La empresa Point nació en 1920 como un taller artesano en el que se trenzaban sillones en ratán. Hoy la cuarta generación, liderada por Paco Pons, es todo un referente en cuanto a innovación en diseño de mobiliario de exterior se refiere
VALÈNCIA.-En una estancia muy iluminada, con vistas a un mar que desde la ventana bien podría ser (o parecer) el Mediterráneo, tiene su base de operaciones un joven Paco Pons, biznieto de un emprendedor valenciano llamado José Pons —el tío Pepe ‘l’Estanquer’— de Gata de Gorgos.
Frente al Atlántico y entre los Everglades de Miami este valenciano se maneja con soltura y consigue que los productos que su empresa fabrica en la Marina Alta y en Asia lleguen hasta Miami, Los Ángeles, Nueva York, Chicago, Texas o Canadá. De la Costa Oeste se ocupa Álex, mientras que Paco Pons lleva la Costa Este. Desde los años ochenta la empresa Point está especializada en mobiliario de exterior.
Su bisabuelo Pepe fue la inspiración. Comenzó este tipo de industria en la comarca, que trajo de Uruguay. Con él, cuatro generaciones llevan trabajando el mimbre, el ratán y la médula en la Marina Alta. Casi un siglo de tesón, trabajo y mucho esfuerzo iniciado en Gata de Gorgos a principios del siglo XX, que a día de hoy llevan por todo el mundo.
Actualmente en Xaló (Alicante) está el centro neurálgico de la toma de decisiones y también la mayor parte de la producción y la fuente de inspiración. Y siguiendo los pasos del bisabuelo, la cuarta generación, representada por Paco Pons, esparce sus semillas por todo el globo terráqueo.
El día a día de Paco Pons se resume con mucho trabajo de oficina y visitas a clientes —cuando no se encuentra de viaje— y transcurre en un apartamento rodeado de catálogos, muestrarios y salpicado de souvenirs y recuerdos de sus viajes estadounidenses —Arizona, Nueva York, Chicago, La Nasa, Hawaii, Santa Mónica, Yellowstone, Yosemite, el Gran Cañón del Colorado…—. En la estancia también tiene protagonismo alguna que otra foto de la comarca de la Marina, fotos con amigos y amigas, algunos de ellos conocidos en EEUU, pues «en Miami hay muchos españoles y bastantes valencianos».
Paco Pons ha instalado la oficina en la décima planta de un moderno edificio porque quería ver el mar y, de paso, intentar que se colara el Montgó entre sus vistas. Lo del Montgó no lo ha conseguido pero sí visualiza la cala de la Granadella... en postal.
— De producir canastillas artesanales a vender muebles de tendencia, ¿cómo lo habéis conseguido?
— Muy sencillo, incorporando una palabra a la empresa en mayúsculas: diseño. Tenemos la figura del diseñador como pilar de la empresa.
— Una decisión que tomáis en los años sesenta. ¿Qué sería, qué valdría tu empresa sin el valor que le da la innovación y el diseño?
— Una empresa de muebles sin diseño no vale nada. Necesitamos ir de la mano de los diseñadores. Porque el diseño nos permite actualizar producto, investigar materiales nuevos. Contar con buenos diseñadores nos permite estar a la moda, entender el gusto de los consumidores.
mi abuelo Juan Bautista Pons Leyda, quien adquiriera todas las acciones de aquella empresa. Esa fue la primera piedra de lo que hoy en día es Point
— ¿La comarca de la Marina le debe a tu bisabuelo la tradición de trabajar el mimbre, el ratán y la médula?
— Así es. En Gata de Gorgos había tradición de trabajar la palma para hacer canastas y capazos, pero el arte del mimbre lo trajo al pueblo mi bisabuelo Pepe Pons. Le llamaban ‘el mestre’ porque enseñó a los artesanos locales a trabajar y entender estos materiales nuevos para ellos. Y hasta la fecha. Actualmente la mayoría de nuestra fabricación está en Xaló y en Asia.
— ¿Por qué ese interés de tu bisabuelo por la fibra natural?
— Esa es la historia de mi familia y de nuestra empresa. Mi abuelo emigró a Argentina a principios del siglo XX, con catorce años. En Buenos Aires encontró trabajo en una fábrica de muebles y mimbre. De allí marchó a Montevideo y montó su primera empresa también de muebles. Y en 1920 vendió aquella empresa y volvió a Gata. Y ahí comienza a gestarse lo que hoy en día es la empresa Point. En Gata y junto a unos socios abrieron un taller de muebles y productos de mimbre. En 1924 aparecen los primeros catálogos de producto. Consiguieron un producto que les diferenciaba de la competencia. Todo iba bien pero llegó la guerra y la empresa desapareció, luego evolucionó en cooperativa con los mismos trabajadores y de ahí se convirtió en empresa. Y será su hijo, mi abuelo Juan Bautista Pons Leyda, quien adquiriera todas las acciones de aquella empresa. Esa fue la primera piedra de lo que hoy en día es Point.
