-- a finales del s.III o a pricipios del s.II a.C.