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Sabina Urraca: "Me da mucho miedo cuando el tema se superpone a la novela. Daña la ficción"

La autora publica 'El celo', una historia sobre la domesticación y el deseo

10/06/2024 - 

VALÈNCIA. Este no es otro libro sobre la relación entre mascota y humano. Sabina Urraca arma en El celo (Alfaguara, 2024) en realidad, el espejo de una Humana y una Perra, en un momento en el que el deseo y la relación con el mundo se complica para las dos (por supuesto) desde lugares diferentes. La primera vuelve a cambiar de vida para alejarse de una relación abusiva; la segunda se ubica en una nueva vida con su adopción, mientras pasa su primer celo.

Con este marco, la escritora consigue armar una historia que complejiza, de esa manera inédita que le caracteriza, algunos temas contemporáneos. En sus manos, los lugares comunes dejan de serlo.

- ¿Por qué hay algunos personajes que tienen nombre y otros no?

- En una primera versión, tanto la humana como la Perra sí que tenían nombre, pero me di cuenta de que, cuando adoptas a un perro, generalmente tardas un poco en ponerle nombre. Además, poner nombre, tanto a un animal como a un humano que nace, es la forma de integrarlo en la sociedad o hacerlo formar parte de algo, pero al mismo tiempo es el primer paso hacia la domesticación. Es decir, es dar la vida (o una nueva vida a algo), y al mismo tiempo es dar la muerte a algo salvaje y sin nombre que está ahí.

Tampoco tienen nombre la abuela y la madre. Les despojé de nombre pensando en los cuentos, en los que los personajes son la cigarra, la hormiga, la liebre… En los cuentos de los pueblos, la niña que se cayó al pozo, por ejemplo. Incluso los nombres que conocemos son en realidad sobrenombres: Caperucita Roja, Blancanieves, Ricitos de oro… Los personajes de la novela igual, son como arcanos del tarot o nombres de fábula. 

- Sobre el deseo. El feminismo ha puesto, con opiniones muy dispares, el tema encima de la mesa. ¿El libro nace de ese debate, o desde la intuición de tu imaginación y llevaba el tema pegado?

- Jamás, salvo que tenga que escribir una columna, partiré de temas de actualidad. De hecho, me da mucho miedo cuando alguien quiere me habla de su novela y me dice que es “una novela sobre la corrupción”. “Ya, pero ¿qué pasa en tu novela?” “No es sobre la corrupción urbanística”. Me da mucho miedo cuando el tema va antes que novela. Ofrecer una enseñanza o una tesis me parece algo que daña a la ficción.

Obviamente, el deseo es un tema que, en entrevistas que me hacen o en columnas, sí que puedo hablar de ellos, pero en mi novela estoy contando la historia de estos personajes. Ni siquiera estoy intentando representar arquetipos de mujer ni hablar de la feminidad en general. Lo que me interesa es la complejidad de los personajes y las contradicciones. La contradicción de un personaje, de hecho, es lo que más se aleja de un planteamiento, de dar una solución a una problemática social (algo que, como mujer me interesa, pero no necesariamente como escritora).

- Claro, pero como lector, uno no se puede alejar precisamente de leerlo desde el prisma de su propia opinión, ¿no? La Humana sirve como espejo de la contradicción de un debate público que existe: su deseo y el arquetipo de la víctima.

- Creo que ya nos vamos alejando de esta idea de víctima perfecta como un ser débil al que solo hay que soplarle para que caiga. Es algo completamente absurdo. A mí me interesaba construir a la Humana como un personaje potente, no para quitar prejuicios, sino para que el Predicador se fije en la Humana. Un ladrón no se mete a una casa a robar si no hay nada, primero ojea y mira si hay algo valioso dentro de esa casa, y entonces decide meterse. Yo también necesitaba que la Humana tuviese un gran tesoro que robar, y este era ese poder sexual y esa vida desprejuiciada (un poco también a salvo de los dolores y las problemáticas femeninas contemporáneas).

La Humana ha sufrido discriminación en el trabajo por ser mujer, abuso sexual… Lo que sufren las mujeres de esta sociedad. Pero antes de conocer al Predicador, casi se ríe de todo eso; tiene una potencia de la hostia. Lo que pasa es que cada persona tenemos unas pocas personas en el planeta que son capaces de tocar ciertos botones y nos desactivan. Puedes ser una persona complicadísima, que sales indemne de todo, y de repente alguien te hace pling y te tumba.

- En este reflejo que haces entre la Perra y la Humana, ¿qué aspecto has visto que no se refleja una con la otra?

- Hubo un momento del libro en el que la Humana y la Perra, de alguna manera, avanzaban a la par, pero enseguida me di cuenta de que un perro se recupera mucho antes que un ser humano. Entre otras cosas, porque un perro vive mucho menos. Me pareció interesante como, Perra y Humana apaleadas y jodidas, a lo largo del libro se van recuperando. Y en esa recuperación, es como si la Perra fuese un perro de trineo y la Humana fuese un trineo vacío que se va golpeando y dando tumbos.

