LAS CIUDADES INVISIBLES  

Sandycove: entre el espíritu del Ulises y los berberechos

20/09/2016 - 

VALENCIA. No es cierto que en los centros sucedan siempre las cosas más extraordinarias. En ocasiones, las periferias están repletas de prodigios. Pude comprobarlo durante mi estancia en un pequeño pueblo de pescadores en el sur de Dublín, capital de Irlanda. El pueblo se llama Sandycove y fue el lugar en el que un veinteañero James Joyce estuvo a punto de morir. 

Existe una orden secreta -ya no tanto si figura en este articulo- llamada Orden Finnegans. Está compuesta por una serie de escritores que adoran a un único dios. Literario en este caso: James Joyce. Y a una de sus creaciones: Ulysses, concretamente. Esta orden de raigambre española está compuesta por literatos como Enrique Vila-Matas, Jordi Soler, Eduardo Lago, Malcolm Otero Barral, Antonio Soler o Marcos Giralt Torrent, entre otros. Cada 16 de junio, día conocido como el Bloomsday en honor a la novela Ulysses, estos caballeros cumplen con una curiosa tradición: leer fragmentos de la famosa obra en la Torre Martello, quizás es lugar más emblemático de todo Sandycove. Pero, ¿por qué es tan famosa esa torre? Y sobre todo, ¿es la única que existe? 

 

Comencemos por el principio: dos únicos días son suficientes para conocer Dublín. Para conocerlo en su superficie, naturalmente, pues la capital irlandesa quizá sea una de las que posean mayores recovecos y rincones insólitos apenas transitados. El servicio que ofrecen los trenes DART son perfectos para moverse por algunos de los extrarradios dublineses. Y quizás sea aquí, en los confines de lo conocido, donde aguarden las mayores sorpresas. 

El misterio de la Torre Martello

Convendría advertir al lector viajero que son muchas las Torres Martello enclavadas en distintas partes del mundo. Martello es la contracción del nombre de una antigua fortaleza situada en el cabo Mortella de Córcega. Los soldados ingleses, hace ya un buen puñado de lustros, decidieron que tal vez esas torres rechonchas y no especialmente terroríficas, serían eficaces para defender su imperio de un tipo peligroso y avaricioso llamado Napoleón Bonaparte. Así pues, los ingleses encargaron la construcción de unos cuantos de estos bastiones -de unos doce metros de altura- donde se cobijaban una veintena de soldados dirigidos por un oficial. En Irlanda quedan actualmente poco más de quince Torres Martello. Ninguna es comparable a la de Sandycove por su especial intrahistoria, pero no es desdeñable tampoco la que se ubica en otro pueblo pesquero vecino, Howth, en cuyo interior está alojado un museo insólito: el Museo de la Radio Vintage. Creado en 2003 por el conservador Pat Herbert, contiene en su interior una vasta colección de radios, gramófonos y micrófonos. Lejos de constituirse como una empresa comercial con la que ganar dinero, Herbert conserva esta torre-museo por su amor a la radio. 

 

Una vez realizado este paréntesis y advirtiendo de que son muchas las Torres Martello con las que un viajero esmerado puede toparse a lo largo de su vida, es justo centrarse en la que es, con todo mérito, la Torre Martello más famosa de todos los tiempos, pues es allí, en un episodio titulado Telémaco, donde comienza el Ulysses: 

Majestuoso, el orondo Buck Mulligan llegó por el hueco de la escalera, portando un cuenco lleno de espuma sobre el que un espejo y una navaja de afeitar se cruzaban. Un batín amarillo, desatado, se ondulaba delicadamente a su espalda en el aire apacible de la mañana. Elevó el cuenco y entonó: 

-Introibo ad altare Dei. 

En esa misma torre que ahora puede visitarse tras un zigzagueante paseo, es donde Buck Mulligan y Stephen Dedalus -protagonistas de la novela- dan comienzo a su aventura. Los amigos observan desde la planta superior de la torre la bahía de Dublín. Entre bromas, molestias y pesadillas da comienzo el periplo de aquel 16 de junio. En la actualidad, la torre es uno de los muchos museos dedicados a James Joyce. En este caso, gracias a la iniciativa de Sylvia Beach la primera editora de la obra maestra. 

