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RTVE.es repone ‘El Orgullo del Tercer Mundo’ de Faemino y Cansado, la cima del humor español

El programa, de media hora, marcó un antes y un después en el humor español a principios de los 90. El dúo cómico decidió aprovecharse de ello, pero para continuar su carrera al margen de la caja tonta y llenar durante años teatros de todo el país

17/09/2016 - 

VALENCIA. En los 80 ocurrían fenómenos muy duros en el patio del colegio. Cuando Joaquín Prat inventó aquello de “¡A jugar!” en su programa El Precio Justo muchos niños lo repetían sin parar durante todo el día. Para ellos era lo más. Ocurrió lo mismo con el “veintidó, veintidó, veintidós” del Dúo Sacapuntas en 1,2,3. Incluso en los 90 seguía la fiebre de repetir lo visto en televisión con el programa de Alfonso Arús en Antena 3, ‘Al ataque’ con su “qué mala zuerte” y demás. Todo el mundo repetía estas coletillas televisivas, unos con más entusiasmo que otros, hasta que llegó el cisma: la aparición de Faemino y Cansado.

Cuando empezó a popularizarse el programa ‘El orgullo del tercer mundo’, su estúpido grito televisivo “qué va, qué va, qué va, yo leo a Kierkegaard” no todo el mundo lo repetía irreflexivamente como hasta el momento habían mandado los cánones. Había chavales a los que eso no les hacía gracia. Y no se conformaban con echarse a un lado, criticaban con mala sangre a los humoristas cuyo programa grababa la gente de madrugada desesperadamente para verlo al día siguiente. Aquello no tenía gracia y solo le gustaba a los gilipollas, decían.

Muchos gilipollas debía haber en España porque aquellas madrugadas llegaron a reunir un millón de espectadores –de los de antes- para ver esos programas de media hora. En cierto sentido, supusieron una ruptura con todo lo que imperaba. No parodiaban, sino que presentaban situaciones surrealistas. No contaban chistes al uso, sino deliberadamente sin gracia. Y ofrecían un espectáculo que en muchos momentos parecía estar improvisado y eran ellos mismos los que se descojonaban. Ese detalle le daba un punto de desparrame, de falta de seriedad, que, lógicamente, es de lo que mejor puede presumir un espacio de humor. Si no para reírnos nos habríamos puesto el ‘Más vale prevenir’ de Ramón Sánchez Ocaña.

Según contaron en su entrevista en Jot Down, sus primeras apariciones televisivas fueron con Norma Duval en un programa de televisión que se grababa en el Casino de Palma. Allí tuvieron “una aparición estelar que fue una calamidad”. Luego pasaron a ‘Cajón Desastre’, el programa de Miriam Díaz-Aroca, un magazine matutino infantil que, al contrario que su predecesor, La Bola de Cristal, estaba enfocado para niños y no para adultos molones. Antes de aparecer en la caja tonta, como ocurría en aquellos tiempos sin YouTube, habían actuado en el parque del Retiro de Madrid y en los bares de la ciudad.

Una nueva generación de humoristas

Como ellos mismos reconocieron, su propuesta rompía con la tónica habitual en el humor que había imperado hasta entonces en televisión. El chiste y la parodia quedaban atrás para ofrecer planteamientos con ambición cultural, por más humilde y elemental que esta fuera. Carlos Faemino y Javier Cansado situaban como referentes de su generación al Gran Wyoming, Pablo Carbonell, Pedro Reyes y Las Virtudes.

‘Orgullos del tercer mundo’ hubo dieciséis y un especial, inolvidable con su “Carromato de hombres fenómenos de Viudo de Gómez Honrubia” y el “hombre Túporaqui”. Nunca más volvieron a la televisión. En aquel momento estaban como para encargarles los programas de Año Nuevo, pero el dúo decidió volver a los pequeños escenarios, en teatros y salas de fiestas, antes que quemarse en las pantallas.

