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El último refugio

Desmontando a ‘Tiger King'

En AAP Primadomus, un centro de recuperación de animales salvajes en Villena, con ochenta y ocho primates y veintiocho grandes felinos, se escandalizan por el abuso que encuentran en Tiger King, la serie que ya ha visto una de cada diez personas en Estados Unidos. «Es aberrante», protesta el veterinario Héctor Sanz 

| 24/06/2020 | 9 min, 32 seg

VALÈNCIA.-Uno de cada diez estadounidenses ha visto Tiger King. La serie documental se convirtió también en una de las triunfadoras en España durante el confinamiento. La historia (increíble pero absolutamente cierta) retrata a Joe Exotic (Joseph Allen Maldonado-Passage), un tipo extravagante y estomagante que poseía un centro de cría de grandes felinos en la Norteamérica profunda. El zoológico abría al público a cambio del pago de una entrada que incluía la posibilidad de fotografiarse con un cachorro de tigre entre los brazos.

A miles de kilómetros de allí, en el municipio de Villena, justo en las faldas de la Sierra de Salinas, la frontera natural entre Alicante y Murcia, decenas de personas se echaron las manos a la cabeza al ver la aberración protagonizada por este personaje con pinta de hortera y obsesionado con la fama. Un tipo con rasgos de psicópata que acabó en la cárcel después de contratar a un sicario para asesinar a Carole Baskin, la mujer que se enfrentó a él, a su proyecto exhibicionista, y que, finalmente, en un giro que no pudieron ni prever los guionistas, ha acabado quedándose el santuario de Joe Exotic.

En el AAP Primadomus de Villena —por sus siglas en inglés: Animal Advocacy and Protection, protección y defensa de los animales —también abunda la fauna salvaje: ochenta y ocho primates, veintiocho grandes felinos y un zorro ártico, Arti, un animal de la tundra que, en el colmo de lo absurdo, estaba viviendo como mascota en casa de un hombre... en la tórrida Sevilla. Este lugar levantado en un espacio natural protegido es un centro de rescate que funciona bajo el paraguas de AAP, la ONG internacional nacida en 1972 después de que Okko y Riga Reussien empezaran a hacerse cargo en los Países Bajos de las mascotas que ya no querían sus dueños. El origen de las de Villena es variado: «El uso de animales como entretenimiento, como puede ser un circo, el tráfico ilegal y el mascotismo exótico», señala Marta Merchán, directora del centro.

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Merchán lamenta que la serie no aprovechara para difundir un mensaje divulgador. «Es una especie de documental con personajes totalmente estrafalarios. Joe Exotic cría grandes felinos en cantidades masivas porque puede ganar dinero con los cachorros. Fomenta la interacción entre personas y animales, que llegue alguien y pueda coger un cachorro y acariciarlo, abrazarlo y hacerse la foto como si no fueran animales salvajes. Eso solo puede hacerse cuando el animal es muy pequeñito y por eso necesitan estar produciendo más crías constantemente, para mantener el negocio».

El animal no es un juguete

Primadomus está en el polo contrario a los santuarios de Tiger King. «Nosotros aquí tenemos unos protocolos de seguridad tremendos que en la serie no existen. No hacen nada bien y fomentan la idea de que el animal está para el entretenimiento. Aquí, en cambio, solo entra en contacto con los felinos el veterinario, cuando no hay más remedio, en unas condiciones muy concretas», dice Merchán.

La directora de Primadomus, además, transmite un mensaje que encierra el objetivo de este centro: «Ojalá este lugar no exista algún día». Porque este refugio solo tiene sentido mientras siga habiendo circos que usen animales o haya particulares que se encaprichen de especies salvajes que deberían vivir en libertad. «En España ya solo quedan tres circos con animales», celebra Merchán, que ha visto en Villena en qué condiciones pueden llegar los felinos. Como los cinco tigres polacos, algunos de los cuales se acercan a inspeccionar al visitante al borde de las verjas electrificadas, cinco grandes felinos que llegaron en diciembre después de salir de un circo en Polonia hacia «un destino muy incierto en Rusia». Por el camino la prensa se sensibilizó y se dedicó a investigar y averiguar que no existía el zoo donde supuestamente iban. «Se sospecha que los mandaban a Asia para el mercado de pieles y afrodisíacos».

Muchos de estos mamíferos llegan a Villena famélicos, desnutridos, sin colmillos, con una falange amputada para que no puedan arañar, sin cola después de años confinados en una jaula angosta... El reto de los veterinarios es recuperarlos, física y psicológicamente, y acabar recolocándolos en zoológicos bien equipados.

