LAS SERIES Y LA VIDA

Series que miran al pasado, en concreto, a la España del siglo XX

25/08/2018 - 

VALÈNCIA. A poco que hagamos un recuento así por encima, de andar por casa, nos damos cuenta de que una gran parte de las series españoles de los últimos años están ambientadas en el pasado. Y muchas de ellas en el siglo XX. Sin ser exhaustivos, tenemos Las chicas del cable (Netflix, 2017-), Fariña (Antena 3, 2018-), El día de mañana (Movistar+, 2018-), Cuéntame (TVE, 2001-), Velvet (Antena 3, 2014-2016), Velvet Colección (Movistar+, 2017-), Tiempos de guerra (Antena 3, 2017), Gran Hotel (Antena 3, 2011-2013), La otra mirada (TVE, 2018), Amar en tiempos revueltos (TVE, 2005-2012), Amar es para siempre (Antena 3, 2013-), El secreto de Puente Viejo (Antena 3. 2011-), El tiempo entre costuras (Antena 3, 2013-2014), L’alqueria blanca (RTVV, 2007-2013), Acacias 38 (TVE, 2015-), Seis hermanas (TVE, 2015-2017), La señora (TVE, 2008-2010), 14 de abril. La República (TVE, 2011), algunos capítulos de El ministerio del tiempo (TVE, 2015-2017)... La mayoría, además, son series exitosas, cada una en función de sus objetivos y características, entre las que hay de todo. No son comparables, ni pretenden lo mismo un culebrón de sobremesa como Acacias 38 que la ambiciosa crónica social y política que es El día de mañana.

Por lo tanto, tenemos costumbrismo, claro, el relato de vidas cotidianas donde la Historia con mayúsculas se expresa a través de la historia en minúscula de los personajes, como en Cuéntame, L’alqueria blanca o Amar en tiempos revueltos y su continuación Amar es para siempre. Hay culebrones llenos de amores apasionados e imposibles, desamores, venganzas, traiciones, héroes, heroínas, villanos y arpías, como en El secreto de Puente Viejo o Velvet. Hay melodramas de gran empaque y presupuesto, pero que en realidad son también culebrones, aunque estos de lujo, como Las chicas del cable o La señora, en las que las tramas románticas y el tono folletinesco ocupan un lugar central. En la mayoría de las que hemos citado, la ambientación histórica es importante y, en algunos casos, supone un auténtico alarde de producción y dirección artística, pero, en unas más que otras, acaba al servicio de las convenciones del género. La transformación de Amar en tiempos revueltos en Amar es para siempre expresa bastante bien esta cuestión. El retrato de un tiempo violento, infeliz y oscuro, la guerra y la posguerra, es patente en las primeras temporadas. Pero poco a poco el folletín y el costumbrismo acaban imponiéndose al discurso sociopolítico y los clichés proliferan.

Amar… o Cuéntame son series de gran éxito que, sin embargo, reciben ciertas críticas por una supuesta mirada condescendiente con el momento histórico, la dictadura franquista. En realidad no hay tal, lo que hay es, sobre todo en el caso de Cuéntame, dada la mayor proximidad cronológica, cierto ejercicio de nostalgia no de la época ni de las circunstancias políticas, por supuesto, sino de la memoria íntima, de esos interiores de las casas obreras, de los juegos de la infancia, del 600 y la tele en blanco y negro. De aquello que apela al recuerdo de las y los espectadores que se reconocen en los vestidos estampados, los pantalones de pana, los floripondios del papel pintado, la mesa camilla y el sofá de escay. Este costumbrismo es una de las claves de su éxito, sin duda, porque también es cierto que la serie no ha dudado en mostrar la dureza de la vida durante la dictadura, aunque moviéndose siempre en un discurso que no pone en cuestión la versión oficial de la Transición.

Claro que luego llegan El día de mañanaFariña, esas dos series magníficas que abren un nuevo horizonte para las ficciones televisivas españolas por su nivel de calidad, su realismo, su discurso social y político y por el modo en que ofrecen una mirada crítica sobre nuestro pasado más reciente, y ponen las cosas en su sitio. Nada de nostalgia, ni costumbrismo amable, ni personajes entrañables. El realismo gana la partida y el retrato de nuestro pasado reciente resulta, ciertamente, bien áspero.

En cualquier caso, al margen del tipo de serie que sea, muchas de ellas permiten hacer un imprescindible ejercicio de memoria histórica y recordar, como hace por ejemplo El día de mañana mediante las imágenes originales, el momento, uno que muchos quieren que olvidemos, en el que el dictador nombra heredero al entonces príncipe Juan Carlos y como este, en nombre de Dios y sobre los santos evangelios, jura lealtad al Generalísimo y a los principios del Movimiento Nacional y las leyes fundamentales del reino. Por su parte, Fariña nos ha recordado la connivencia de los políticos con los narcotraficantes. Las chicas del cable y, otra vez El día de mañana, recuerdan la represión y la persecución sobre las personas LGTB ejercida en los años 20 en el primer caso, durante la dictadura de Primo de Rivera, y en los años 70 en el segundo, durante la dictadura franquista.

