VALÈNCIA.- Salvador Puigdengolas ya no es el decano provincial de los ingenieros industriales; ha dado el salto al mandato autonómico. Sus responsabilidades se han incrementado pero también su capacidad para impulsar a un colectivo clave en el tejido valenciano, que engloba desde el automóvil a la digitalización. «Nuestra relevancia no es solo económica, sino también social, aunque todavía debemos ganar en percepción y presencia», reivindica este funcionario de carrera en la Generalitat, que desde 2011 milita en el Colegio Oficial de Ingenieros Industriales de la Comunitat Valenciana (OIICV). Su estrategia pasa por involucrarse más en instituciones como la CEV o Femeval, así como trabajar en estrecha colaboración con la Administración autonómica, una relación que se ha enfriado por los últimos cambios en la Conselleria de Industria.
—¿Se han visto afectados por la dimisión del director general de Industria, Diego Maciá?
—Teníamos muy buena relación con él y con la actual secretaria autonómica, Blanca Marín. Siempre pongo en valor el trabajo de ambos, porque conforme llegaron, dialogaron con todos los colectivos y nos pusieron a trabajar al unísono. De ahí salieron iniciativas como la Ley de Modernización de Áreas Industriales o la Mesa de Seguridad Industrial. Ahora todo eso se ha quedado parado, y ahí hago mías las palabras de Vicente Lafuente cuando pidió que el trabajo no cayese en saco roto.
—¿Su condición de funcionario le impide ser crítico con la Administración?
—Hay que separar la parte profesional de la faceta colegial, del mismo modo que tengo amigos a los que trato como clientes cuando vienen a mi trabajo. Yo tengo un cargo en el Hospital La Fe, así que estoy en una parte muy concreta de la Administración, pero no dudaría en ser reivindicativo si hiciera falta. Si hay conflicto de intereses en las juntas, me abstengo y dejo que decida la asamblea, siendo consciente de que luego tendré que defender esa resolución hasta el final.
—¿Qué peros le pone a la nueva Ley de Áreas Industriales?
—Le veo una falta, más que un pero, y es que debería engranar todas las legislaciones que afecten a las áreas industriales. Ya lo dije en la CEV cuando estaba de actualidad el incendio que se produjo en Fuente del Jarro: debería haber un Plan de Emergencias, no solo en cada empresa, sino en cada polígono. Y este a su vez depender de un plan local, y este de otro autonómico. Es una idea que a Maciá le pareció bien, pero ya no está en la Ley.
—Y al contrario, ¿cuáles son los grandes logros del texto?
—Me parece bien categorizar las áreas industriales en tres tipos (básico, medio y avanzado) porque nos permitirá ser más competitivos. También generar municipios estratégicamente industriales, ya que atraerá la inversión. No solo pública, sino también extranjera. Tenemos que saber vendernos.
—¿Parc Sagunt va a ser uno de esos grandes polos de atracción?
—Sí, como lo fue en su día Almussafes. Es que la Comunitat es la Florida del Mediterráneo, pero necesitamos atraer más capital extranjero. Recuerdo que Pepe Campillo ya planteó hace años, en una Noche de la Economía, que aprovechásemos el Brexit para atraer a los inversores británicos. Entonces sonaba a locura, y ahora resulta que gracias a la crisis social de Cataluña se han instalado en la Comunitat tres de los primeros bancos de España.
—¿Está paralizada la Ley de Seguridad Industrial?
—Desde que se fue Maciá, nadie nos ha convocado para seguir trabajando en ella, y es necesaria. Apostamos por la libre competencia y concurrencia, pero necesitamos un marco regulatorio donde todos juguemos con las mismas cartas. Con la Ley Ómnibus de liberalización de los sectores había una serie de proyectos de visado obligatorio. Ahora son mínimos, pero las instalaciones industriales han crecido un 48% de 2003 a 2016, y necesitamos profesionales que las revisen. Tampoco ayuda la figura de la declaración responsable, que ha fomentado el intrusismo y la inseguridad.
—Habla de mejorar la percepción de los ingenieros, ¿no están suficientemente prestigiados?
—A nivel social, sí, pero no tanto en las instituciones. Hemos perdido mucha presencia en ellas. También porque nosotros tenemos un carácter endogámico y nos olvidamos de trabajar en otras facetas. Somos muy cuadriculados, como dicen por ahí, pero eso, a la vez, nos da perspectiva. Nuestra formación interdisciplinar nos permite aplicar el conocimiento técnico a otros campos.
—¿Como por ejemplo?
—El turismo, que está viviendo un momento dorado, y podría contar con los ingenieros. Ya sea para participar en la transformación digital del sector, en la eficiencia energética de las instalaciones o en la mejora de los procesos organizativos. Con todo esto se consigue apostar por un turismo de calidad, alejado de la estacionalidad y lo prestado, que es donde realmente debemos competir.
—¿Seguimos dependiendo en exceso del sector del automóvil?
—El principal cliente de la Comunitat es la Unión Europea, con unas exportaciones del 61%, y más del 20% son vehículos. Pero también hay empresas punteras en agroalimentario, como Mercadona o Dulcesol. Incluso casos tan curiosos como el de Istobal, con los trenes de lavado. Hay que apostar por el textil, el calzado, el juguete, la cerámica... Y estamos en el lobby de Ferrmed para lograr el Rin-Ródano-Mediterráneo. Ya no solo por la construcción del Corredor, sino por la explotación.
—¿Por qué se oponen a que los ingenieros técnicos accedan al funcionariado A1?
—Ha habido mucha confusión con la entrada del Plan Bolonia. Antes, si hacías tres años eras diplomado en Ingeniería Técnica, y con cinco, ingeniero superior. Ahora hay un grado y un máster, que entiendo que se corresponden con la diplomatura y la licenciatura. Pero se permite que tanto unos como otros accedan a una plaza A1, y eso puede ser un error. Me decían desde las universidades que se han planteado denunciar porque así no se incentiva que la gente se saque el posgrado.
—Decía que a los ingenieros que se fueron a Alemania no les compensa volver.
—Muchos compañeros emigraron a Alemania o Suiza porque las retribuciones son muy elevadas. Quizá en Madrid y Barcelona los sueldos estén mejor, pero en la Comunitat necesitamos crear empleo de calidad. Eso se consigue apostando por la innovación y teniendo actividad puntera. También poniendo en valor las FP técnicas, porque a lo mejor no necesitamos tantos ingenieros, pero sí gente que sepa de soldadura. Detecto un exceso de grados, empezando por la ramificación de las ingenierías, que son Industrial, Informática, Telecomunicaciones...
—¿Son los ‘telecos’ los perfiles del futuro?
—Están entre los más demandados, pero en la era digital vamos a ver muchos nuevos perfiles. Hará falta gente que conozca herramientas de tratamiento y análisis de datos; con idiomas para moverse por el mundo; e incluso con conocimientos en redes sociales como herramienta de venta. Dicen que el 40% de las empresas que no se adapten a la digitalización va a desaparecer. Yo no crearía tal grado de alerta, pero sí que empezaría a trabajar para lo que nos espera.
Este artículo se publicó originalmente en el número 41 de la revista Plaza