'SERIES VINTAGE'

Si el 'Ministerio del Tiempo' viajara hasta Valencia encontraría historias más allá de la corrupción

La televisión en España relaciona diariamente lo valenciano con la corrupción. Los viajes intertemporales que ofrece la serie El Ministerio del Tiempo podrían mostrar mucho más de la historia de esta tierra más allá del estigma que arrastra como consecuencia de la actualidad informativa

2/04/2016 - 

VALENCIA. El valenciano está harto. Así lo manifiesta por las redes sociales en bastantes ocasiones mientras ve la televisión. Es un huérfano catódico. No va a encontrar en los programas de televisión de grandes audiencias un lugar donde verle reflejado, más allá de la cantinela reiterativa de “valenciano es igual a corrupto” que se exhibe a través de los canales estatales procedentes de Madrid. Cuando en estas cadenas se reitera este tópico, el valenciano se indigna, y el vacío se hace más evidente.

En los programas de actualidad informativa, donde las noticias mandan, el reguero sobre corrupción continúa, y claro está, de eso se habla: de tracas valencianas, pelotazos, comisiones y chanchullos. Situaciones que no pueden negarse, por otra parte. Pero una vez salimos de los programas de información, el cliché del valenciano corrupto ha calado por los poros de gran parte de las parrillas. 

En Ahora Caigo de Antena 3 el valenciano Arturo Valls hace chistes desde hace tiempo del tipo “déjame abrir la caja a mi, que soy valenciano y allí nos gusta meter la mano en la caja”, o “la paella y la corrupción como en Valencia en ningún sitio”. Incluso este mes de marzo presenciamos un “especial  Fallas”, en el que, junto a unos participantes disfrazados de fallera, de buñuelo, de petardo, o de artista fallero, aparecía un concursante disfrazado de ninot indultado, en cuya falla ficticia se representaba la corrupción de Valencia, vestido con un maletín con chorizos y billetes colgando. 

También El Intermedio ha sido objeto por segunda vez consecutiva de la protesta de una asociación valencianista por sus bromas. El año pasado Dani Mateo afirmaba entre chistes que el problema de la corrupción valenciana era “cosa de los genes”. La Comunidad Valenciana se ha visto reducida sin matices a ser la zona cero de la corrupción según la televisión, pese a que el problema está extendido por toda la geografía. 

La ficción, un reducto por explorar. El Ministerio del Tiempo, una posibilidad

Como chaleco salvavidas catódico nos queda como género la ficción, un posible reducto donde romper con los tópicos, que sin embargo se muestra de forma intencionada en España vacío de identidades. Al utilizar un tono neutro, la series españolas evitan de esta manera líos como los anteriores mencionados, aunque por contra generan nuevos desafectos. En el caso de las series de la televisión pública TVE, cuyo objetivo debería representar la diversidad del Estado, se acentúa cuando la mayoría de las producciones muestran como punto neurálgico Madrid y narran las historias únicamente desde una perspectiva centralista.

Existe actualmente, sin embargo, una serie en antena que ha roto con esta pauta en alguna ocasión y por cuyo sistema circulatorio podría fluir con mucha más abundancia precisamente todo lo contrario: El Ministerio del Tiempo. Original, atrevida, divulgativa y popular al mismo tiempo, esta fantasía de ciencia ficción se asienta bajo unos guiones que transcurren sobre un cuento del presente que se adentra en multitud de momentos del pasado histórico gracias a unas puertas del tiempo, de la mano de diversos personajes venidos de otras épocas: el memorable Alonso de Entrerríos, interpretado por el magnífico actor valenciano Nacho Fresneda, Torquemada bajo las tablas Juan Gea, la universitaria de la Barcelona de finales del siglo XIX Amelia Folch (Aura Garrido), o la sorpresa de la temporada, el policía madrileño de los ochenta Pacino, con un Hugo Silva probablemente en el mejor papel de su carrera.

La que para muchos de nosotros es sin duda la mejor serie española de la actualidad, se permite la fantasía de viajar en el tiempo, pero además tiene la ventaja de poder cambiar de entorno en cada episodio, y de esta manera puede permitirse salir de la capital o de aquellos territorios castellanos que demasiadas veces hemos visto, y nada dicen a ese valenciano crítico del que les hablo. 