Una parte sustancial de estas narraciones se centra en los enormes obstáculos a los que se han enfrentado las mujeres en cualquiera de esas épocas y su batalla por la igualdad y los derechos. Y lo cierto es que están elaborando algo así como una historia de las mujeres en España. Tiene que ver, por supuesto, con el hecho de que es una cuestión que atraviesa nuestro tiempo, pero también con el tipo de producción audiovisual que impera. Aquí, mención especial a Las chicas del cable y el modo en que cuenta la historia de los grupos feministas de la época y la persecución de que eran objeto, que acabó con muchas de ellas en la cárcel, como muestra la serie, y a La otra mirada, que reivindica el papel esencial de algunas escuelas femeninas de los años 20 que cambiaron la educación que recibían las mujeres. Por su parte, El ministerio del tiempo, en varios de los capítulos ambientados en el siglo XX, ha llevado a cabo homenajes a algunas de las grandes figuras de la cultura como Federico García Lorca o Luis Buñuel, además de traer a nuestros días la memoria casi perdida de Las Sinsombrero, mujeres artistas e intelectuales de aquellos años cuya obra y aportación cultural ha sido minimizada o incluso ocultada hasta hoy.

Dentro de poco se sumará a esta colección de miradas actuales sobre nuestra historia reciente la comedia Arde Madrid, serie dirigida por Paco León sobre las andanzas de Ava Gardner en España y que formará un buen tándem con Beberse la vida, el excelente libro de Marcos Ordóñez sobre el mismo tema, que pone ante nuestros ojos atónitos el mundo canalla y libertino de la noche madrileña durante los años cincuenta y sesenta, uno en el que el nacionalcatolicismo parecía quedar muy lejos para las elites que podían disfrutarlo.

Puede parecer que, a estas alturas, no es gran cosa hablar del movimiento feminista en los años 20, recordar a Lorca o a Las Sinsombrero, pero no hay más que ver cómo anda el patio con la exhumación de los restos del dictador y el destino del Valle de los Caídos y cómo la ultraderecha está ganando posiciones y actuando cada vez con más impunidad mientras su discurso es asumido muy irresponsablemente por partidos como el PP y Ciudadanos. Conviene recordar que la segunda temporada de 14 de abril. La República, aún no ha sido emitida por TVE, a pesar del gran éxito que tuvo la primera temporada. Lleva siete años en un cajón, desde que el PP llegó al gobierno en 2011. Lo mismo sucede con Volveremos (Felip Solé Sabaté), producida en 2012, ganadora de varios premios y ya emitida por TV3, una miniserie sobre La nueve, la compañía de soldados españoles que lucharon en la Segunda Guerra Mundial y que liberaron París de los nazis. O con El precio de la libertad (Ana Murugarren), miniserie sobre la vida de Mario Onaíndia, ex miembro de ETA y político vasco, realizada en 2011, emitida por la ETB y que sigue en algún cajón de la televisión pública.

Las series no están solas en esta revisión del pasado. La reivindicación de la memoria de quienes perdieron la guerra, ocultada durante demasiado tiempo, es la que encontramos en la serie de novelas que, incansable, dedica a las vidas de las víctimas de la guerra civil Almudena Grandes, o en Los surcos del azar, la extraordinaria novela gráfica de Paco Roca, por citar solo las más conocidas. Y miradas poco complacientes como las de Fariña y El día de mañana, que ponen en cuestión la llamada Cultura de la Transición, sus antecedentes y consecuencias, mostrando los aspectos más oscuros, hay unas cuantas. Ahí están las novelas de Rafael Reig (que ha acuñado el término, bien expresivo, de la Inmaculada Transición) e Ignacio Martínez de Pisón (no solo la ya adaptada El día de mañana), entre muchos otros; o películas como La isla mínima o Grupo 7, de Alberto Rodríguez, Salvador (Puig Antich), de Manuel Huerga, o El futuro, de Luis López Carrasco. En cualquier caso, es importante recordar, por obvio que sea, que las series, como las películas o las novelas, siempre están en presente, suceden aquí y ahora, aunque se refieran a tiempos pretéritos. Así pues, la visión que ofrecen del pasado, desde el costumbrismo amable, pasando por el folletín y el culebrón, hasta las obras más complejas, está hablando, en realidad, de nosotros y de nuestro tiempo.

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