— ¿Y cómo conseguían el mimbre y el resto de fibra natural?
— Principalmente lo traían de Cuenca pero también lo importaban desde Asia. Se importaba mucho ratán desde Manila y existían importadores británicos que lo traían desde Hong Kong. Y cuando no había, se las ingeniaban con el mimbre nacional.
— Eres la cuarta generación, ¿qué papel desempeñas en la empresa?
— Cuando entro en la empresa en 2010 la exportación ya está asentada en la misma y decidimos potenciar el mercado americano. Teníamos claro que había que estar físicamente, tener un almacén que recibiera y distribuyera el producto, y así fue cómo montamos la empresa en EEUU. Desde aquí comenzamos a distribuir a toda la zona del Caribe, México, Canadá e incluso Hawaii. Al principio llevaba todo el país pero ahora cuento con Álex. Él se encarga de la Costa Oeste y yo de la Este. Básicamente el día a día aquí es la actualización de pedidos, cobros, pagos, trabajo de oficina y visitas a clientes (canal retail-tiendas, proyectos, prescriptores), localizados en los mercados más potentes, Florida, Nueva York, Chicago, Texas o Canadá.
— Y dando continuidad al proyecto de tu bisabuelo.
— En realidad yo recojo la siembra que hizo mi abuelo en los años sesenta, cuando se vino a Filadelfia. Fue una etapa muy buena y muy diferente a la de ahora, porque entonces no había contenedores y los muebles se enviaban a granel, con las piezas desmontadas. ¿Te imaginas? Necesitábamos trabajadores expertos en montaje y mi abuelo se traía con él a trabajadores desde Gata hasta Brooklyn, Filadelfia. Pero al morir mi abuelo, en 1980, se interrumpió la aventura de Filadelfia.
— ¿Quién forma actualmente la empresa?
— La empresa la dirigen cuatro hermanos. Mi padre Pepe Juan, que es el mayor, lleva la producción; Paco lleva venta internacional; Vicente, venta en Latinoamérica, y Antonio se ocupa del marketing y el diseño.
— ¿Qué significa la comarca de la Marina para la empresa?
— Para nosotros la Marina es nuestra casa. Cuando voy a casa y veo el Montgó, para nosotros es la millor terreta del món. Y estar allí nos apuntala mucho. La mayoría de nuestros trabajadores son de la comarca. Nos hemos nutrido de los artesanos locales, excelentes profesionales.
— La luz, el color, la gente... ¿inciden en vuestras colecciones?
— La Marina es una fuente de inspiración muy potente. Nuestra luz y vida se refleja en las colecciones, se aprecia en los catálogos. Creamos desde lo local pero sabemos observar a los mercados de fuera para definir nuestro carácter. Somos una empresa mediterránea pero abierta al mundo. Y nuestros clientes así lo reflejan.
— ¿En cuántos países trabaja Point?
— Estamos en unos 80 países. Un 70% de la facturación de la empresa es exportación.Tenemos dos oficinas en Estados Unidos, además de una en Dubai, otra en Indonesia y la oficina de Xaló que cubre el mercado nacional y el resto de internacional. Tenemos unos quince profesionales comerciales.
— ¿Cómo lleváis la coordinación entre equipos?
— La coordinación es fundamental porque nuestro mercado es global. Porque nos ocurre que desde Estados Unidos hacemos proyectos para Asia, Oriente Medio… y desde oficinas en Europa han salido proyectos para el Caribe. Es fundamental una buena comunicación y feeling. Y cuando coincidimos en las ferias, como la celebrada en abril en Milán, aprovechamos unos días antes y después de la feria para reunirnos, hablar, poner puntos en común y mejorar.
— ¿Qué hay de innovación en Point?
— Hablar de innovación es hablar de diseño. Quiero destacar a un diseñador valenciano, Vicent Martínez, que está aportando mucho a la empresa. Vicent nos ha dado un punto de vista distinto, porque al venir del mueble de interior, nos aporta confort. A día de hoy tenemos a Vicent Martínez, Gabriel Teixidó y Francesc Rifé como diseñadores de cabecera.
«lo que hoy funciona es combinar materiales y darle una vuelta al diseño. siendo rápidos y sacando nuevas colecciones cada año evitamos las copias»
— Septiembre es el mes del diseño en València. La ciudad celebra la novena edición de la Valencia Disseny Week, que organiza la ADCV. También está la Feria Hábitat... ¿Cómo sería vuestra empresa sin diseño?
— Ufff eso es impensable. Para una empresa de muebles como la nuestra, sin diseño y sin innovación estaríamos abocados a seguir fabricando las famosas canastillas de mimbre.
— A finales de los ochenta ponéis el foco en el mobiliario de exterior...