La ficción de los hermanos Olivares ha pasado durante esta segunda temporada por el convento de las clarisas en la vallisoletana Tordesillas para conocer a Napoleón, o por la Alcalá de Henares de Cervantes, pero también ha cruzado el charco para viajar al Nueva York de Houdini, ha llegado hasta los alrededores de Valencia, en concreto la población de Algemesí con El Cid, o durante la última semana se ha embarcado con Julián (Rodolfo Sancho) en la aventura de los últimos de Filipinas.

La libertad de cambiar el tiempo y el espacio en cada capítulo dota a la serie de un valor único para la tarea que les comentaba: representar la diversidad, más allá, eso sí, de la breve cita de un lugar del que nada ni nadie se reconoce. Ocurrió cuando en el episodio de El Cid se nombró Algemesí, que al público valenciano le pilló desprevenido. 

La riqueza lingüística también se resiste a los viajes de la patrulla del tiempo cuando tendrían una expresión magnífica que dotaría de enorme riqueza al conjunto. En un episodio en el que aparecía la gallega María Pita, como ejemplo de ese esfuerzo de la serie por abrir los viajes más allá de la corte castellana, se citaba por el contrario La Coruña o Sanjenjo, en vez de A Coruña o Sanxenxo, con el consiguiente dolor de oídos para los espectadores gallegos. Mientras, en otro episodio un personaje cantaba una canción en húngaro con total naturalidad. 

Algo nos ocurre en la industria audiovisual española que somos incapaces de hacer convivir en la pantalla los diferentes idiomas de la península, como hacen en Europa, por ejemplo, en producciones como la serie noruega Operación Telemark (Kampen om tungtvannet), en la que cada personaje habla en la lengua de su procedencia, ya sea alemán, inglés, francés o noruego, y sencillamente se subtitula.

Queda todavía camino por hacer en pro de esos espectadores cuyas lenguas y cultura, más allá de los tópicos de corruptos o falleros en el caso de los valencianos, no se sienten representadas. Y si hay un espacio donde se podría romper con estos hábitos, es sin duda dentro del El Ministerio del Tiempo.

Historias valencianas con cabida en El Ministerio del Tiempo

Se podrían contar centenares de historias en El Ministerio del Tiempo alrededor de estas tierras. Tal vez la historia más jugosa sea la expulsión de los moriscos, obligada desde Madrid por la corte castellana, y que hundió la economía del Reino de Valencia, que perdió de golpe un tercio de la población. Interesantísima por ser una buena muestra de unas tensiones que se vienen repitiendo hasta la actualidad, donde se puede identificar un fino paralelismo con las dificultades actuales del Govern por recibir la financiación que desde hace tiempo reclaman al gobierno central. Pero también una historia que no puede ser más de actualidad porque nos recuerda a la tragedia del pueblo sirio. Tan poco hemos avanzado.

O el dicho de “Quan el mal ve d’Almansa, a tots alcança” (cuando el mal viene de Almansa a todos alcanza), que procede de los tiempos de la ocupación de las tropas borbónicas durante la Guerra de Sucesión con la huida tras la batalla de Almansa de los partidarios de Carlos de Austria a Xátiva, y el posterior asedio de la ciudad por los borbones, que guarda como recuerdo simbólico el retrato de Felipe V al revés desde 1940.

O El Compromiso de Caspe, o La Rebelión de las Germanías. Biografías como las de Juan Llorens, Luis Vives, Los Borgia, o Luis de Santángel, el judío valenciano que pagó la expedición de Colón. También la Guerra Civil, con la etapa de Valencia como capital de la República, o la huida en camión de los cuadros del Museo del Prado hasta Valencia. O el final de la guerra, con los últimos enclaves del gobierno de Negrín en la localidad alicantina de Petrer. Incluso la historia reciente y más oscura tiene cabida, por supuesto, como la visita del Papa a Valencia con la aparición estelar de El Bigotes

Por último, si se quiere acudir a las historias más lúdicas también las hay, como la venta de los derechos de Los 4 jinetes del apocalipsis de Blasco Ibáñez al cine de Hollywood, Lucrecia Bori, Concha Piquer, Nino Bravo o el Guerrero del Antifaz. Y por supuesto, pongo la mano en el fuego a que el público valenciano daría la mayor de las ovaciones a la serie si la patrulla del Ministerio del Tiempo lograse evitar el invento de la paella mixta, con nadie mejor que Eugeni Alemany como cameo de villano. Ojalá se pudiera hacer la prueba. Estoy segura de que al valenciano le encantaría. Y por fin alguien emitiría algo diferente sobre la Comunidad Valenciana.

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