La tercera parte del universo Divinity de Valiant presenta una historia alternativa en la que la Unión Soviética logró conquistas el mundo. Los superhéroes de la casa, ahora trabajarán para Moscú y los supervillanos serán los enemigo del estado
VALÈNCIA. Acaba de salir este mes de marzo. Es un cómic de Valiant acerca de una ucronía, reconstrucción de la Historia sobre datos hipóteticos, en la URSS. Agárrese que vienen curvas. Todo comienza cuando Stalin asesina a Lenin en 1922. No le tuvo que ser difícil porque a esas alturas el hombre estaba ya convaleciente. En 1934, la URSS se anexiona los países bálticos, Polonia, Alemania y Francia, y comienza una guerra que acaba en 1945, cuando la URSS ocupa toda Europa con la excepción de Gran Bretaña, que caería después.
La última entrega de la saga, aparecida en este mes de marzo, se titula Escape from Gulag 396 y, pese a que la historia se cuenta con un tono solemne y dramático, uno no puede dejar de reírse.
En el mundo dominado por la URSS, pintan que celebrar la Navidad es jugarse la vida. Unos pocos creyentes se esconden para hacerlo. Comulgan furtivamente, como quien fuma crack, pero son descubiertos por la policía y ametrallados ahí mismo.
Cuando les meten en una fosa común, un chaval no ha muerto del todo. Por la noche, un grupo de frailes los desentierra para dar a los cadáveres digna sepultura y se encuentran con que el crío está vivo. Se lo llevan a un monasterio donde le alimentan, le "arreglan" el alma y le enseñan a repartir yoyas en un gimnasio.
Resulta que los monjes tienen imprentas bajo tierra y reproducen libros prohibidos; prohibidos por los comunistas, no se sabe si también los que ha gustado de prohibir históricamente la Iglesia. Envían al chaval a distribuir libros, pero le coge la poli de nuevo y le mete en el gulag. Ahí, entre los presos tiene un comportamiento de superhéroe cristiano. Y suponemos que en las próximas entregas, como el propio título indica, escapará.
Son los personajes de Valiant, pero inmersos en esta nueva realidad. Por ejemplo, también superhéroe pero menos cristiano es Komandar Bloodshot. Una especie de Terminator soviético que es enviado a eliminar pequeños focos de resistencia que están por ahí perdidos, escondidos en búnkeres. Un tebeo de peleítas, básicamente, pero a tiros. En otro número, Bloodshot sale disolviendo manifestaciones por el mismo procedimiento.
Aric y su armadura X-O Manowar trabaja para el KGB, lucha contra los enemigos del estado y conquista otros planetas, aunque luego cuando acaba la misión y se quita el trasto vive también en un gulag. Shadowman, por su parte, tiene un número que se desarrolla en Nueva Stalingrado, en Estados Unidos.
Resulta que los soviéticos construyeron un complejo nuclear en Nueva Orleans y explotó por un accidente y desaparició todo el Golfo de México. En Nueva York los enfrentamientos en las protestas son brutales y los soviéticos, por supuesto, aparecen por la calle matando niños sin compasión. Estrujándoles el cráneo contra la pared, para ser exactos.
En realidad, lo que es Stalinverse es una gran comedia involuntaria. Todas estas historias son spin-offs de Divinity, la trama central que empezó hace unos años con el comunismo como protagonista. Trata de que, en la competencia por la carrera espacial, los soviéticos lanzaron a unos cosmonautas a los confines del sistema solar. Algo encontraron, que a uno le cambió para siempre. Regresó a la Tierra hecho un dios y un dios comunista. Porque de niño había sido abandonado enfrente de un ministerio soviético, el estado cuidó de él y podríamos decir que lo considera su mamá.
Del director de la serie, Matt Kindt, se ha dicho en entrevistas que se ha documentado mucho. Concretamente, citan, se ha leído un libro 816 páginas "de la primera página a la última". Sin embargo, no le le ha dado para más que para crear un universo lleno de lugares comunes y topicazos sobre la URSS que cada uno puede juzgar como quiera, pero que su principal problema es que están muy vistos.
Por no mencionar, que alguna de las hipótesis que plantea son disparatadas. Los soviéticos no le prohibieron el culto ni a cristianos ni a musulmanes. Quizá los creyentes que profesasen su religión a la vista de todos tuviesen algún problema para progresar en un partido que tenía el ateísmo como una de sus principales señas de identidad, pero de ahí a prohibir la Navidad e ir a por los que la celebran media un abismo. Eso nos plantea Escape from Gulag 396. Si el director estaba tan documentado debería haberse dado cuenta de que el propio estado soviético imprimía felicitaciones navideñas.
En Divinity II, sobre la segunda cosmonauta, nos pintan una URSS en la que los niños se alimentan de ratas muertas. No obstante, la historia tiene más gracia. Valentina, consigue regresar, en nuestros días, y se encuentra la guerra de Ucrania. No da crédito. "Separatistas", "el capitalismo envenenado una nueva generación", jóvenes que han perdido el cerebro viendo la tele. Está tan cabreada que lo que hace, con los poderes que ha adquirido en el espacio, es ofrecerse al camarada Putin para prestarle su ayuda y reconducir todo el sin dios.
En fin, pese a todo, si se coge desde el principio -mejor- todo el universo Divinity, que tiene en Stalinverse su tercera parte, es por lo menos entretenido.