— Así es y eso nos obliga a innovar aún más, por las exigencias del mueble de exterior. A finales de los años noventa desarrollamos el Shintotex —marca registrada—, una nueva fibra sintética que imita a la fibra natural, con las ventajas de esta pero sin sus inconvenientes; por ejemplo, no se carga electrostáticamente y por tanto no atrae polvo. Actualmente innovamos en la combinación de materiales: Shintotex o cuerdas de poliéster con acero inoxidable o con madera de teca, o también con cuerda o granito. Lo que hoy funciona es combinar materiales y darle una vuelta al diseño. Siendo rápidos y sacando nuevas colecciones cada año evitamos las copias.
— Hagamos un repaso a la evolución de la empresa a través de sus diseñadores. ¿Que significó, en los años sesenta, el diseñador Gabriel Pons?
— Con Gabriel Pons dimos un vuelco a los diseños de ratán natural. El diseñador creó piezas nunca antes vistas, que hoy en día se han convertido en clásicos. Aquella decisión de incorporar el diseño nos dio una nueva imagen, más profesional y algo muy importante: nos abrió las puertas de mercados europeos como Alemania, Francia y Reino Unido.
— ¿Y si hablamos del diseñador Alfonso Gallego?
— Aportó continuidad y un aire contemporáneo. Creó productos que se vendieron y se venden muy bien.
— ¿Qué aporta el diseñador Gabriel Teixidó?
— Su valor es el de crear un producto muy comercial y fácil de vender. Que también es muy importante para toda empresa.
— En 2013 llega el interiorista y diseñador Francesc Rifé.
— Él le ha dado la vuelta a la empresa. Nos ha aportado diseños reconocidos internacionalmente. Nos ha ayudado a hacer marca con sus combinaciones de teca y fibra sintética.
— Una de vuestras últimas incorporaciones es la del diseñador valenciano Vicent Martínez.
— Él nos aporta la esencia valenciana, muy mediterránea, que es la que paseamos por todo el mundo. Actualmente está trabajando con la nueva línea de productos de piezas tejidas en cuerda... Y, al venir del diseño de interior, nos aporta comodidad y sobriedad, que está funcionando muy bien. Sin ir más lejos, gracias a uno de sus diseños —sillón reclinable Weave— acabamos de conseguir el último premio de la empresa, en mayo del 2018, el IIDA de Las Vegas.
— Y para enamorar al mercado mexicano tenéis a Joaquín Homs.
— Así es. Es un arquitecto y diseñador mexicano. Con él conseguimos una colección muy étnica y buena penetración entre el público mexicano, que es uno de nuestros principales mercados.
— ¿Contáis con alguna mujer diseñadora?
— Nuestra última incorporación es la diseñadora eslovena Nika Zupanc. Con ella buscamos un toque de feminidad y de elegancia.
— Tenéis premios al producto, a la trayectoria y reconocimiento internacional... ¿qué aporta esta empresa al sector?
— En 1992 estuvimos a punto de cerrar. Y de esa situación aprendimos mucho. Gracias a esa crisis hemos comprendido qué somos y qué sabemos hacer. En 2020 cumplimos cien años como empresa. Al sector le aportamos la experiencia de saber adaptarnos a diferentes situaciones del mercado. Tenemos catálogo desde 1924.
— ¿Destacarías alguna pieza antigua?
— Hay una anécdota muy bonita. Quisimos hacer una colección vintage y el único rastro que había era una silla, creada por mi bisabuelo en 1935, ubicada en el confesionario de la iglesia de Gata (iglesia de San Miguel Arcángel), pues mi bisabuelo se la había regalado. Y para rehacerla tuvimos que pedirla prestada. La renovamos y ahora es la silla Aitana. Es el silloncito de médula de toda la vida pero evolucionado. En esa colección estaba también el sillón Benassal (1931), el Gadea...
— ¿Cómo diríais que es la relación empresa-diseño, en general?
— Yo creo que las empresas, en general, a día de hoy tienen muy en cuenta el diseño y entienden lo que puede aportar a la empresa cada diseñador. Es fundamental. Sin el diseñador no vamos a ningún lado. Son un pilar para empresas como la nuestra.
— Actualmente hay en marcha una iniciativa parlamentaria en el Congreso de los Diputados para desarrollar una estrategia nacional de diseño. ¿Sabías que el diseño representa el 0,003% del presupuesto del Ministerio de Economía?
— Esa escasa inversión en diseño me parece un error garrafal. Hay muchas pymes que se basan en el diseño y si no hay ayudas o incentivos, no pueden competir ni crecer. Empresas como la nuestra, sin producto atractivo, no venderían. Toda ayuda es buena.
— Y para ir terminando, ¿cuánto tiempo pasas al año en EEUU?
— Aquí paso diez meses. El tiempo transcurre entre Miami, que es donde vivo y tengo la oficina, y viajando por el país.
— Paco, ¿vas a seguir en EEUU por mucho tiempo?
— Mi idea es volver en un futuro. Todavía me queda mucho trabajo por hacer aquí en Estados Unidos.
* Este artículo se publicó originalmente en el número 47 de la revista Plaza