VALÈNCIA. Durante prácticamente una semana entera Italia se paraliza para seguir Sanremo, su festival de la canción y todo un símbolo nacional que sirve no solo para reivindicar la música, sino también para reverenciar a sus ídolos y para sacar pecho por su idiosincrasia. Desde el pasado martes hasta el sábado, la Rai emite una serie de ‘seratas’ de una duración aproximada de cuatro o cinco horas en las que cabe de todo, desde lo serio a lo chabacano, prácticamente sin descanso y sin diferenciación entre una cosa y otra. En cualquier caso, además de que aparezca la influencer Chiara Ferragni como copresentadora lanzando mensajes feministas o su marido Fedez morreándose con Rosa Chemical, lo importante, se supone, son las canciones.
En esta edición desde el principio todo parecía indicar que Marco Mengoni iba a convertirse en el triunfador. Y así fue, no hubo demasiadas sorpresas, a pesar de que este año contaba con una novedad, en la final, en vez de tres finalistas, se amplió el número a cinco. Mengoni, como muchos de sus compañeros más jóvenes, procede del concurso de talentos Factor X, que ganó en 2009, y ya venció en la edición de Sanremo de 2013 y participó en Eurovisión con L’esenziale. Ahora, diez años después, ha repetido el hito con un tema, Due vite, en el que demuestra sus habilidades vocales, pero que no tiene la fuerza ni la personalidad necesaria. Será el representante por Italia en Eurovisión de nuevo.
Este año el top 5 estuvo monopolizado por los cantantes masculinos baladistas, con la única excepción del rapero Lazza, que se convirtió en una de las pocas sorpresas de las sucesivas noches y quedó el segundo, seguido de Mr. Rain y su coro de niños entonando la preciosa Superheroi, Ultimo, otro de los favoritos con Alba y Tananai que, si el año pasado quedaba el último, en esta ocasión se ha resarció con Tango, una canción de amor en los tiempos de la guerra de Ucrania.
¿Y las mujeres? Sus resultados en la clasificación fueron discretos y solo rozó el pódium Madame, que sí tenía, a diferencia de Mengoni y sus colegas masculinos, personalidad, una canción potente y original, así como una presencia escénica arrolladora. Su Il bene nel male ya es un clásico instantáneo, al igual que los ritmos bailables de Elodie y su Due.
En los últimos tiempos el Festival de Sanremo ha mantenido un equilibrio entre lo viejo y lo nuevo, entre los artistas de larga trayectoria y los que acaban de empezar y tienen una proyección emergente. En esta ocasión, hubo pocas presencias históricas y una mayor cantidad de jóvenes generaciones. Nada que objetar. Así, entre Anna Oxa y Gianluca Grignani encontramos a Leo Gassman, nieto del gran Vittorio Gassman o joyitas pop como Ariete. Siempre hay alguna reaparición inesperada, como la de este año de Cugini Di Campagna, que vestidos con glitter y plataformón defendieron un tema de La Rappresentante di Lista, responsables del famoso Ciao, ciao del año pasado.
¿Qué pasa con Colapesce Dimartino? El dúo siciliano que se dio a conocer con Musica Leggerisima (que versioneó posteriormente Ana Mena en castellano) quedaron los cuartos el año de la victoria de Maneskin y ahora, con la imponente Splash han bajado a la décima posición, a pesar de ganar el prestigioso premio Mia Martini de la crítica y el Premio de la Sala Stampa Lucio Dalla. Sin duda, esta pareja se encuentra haciendo historia del pop indie italiano gracias a himnos que parten de la tradición a través de un toque contemporáneo. ¿Su genialidad alguna vez será recompensada en Sanremo? Esperemos.
La gala, que tiene lugar en el teatro Ariston de Sanremo, ha sido conducida de nuevo por Amadeus, director creativo del festival desde 2020 y que es precisamente el responsable de unir a esos nuevos talentos de la era de Internet con la vieja guardia. Por eso sus copresentadores fueron el mítico Gianni Morandi y la reina de las influencers Chiara Ferragni (en la primera y última serata), acaparando buena parte de la atención con sus modelos y sus reivindicaciones.
Pero, por supuesto, también hay espacio para las polémicas. Este año, Blanco protagonizó la del primer día. Después de salir triunfador del Ariston el año pasado junto a Mahmood gracias a la incontestable Brividi, llegaba para presentar su nuevo tema, pero tuvo problemas con el sonido de los auriculares y se dedicó a destrozar el escenario, razón por la que fue abucheado por el público. También hubo momentos de carácter puramente político. En la segunda serata, el rapero Fedez, invitado a participar, comenzó un tema con una improvisación para inmediatamente levantar una foto de Galeazzo Bignami, secretario de Estado de Infraestructuras y miembro del partido del ala ultra, vestido de nazi.
La noche anterior había acudido al festival el presidente de la República, Sergio Mattarella (la primera vez que un jefe del estado hace presencia) junto a Roberto Benigni defendiendo la Constitución, a lo que el ultraderechista Matteo Salvini reaccionó protestando. Tensiones que demuestran el peligro que corre la televisión pública en el año en el que el partido Hermanos de Italia podría hacerse con su control. Hubo rotundos no a la guerra de Ucrania y se reservó un espacio para que la activista iraní Pegah Moshir Pour recitase unos pasajes de la canción convertida en himno de las protestas del país, Baraye.
Sanremo ha demostrado un año más su poderío. El nivel de las canciones ha sido muy alto y el espectáculo que se ofrece resulta incomparable a cualquier otro, sobre todo porque se vive, se siente y, además, tiene un eco en la sociedad del país. Y, en ese sentido, da lo mismo que gane Mengoni, que te guste más o menos, porque siempre se convierte en una cantera de artistas que formarán parte de la historia de la música italiana de ayer y de hoy. Desde el amor a los clásicos y con la vista en el futuro.