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NOSTÀLGIA DE FUTUR

The Fake Economy

  • Recreación por ordenador del proyecto de ciudad Elysium.
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Hace aproximadamente cinco años València vivió una historia rocambolesca que fue relatada por Eugenio Viñas en este periódico, Los espacios públicos de la ciudad vieron como una empresa de tapizados del automóvil se quedaba la concesión de venta ambulante de horchata, y sus improvisados carritos aparecían y desaparecían de la calles como una estrella fugaz. De manera extraña consiguieron la concesión, pero de manera menos extraña el negocio fracasó.

Un año antes el magnate americano Sheldon Adelson consiguió convencer a no pocos funcionarios, políticos y periodistas de las bondades de su Eurovegas, desencadenando una ridícula batalla administrativa entre Cataluña y Madrid para conseguir los máximos beneficios fiscales, dádivas públicas y demás genuflexiones regulatorias. En realidad, lo que Aldenson estaba haciendo era utilizarnos para negociar con un tercero.

Más o menos sería por aquella época cuando las ciudades se llenaban de tiendas de cigarrillos electrónicos en un momento en que la burbuja inmobiliaria estaba bien explotada y la moda de los cibercafés, inmobiliarias y yogurterías había terminado. La explotada burbuja había dejado como legado un paisaje de proyectos abandonados a medio hacer. Una nación rotonda que había transferido demasiados recursos de lo productivo a lo especulativo.

Hace mucho menos, en 2016, unos “emprendedores” que lo único que gestionaban era una tienda de muebles de jardín en Marbella fueron todavía capaces de seducir a algunos medios con su proyecto de casino y hotel de seis estrellas que devolvería la Fórmula 1 a La Marina de València.

Justo antes de acabar este año 2018, la Comunidad Autónoma de Extremadura presentaba a bombo y platillo su nuevo macro proyecto, una distopía urbana llamada Elysium, que probablemente no llegará a realizarse.

Todavía saboreamos la resaca de las consecuencias del boom inmobiliario ligado a un capitalismo dopado que generó crecimiento sin aumentar la productividad. Empresas dopadas, como explicaba en otra columna de opinión, directamente con la EPO del sector público e indirectamente con la testosterona de los créditos de las cajas.

Pedro Bravo, en un artículo publicado la semana pasada, daba en el clavo al comparar las fake news con las empresas fake que “buscan la excitación de los mercados para dar el pelotazo y utilizan las ciudades como escaparate”. El fenómeno de las empresas fake abarcaría a las startups de alquiler de bicicletas que aparecen y desaparecen de un día al otro, modelos de movilidad compartida financiados con la publicidad o vendiendo los datos de los usuarios, o empresas de co-working sobrevaloradas financieramente.

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