- El hecho de que la Humana sea bisexual, ¿le da una mayor capacidad, o al menos otras capas, a las cuestiones sobre el deseo?

- Me he dado cuenta recientemente de que todos mis personajes son bisexuales. Supongo que porque yo soy bisexual y para mí es una convicción muy profunda y una forma de vivir, no solo la sexualidad o el amor, sino mi propia identidad. Eso también se lo doy a mis personajes; porque, de alguna forma, para mí es lo normal, es lo neutro, un punto de partida natural. Y, otra vez, no tiene nada que ver con una decisión política (de hecho, ahora quiero explorar personajes masculinos, que podrán ser bisexuales también, claro). Pero para mí es la forma natural de las cosas. Yo misma no he vivido algo parecido a una salida de armario o algo parecido, siempre lo he vivido con normalidad, y eso también se lo regalo siempre a mis personajes.

- Cuando cortas la narración novelística con otros formatos como los foros de internet o un horóscopo, lo haces de una manera especial que consigue que el lector se deje llevar, no se frustre, que incluso genere misterio. ¿Cómo lo consigues?

- Es la vez que más me he permitido cortar el texto. En vez de decir “la Humana busca…” directamente he puesto la búsqueda y las respuestas de internet. En prácticamente todo lo que he escrito está presente la búsqueda en internet, indagar en y desde la soledad. Además, la literatura no autoconsciente, la de las conversaciones en foros o en Whatsapp, es un formato que me fascina. ¡Me interesa más que los libros! Encuentro mucha poesía y mucha literatura en ello. Estamos todo el rato leyendo y escribiendo, todo el mundo es escritor. A mí eso me encanta.

La idea de cortar el texto es que la Humana, que está tan sola y quiere mantenerse en silencio, la única manera de mantenerse así es seguir en silencio y, lo que pueda, preguntárselo a internet. Para introducir estos otros formatos, me ayudó mucho mi libro de cabecera haciendo este libro: Sistema nervioso, de Lina Meruane. Cuando en un corte sentía que perdía el ritmo, abría Sistema nervioso, leía y pensaba “vale, puedes hacerlo. Puedes cortar cuando quieras y pasar a lo siguiente. No necesitas nada más”. Mi intención es cada vez irme saliendo más de una narración más clásica y poder ir a trozos todo el rato.

- Hay algo muy misterioso en las metáforas que implican sensaciones corporales. Cuando una metáfora tiene como referencia algo visual o cualquier otro atributo fácilmente identificable, ahí está la lucidez de cada escritor. Pero describir la angustia o la tristeza genera una complicidad diferente con el lector. En este caso, me fascina la precisión con la que escribes este segundo tipo de metáforas. ¿Desde dónde las piensas?

- Estoy absolutamente obsesionada con la metáfora. Yo voy viviendo en el mundo, caminando por ahí, y constantemente siento que cada cosa es metáfora de otra. Tengo siempre a medio escribir un cuento que empieza con una acción en la que pasa algo y, de pronto, hay una metáfora y la narración inicial se abandona para siempre para narrar la metáfora. Mi gran objetivo de algún día es hacer eso con las metáforas.

Mientras escribo un libro —y esto lo he hablado con otras amigas escritoras— las metáforas aparecen casi como una manía persecutoria en la que sientes que todo es una posible metáfora para tu historia, y de repente todo significa algo.

- Se ha escrito mucho sobre la dualidad pueblo-ciudad. ¿De qué manera has esquivado algunos lugares comunes que se han generado a lo largo de estos últimos años?

- A mí me gusta porque creo hay diversidad en las narraciones acerca de la vida rural: desde una divinización del campo hasta el reflejo de un espacio hostil. A mí me interesaba otra cosa: este pueblo al que los abuelos no pueden volver, esta situación intermedia en la que ellos se compran una residencia de verano que está cerca del pueblo, como para sentir que están cumpliendo con él; como si de lo debieran, aunque sea un pueblo que no pueden soportar. 

También esta idea de la Humana, que en la ciudad está pasando todo ese miedo, se plantea esconderse ahí, en ese lugar intermedio. Y no tiene por qué ser un refugio, a la Abuela le expone constantemente a su pasado, aunque la mantiene un poco protegida.

Para pensar en todo esto, fui al pueblo del que proceden mis abuelos, que se fueron muy de niños de allí. Eran muy pobres, se fueron a vivir a una ciudad cercana, y nunca volvieron. Fui en coche y, mientras nos acercábamos, me di cuenta (y la Humana lo siente igual) que su patria y sus raíces no son eso, sino los cuentos que le contaba su abuela, que no tiene nada que ver con el lugar.

Todo el mundo tiene su pueblo, su lugar, su identidad. Yo no lo tengo. Creo que, en realidad, pertenecemos a las historias que nos han contado, al relato que nos hemos contado a nosotros mismos, más que a un lugar determinado.