El Museu Valencià d’Etnologia estrena la muestra Crònica de la Gran Guerra, que exhibe las fotografías privadas de un oficial francés que participó en el conflicto
VALENCIA. Del mismo modo que en la actualidad miles de personas suben a Instagram imágenes de su día a día, el oficial francés Pierre Antoine Henry Givord retrató su paso por la Primera Guerra Mundial en centenares de fotografías. Con una salvedad: mientras en la red social abundan los planos de pies en la playa o de suculentos platos de comida, las instantáneas de Givord capturan aviones abatidos, paisajes desolados, ciudades devastadas por las bombas y una gran fascinación por la maquinaria bélica que en aquel momento arrasaba todo un continente.
La obra de Givord se puede visitar en la exposición Crònica de la Gran Guerra que inauguró este miércoles el Museu Valencià d’Etnologia con fondos de la Casa de la Imagen de Logroño. Las instantáneas fueron halladas en 1999 por el fotoperiodista valenciano Pablo San Juan, uno de los comisarios de la muestra, quien llegó a ellas por casualidad durante un viaje a Tánger. Siguiendo las directrices del director de la Casa de la Imagen Jesús Rocandio –también encargado del comisariado de la exposición–, las adquirió después de una larga negociación con un mercader marroquí.
El archivo encontrado por San Juan está compuesto por 10 cajas que contienen 478 negativos tomados entre febrero de 1916 y agosto de 1935 por un autor cuya identidad se desconocía en un primer momento. Entre las fotografías, más de la mitad se corresponden al período que va de 1916 a 1918, la segunda mitad de la Primera Guerra Mundial, y daban cuenta de las atrocidades del conflicto, pero también de la inquietante cotidianidad y banalidad con la que los soldados convivían con el horror. Las imágenes de militares jugando en su tiempo libre o los paisajes arquitectónicos, que se yuxtaponen a instantáneas impactantes donde se amontonan cadáveres o se acumulan los restos de la destroza, demuestran la inquietud del autor por retratar lo anecdótico.
Aunque la mayoría de las capturas se acompaña de un comentario, en muchas ocasiones de índole jocoso o irónico, no había ningún indicio escrito que identificara al fotógrafo. Fue el historiador Carlos Traspaderne quien, después de una ardua tarea de investigación basada en lo que permitían ver las imágenes, determinó que se trataba de Pierre Antoine Henry Givord. Nacido en 1872 en el seno de una acomodada familia lionesa y Doctorado en Derecho, fue un soldado galo que sirvió durante la Gran Guerra en el norte de Francia y Bélgica. Para retratar su paso por el conflicto, Givord se acompañó de un equipo fotográfico estereoscópico, algo así como el 3D de la época, un formato muy popular a principios del siglo XX entre los fotógrafos amateurs.
Lejos de responder a una lógica propagandística o comercial, Givord se enzarzó en su aventura fotográfica con la única finalidad de retratar su paso por la Gran Guerra sin que ello hubiera de trascender el ámbito de lo doméstico. Las imágenes, inéditas hasta el hallazgo de San Juan, no fueron concebidas para ser vendidas o para satisfacer una demanda pública y por este motivo el autor gozó de una total libertad creativa. De acuerdo con Traspaderne, la obra de Givord se expande en tres dimensiones que le proporcionan un valor significativo.
En primer lugar, por su utilidad como fuente de información documental sin restricciones políticas sobre la Primera Guerra Mundial y la vida en el frente. En segundo lugar, por su interés técnico y estético, ya que las imágenes destilan una “mirada de autor” que las provee de autonomía más allá del contexto histórico. Y, por último, porque representan un relato en primera persona de uno de los mayores conflictos de la historia que se constituye como una sucesión de imágenes autobiográficas que por momentos se acercan a la cinematografía.
En el acto de presentación de la muestra celebrado este miércoles, el director del Museu Valencia d'Etnologia Francesc Tamarit resaltó que se trata de una exposición “amable con la guerra”, ya que Givord no se ensaña en la exhibición de cadáveres. Según Tamarit, a diferencia de fotoperiodistas como Robert Capa o Gervasio Sánchez, el militar francés “no está interesado en mostrar los horrores de la guerra, sino el antes y el después de las batallas o su fascinación por el armamento”.
Por su parte, Rocandio afirmó que la obra de Givord refleja sus privilegios como oficial y un cierto desprecio a los soldados rasos “que eran tratados como ganado, muchas veces salían a la batalla desarmados y dispuestos a morir”. De acuerdo con el comisario de la exposición, el tono elegido por Givord se enmarca en un contexto en el que los conflictos bélicos eran algo habitual hasta el punto de que “los soldados hacían constantemente bromas e incluso instalaban macetas en las trincheras con total naturalidad”. En cualquier caso, Rocandió describió el legado del militar francés como “un testigo en primera línea con un punto de vista totalmente sincero y sobrecogedor de la destrucción”.
La exposición, que se podrá visitar hasta el 28 de febrero de 2016, reúne cerca de cien fotografías de Givorn digitalizadas que se estructuran en cuatro espacios. El primero (Arran de terra) muestra la vida en las trincheras y el paso de la concepción dinámica de la guerra a la estática. El segundo (Carn i acer) aborda la el desarrollo armamentístico y la industrialización del conflicto. El tercero (Els desastres de la guerra) pone el acento en la destrucción de pueblos y ciudades. Y el último (Carn de canó) trata sobre la enorme movilización de la sociedad en el esfuerzo bélico.
Además de las fotografías de Givorn, la muestra cuenta con una maqueta de la batalla de Verdún –la más sangrienta para el ejército galo– y un modelo del uniforme de soldado francés de la época cedidos por el Museo L'Iber de Soldaditos de Plomo de Valencia. También se han instalado dos visores estereoscópicos para ver las imágenes en tres dimensiones tal y como lo hacían a principios del siglo XX. Durante sus cuatro meses de vida, la exposición se acompañará de diversas actividades complementarias como conferencias o proyecciones cinematográficas sobre la guerra entre las que destaca la del clásico de Stanley Kubrick Senderos de Gloria, que tendrá lugar el próximo 12 de noviembre.
En el acto de presentación, el responsable de cultura de la Diputación de Valencia, Xavier Rius, afirmó que esta exposición se puede entender como una “precuela de la nueva etapa del Museu Valencià d'Etnologia”. Francesc Tamarit, por su parte, justificó la cabida de la exposición en el centro, ya que en sus palabras “la guerra es un horrible hecho cultural, una construcción humana en la que se invierten los valores y matar es visto como algo heroico”. Para finalizar su intervención, Tamarit recordó que España es el séptimo país con mayor volumen de exportación de armas según el último ranking elaborado por el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo, lo que demuestra que “al negocio inmoral de la guerra no le ha afectado la crisis”.