Esta semana ha llegado un nuevo inquilino: el mono Dalí, un tamarindo labiado —endémico de algunas zonas de Perú, Brasil y Bolivia— que se encontró un británico en una urbanización de Calpe. Lo capturó y lo llevó al veterinario, quien lo cuidó hasta que pasó el confinamiento y pudo ir alguien de Primadomus a por él.

marta merchán (directora): «Este refugio tendrá sentido mientras siga habiendo circos de animales o particulares que se encaprichen de especies salvajes»

Dando un rodeo a la zona de felinos también logramos ver a Marley. Un chico lo encontró hace cinco años en el aparcamiento de un supermercado en Alemania. Creía que era un gatito pero cuando se acercó, comprobó que era ni más ni menos que una cría de león. Los leones, originarios de África, y los tigres, de Asia, viven aquí en espacios separados dentro de una misma área. La otra gran zona es la dedicada a los primates, donde tratarán de integrar a Dalí después de pasar una cuarentena muy estricta en la que los veterinarios deben asegurarse de que está sano y no va a contagiar a otras especies ni al equipo sanitario. «Pasará dos chequeos médicos completos con dos anestesias en seis semanas, la prueba de la tuberculosis, de distintas virologías, y, ya entonces, la rehabilitación social buscándole un grupo u otro centro», detalla Héctor Sanz, el veterinario responsable de los primates.

Sanz, de familia de sanitarios, cree que la afición le viene de su abuelo veterinario, a quien acompañaba en su visitas a las granjas para ver a los pollos, pero, ya que estaba, también a un perro o a un caballo. «Eran otros tiempos. Yo tengo su orla y solo eran ocho alumnos». El veterinario empezó con un trabajo más convencional, una clínica para perros y gatos, pero sin perder de vista la investigación de los primates y haciendo viajes esporádicos a Sudáfrica para trabajar en los santuarios que abundan en aquel país. Hace tres años surgió la posibilidad de entrar en Primadomus, un centro que en su inauguración, en 2009, tuvo como madrina a la celebérrima Jane Goodall, y se lanzó de cabeza.

Tiger King, un despropósito

El veterinario también está escandalizado con la serie de Netflix. «Me genera desconcierto; no la entiendo. Me parece un despropósito. No creo que beneficie a nadie. Filman a gente que tiene un comportamiento aberrante, que trabajan distinto a todos los estándares de calidad, ética y de todo. Nosotros estamos a años luz del centro de Joe Exotic».

Sanz cree que aquello solo puede estar motivado como un «modelo de negocio». Porque la manera de tratar a los felinos no entra dentro de los parámetros de este profesional valenciano. «No entiendo los objetivos de estos centros. Hacen crías de ‘ligre’ —cruce de león y tigre— que no tienen ningún sentido biológico ni motivación a nivel de conservación. A nivel educativo tampoco me parece correcto por cómo interaccionan con los animales. Aquí la política es totalmente diferente: no interactuar con los animales, que no se reproduzcan y el trabajo que hacemos es rescatarlos de una situación ilegal y negativa para el animal, para darles un mejor futuro. No entiendo qué futuro tienen allí, más allá del espectáculo de mostrarlos».

Al entrar hay que firmar un documento que acredita que accedemos a un lugar con animales salvajes, hay que avanzar en silencio y no incomodar a las bestias

El 80% de los felinos que llegan a Villena proviene de un circo y tres de cada cuatro animales que pasan por allí, por aquel paraje repleto de pinos y arbustos, donde abunda el romero, por donde es habitual cruzarse con un conejo, se rehabilitan. De vez en cuando, un par de veces por semana, permiten entrar a un grupo de menos de veinte personas, fundamentalmente colegios, para divulgar su labor.

Pero Primadomus no es el Bioparc. A la entrada hay que firmar un documento que acredita que accedemos a un lugar donde habitan animales salvajes, hay que tratar de avanzar en silencio y, desde luego, no incomodar a las bestias. Porque aquel es su territorio, como se apresura a recordarnos Patrick, un chimpancé que nos lanza con furia una piedra antes de salir corriendo dando gritos.

Los trabajadores del centro enriquecen el espacio para activar a sus inquilinos. Lanzan la comida de los primates por encima de la valla para que tengan que buscarla. O dejan un rastro de sangre para que los felinos lo sigan... aunque al final la presa no sea más que un pedazo de vaca. Y a veces se les deja en ayuno porque en la vida salvaje no todos los días logran cazar algo.

La finca está especialmente frondosa esta primavera. Desde que en enero cayera una nevada monumental que les impidió incluso entrar en el centro, no ha dejado de llover y el resultado se aprecia a primera vista. Ahora llega el verano y la constante amenaza de un incendio que aquí sería especialmente catastrófico, aunque hay un protocolo y varios perímetros de seguridad. No se deja nada al azar. Como las placas solares que han ido incorporando hasta hacer del centro un lugar cien por cien sostenible. Todo esto, el amor completo por la naturaleza, sintoniza con la filosofía de los fundadores, los que inauguraron AAP en una localidad de los Países Bajos que luego se trasladó a otra, Almere, donde reciben los donativos de particulares que permiten el desarrollo de todo este proyecto, incluido el refugio de Villena, el más grande y relevante del sur de Europa.

No se dan por satisfechos. Su activismo anima a los circos que quedan a que se sumen a la renuncia de ofrecer espectáculos con animales esclavizados. Y los responsables de la ONG tampoco pierden de vista el flanco del tráfico de especies exóticas, como enfatiza Marta Merchán. «Está todo tan mal legislado y poco regulado que en casi todas las comunidades autónomas una persona puede tener un tigre como animal de compañía». ¿Un paraíso para Joe Exotic y Tiger King?  

* Lea el artículo completo en el número de junio de la revista Plaza

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