 

En septiembre de 1904, James Joyce fue como invitado a esa misma torre para vivir una semana acompañado de dos camaradas: John Gogarty -estudiante de medicina y poeta en sus ratos libres-, al que el escritor convierte en Buck Mulligan en Ulysses, y Samuel Chanevix Trench,un tipo pedante transmutado en Haines gracias al relato de Joyce. Lo cuenta muy bien Alfonso Zapico en su cómic Dublinés, Premio Nacional de Cómic 2012. Esta biografía ilustrada de James Joyce junto a la novela homenaje Dublinesca de Enrique Vila-Matas, se revelan como un acompañamiento perfecto para visitar la Torre Martello. Pero, ¿qué ocurrió en aquella torre en la que Joyce pensó por vez primera en la que sería su obra maestra, Ulysses? Pues bien, Trench tuvo una pesadilla en la que aparecía una pantera y comenzó a disparar contra la chimenea. Gogarty, por su parte, se lió a tiros con las cacerolas de la cocina. Una de ellas rozó a Joyce sin provocarle daño alguno, pero el exceso de whisky y cerveza negra habían provocado tales alucinaciones a los jóvenes que creyeron volverse locos. Ahora, en la planta baja de la torre se venden libros y uno puedo acceder a una escalera limitada donde pueden verse algunos objetos del escritor: chaleco, bastón, su famosa guitarra, petaca donde guardaba el alcohol, cartas, manuscritos... El segundo piso acoge el despacho de Joyce o lo que sus responsables han creído que podría ser. Pero, sin duda, lo mejor de la torre son sus vistas y su contundente sensación de convertirte, de pronto, en escritor. No es extraño que un personaje como Bono, cantante del famoso grupo U2, comprara una de estas torres para vivir en ellas, pues unas pocas horas deambulando por su cilíndrica estructura dan al viajero el clima de exotismo tan propio para cualquier creador de mundos. 

 

Las otras no virtudes de Sandycove

Podría decir que Sandycove es mucho más que James Joyce pero estaría mintiendo, pero además: ¿acaso un único lugar excepcional no merece un viaje? Es cierto que el mar de este pueblo que sirvió como balneario es sublime: su color “verdemoco” que tan bien describía Joyce, las gaviotas felices que picotean en las algas del mar mientras unas discretas olas golpean la maciza mole de la torre. Tal vez convenga una visita rápida a la Fourty Foot Pool (La piscina de los Cuarenta Pies), un estanque o caleta donde los hombres irlandeses podían bañarse desnudos. Este lugar es también escenario del Ulysses, cuando Dedalus, Mulligan y Haines discuten mientras se bañan acerca de la monarquía y la iglesia. En la década de los 70, con la aparición de los movimientos de liberación femenina, muchas mujeres se apropiaron del lugar y dejó de ser un club de natación de caballeros. En la actualidad, familias completas de turistas mojan sus cuerpos en estas aguas gélidas que, según los lugareños, tienen estupendos atributos corporales. 

 

Salir con hambre del baño tiene una recompensa alimenticia que no es para el gusto de todos, pues la gastronomía dublinesa no posee un especial brillo. En los 'enrededores '(neologismo utilizado por Joyce) de Dublín se capturan un gran número de berberechos. Cuenta la tradición que antes de ser recogidos tienen que haber bebido tres veces del agua de abril, es decir, que la marea debe subir tres veces antes de ser recogidos. Junto a ellos, los mejillones, las algas y ostras, son los aperitivos más suculentos que se sirven en las tabernas acompañando a las Guiness. Para finalizar la estancia, en Sandycove hay un guiso local que propongo degustar del siguiente modo: en una mano, el tenedor para pinchar el sabroso plato de berberechos con panceta, patata troceada y en plan blanco con mantequilla y ostras. En la otra, por su puesto, un ejemplar del Ulysses al que ir dando cuenta, entre trago y bocado.