Usar la televisión para lanzar tu carrera en lugar de ser explotado por ella no es una táctica tan habitual, si exceptuamos a los famosos de nuevo cuño, y para lo que es seguro que les ha servido es para que nadie jamás haya podido decir hasta ahora que ha visto a Faemino y Cansado y que ya no le han hecho gracia, que se repiten, o que sus gags son decadentes y a estas alturas dan vergüenza ajena.

Decía Cansado en Jot Down: “no volveríamos a televisión como dúo, no ya por no fumar sino porque ya está, ya se acabó. La tele fue una parte de nuestra vida, fue un escaparate maravilloso, nos dio prestigio, dinero; en fin, todo lo que tiene que darte y ya está. Ya se hizo”. Casi, casi los mismos planteamientos que los concursantes de Gran Hermano.

En el diario 20 Minutos se reafirmaban: “De eso podemos presumir Faemino y Cansado, de tener buen público y de haber renunciado a más dinero para tener más libertad y ser más felices. Cuando renunciamos a la televisión éramos conscientes de eso, no nos hacía felices y fuimos al teatro”.

De modo que ahí reside el valor de los capítulos del Orgullo del Tercer Mundo que está subiendo la web del ente público. En que son únicos e irrepetibles, siempre y cuando el dúo no se desdiga de su promesa. Para quien no haya ido a verlos durante todos estos años o no piense hacerlo, son la única referencia que queda de su humor; sus escenas en la consulta del psiquiatra con los problemas morales que ocasionaba la ingesta de cordero lechal al paciente, el cómo colarse en la cola de cualquier lugar, con su calabozo, y el número que aún mantienen, el mejor, el de Arroyito y Pozuelón, de profesión contar chistes sin gracia.

El orgullo entre bastidores 

Un amigo de esta columna, Óscar, asistió a la grabación de estos programas en 1993. Se hacía en la Sala Galileo Galilei de Madrid y de tres en tres episodios. Explica “no se hacían cortes para nada, alguna vez intercalaban algo enlatado, pero era en casos muy puntuales. El público que asistía era muy heterogéneo, recuerdo una vez que había unas señoras muy mayores a las que sacaron a participar en el “concurso Zubizarreta” y estaban un poco fuera de lugar, aunque terminaron dándolo todo. Encontrabas gente de veintipocos años que sabía a lo que iba, pero a muchos con cara de póker que no sabían ni entendían qué presenciaban”.

Todo regado de pelotazos, como siempre ha sido en esa sala: “El público como en cualquier otra actuación en ese lugar estaba tomando copas, aunque nos amontonaban delante del escenario para que diéramos una sensación de piña. Estábamos apelotonados, pero no importaba porque así estábamos más cerca. Hacían unas tomas generales del público y luego eso era lo que utilizaban en los planos de recurso. Recuerdo que ahí, cuando había que aplaudir, había gente que se venía muy arriba, se metían mucho en su papel de público cuando estaban en primer plano”.

Concluye Óscar que su irreverencia ha ido a más con los años. Y es cierto. No faltan alusiones a la monarquía o números como el del “Cocodrilo pornográfico”, colgado en YouTube, donde se habla tranquilamente de “chupar pollas”, algo que nunca hubiéramos visto en la televisión pública so pena de lapidación mediática, y que nos los van regalando en cada gira.

No obstante, lo más reseñable es que este programa, “para una inmensa minoría”, como decía el lema de La2 en aquellos años, es que ha hecho gracia también fuera de nuestras fronteras. Como explicó Cansado en Esquire: “se ha vendido para muchos países: Nueva Zelanda, Bélgica, Suiza… Con lo cual, se entiende de lo que se habla al no utilizar referencias de la fama, de la política y tal. Eso es intangible, y la gente lo entiende. Tú ves a Monty Python y lo entiendes. Tú y mucha parte del mundo, porque trabajan eso. Trabajan, además, el mundo del absurdo, que es algo muy cercano a la poesía. Son referencias un poco más etéreas. No es hablar de Bárcenas, ni de política, ni de Carmen Sevilla, ni de cosas así”.