LA HISTORIA DE LA CIUDAD, EN BANDOS

València, 1910: cuando el Ayuntamiento prohibió a los hombres disfrazarse de mujer y oso

3/08/2017 - 

VALÈNCIA. Hasta 4.259 bandos custodia la hemeroteca del Ayuntamiento de València, una colección que se inicia en el año 1800 con un texto para la ordenación del alumbrado público. Los cambios en la sociedad valenciana, en sus costumbres y moral, se ven reflejados en muchos de los textos que, entre otros ejemplos, desgranan un manual de buenas prácticas del espectador de teatro, controla el paso de vacas por la ciudad o prohíbe para hombres los disfraces de oso y/o afeminados en Carnaval. Medio centenar de estos bandos custodiados por el consistorio se pueden ver ahora en la exposición La veu de la ciutat. Dos segles d’història a través dels bans, que acoge el Museu d’Història de València“Sobre todo nos hablaban de la vida cotidiana, del quehacer diario de los vecinos y las vecinas […] Es una colección, en apariencia humilde, pero que se revela como una joya histórica cuando se la conoce”, indicó la concejala de Cultura, Glòria Tello.

La muestra cuenta con la colaboración de otros departamentos municipales como el Archivo Histórico, el Museo de la Ciudad, el Palacio de Cervelló o el Sección de Investigación Arqueológica Municipal, una exhibición que se completa con obras de arte, fotografías, y objetos que guardan relación con el enunciado de los bandos para facilitar su comprensión. A pesar del lenguaje institucional y los tecnicismos empleados por los bandos, estos se conformaban como una fuente social y cultural, un formato que antaño se utilizaba asiduamente para comunicar a la población todo tipo de información, además de ordenanzas, como bodas o visitas reales.  Tanto la exposición como el catálogo -editado por el director del museo, Javier Martí, y la historiadora del arte María Teresa Abad- dejan al descubierto bandos históricos y, también, inesperados. Estos son algunos de ellos:

1803. Ni cigarros ni sombreros en el teatro

Si una de las principales distracciones del pueblo era el teatro, esto no quiere decir que el público supiera comportarse en el patio de butacas, una preocupación que llevó al consistorio a publicar un ‘manual de buenas prácticas’ del espectador. De esta forma, fue el Corregidor y Justicia Mayor de Valencia, Cayetano de Urbina, quien firmó a principios del siglos XIX un bando en el que invitaba al público a no cubrirse con sombrero o montera, encender cigarros –por riesgo de incendio y para evitar malos olores- o hablar y hacer bromas que perturbaran la representación. Pero no solo a hablar entre los espectadores se refería el bando: “en ningún tiempo será permitido a los espectadores hablar desde sus respectivos sitios con los actores si actrices que se hallen en las tablas o a la parte interior de los bastidores, ni tampoco hacerles señas”. Lo de apagar los teléfonos móviles lo dejarían para más adelante.

1816. Coto a los cirujanos ‘amateurs’

A pesar de que la Universitat de València contaba con la cátedra de Cirugía desde 1502, no eran pocos los que por ignorancia confiaban en curanderos intervenciones médicas, con lo que el Ayuntamiento de València emitió una orden para atajar el “intrusismo profesional” en este campo impidiendo por norma el ejercicio de aquellos no titulados.

1820. El vino, por la puerta de Serranos

Los impuestos indirectos eran una de las grandes fuentes de ingreso de la ciudad, una recaudación a partir de productos como el vino que resultaba muy golosa y que a finales del siglo XVII suponía el 56% de las rentas de València. Es por ello que no eran pocos los que trataban de evitar la tasa pasando la mercancía por puertas menos transitadas, por lo que el gobierno ordenó en 1820 que todo el vino debía entrar únicamente por la Puerta de Serranos para evitar que el licor se colara por otras entradas evitando el pago del impuesto.

1850. Prohibido encender hogueras en San José

“Hay costumbres que suelen convertirse en abusos perjudiciales, y entre ellas, la de encender hogueras en la noche víspera de San José ha llamado muy particularmente mi atención”. Así comenzaba el bando emitido por Vicente María Rodríguez el 14 de marzo de 1850, por el que prohibía encender hogueras “de cualquier clase que fueren” sin permiso por los perjuicios que ocasionaban a los edificios. El elevado número de fuegos que prendían, principalmente cuadrillas de chiquillos, llevó al gobierno a tratan de controlarlos en un momento en el que ya convivían las hogueras propiamente dichas con fallas rudimentarias, cuya plantà se legislaría con los años.

1856. No más globos en el cielo

“El abuso que está cometiendo hace algunos días elevando los globos aerostáticos puede ser de funestas consecuencias para esta capital, si no se corrige”. La popularidad de los espectáculos con globos y los números cada vez más arriesgados para contentar al público llevaron al entonces alcalde, José Peris y Valero, a prohibir que se elevaran: “castigaré severamente a los contraventores, valiéndome para ello de todos los medios que la ley pone a mi disposición".

1869. Llega el sistema métrico

Con el cambio de pesetas a euros todo el país se volvió loco con las pequeñas calculadoras azules y amarillas, una confusión que debió ser similar a la que los valencianos vivieron cuando por fin llegó el sistema métrico decimal a la ciudad. Si hasta el siglo XVII las unidades de medida se basaban en la tradición, fue en 1869 cuando se estableció oficialmente el sistema determinado por la Academia de Ciencias Francesas en 1790. “El sistema métrico-decimal es muy sencillo, infinitamente más sencillo que el que hoy rige, y los que no tengan de él la menor idea, lo comprenderán perfectamente en el momento en que manejen las pesas y medidas”, rezaba el bando. 

1872. El carril-vaca

Diariamente acudían al centro de la ciudad vendedores de leche con sus vacas para distribuir litros y litros de leche, un producto cuyo consumo comenzó a crecer en las últimas décadas del siglo XIX. El tráfico, sin embargo, se vio claramente afectado por el tráfico de los animales, por lo que el gobierno hubo de tomar cartas en el asunto para garantizar la seguridad vial. De esta forma, se determinó que las vacas debían ser conducidas por individuos mayores de 20 años, quedando prohibido que los animales estén parados en las calles más que el tiempo indispensable para la venta de leche.

1910. Ni osos ni hombres afeminados en Carnaval

No eran fanáticos los gobernantes del Carnaval, una fiesta que consideraban bárbara y que trataron de frenar por distintas vías. Primero imponiendo tributos a las máscaras, algo que no surtió efecto en una fiesta que llenaba de gente cada año la Alameda. Conscientes de la imposibilidad de minar la participación, empezó el control a aquello representado. Fue en 1910 cuando el Ayuntamiento de València prohibió usar disfraces que hicieran burla de la jerarquía eclesiástica, judicial o militar, así como la transgresión sexual. En este último apartado se prohibía específicamente para los hombres el disfraz de oso, bailarina o marinerito o de mujer, así como cualquier otro que ofreciera un aspecto de afeminamiento.

1938. Prohibido bañarse desnudo

Fue el 28 de abril de 1938 cuando el gobernador civil de la provincia de Valencia, Francisco Planas de Tovar, emitió un bando por el que prohibía el baño en el río Turia o las playas “sin la indumentaria adecuada”. Apenas pasaba un mes desde que las tropas franquistas irrumpieron en València cuando el gobernador emitió un bando que, curiosamente, no tenía solo que ver con, en el caso del río, el mal estado de las aguas sino con cuestiones de moral. “Niños y adultos se dedican a bañarse y al deporte de la natación en las aguas insalubres del río Turia, produciendo escenas inmorales por su desnudez o escasez de traje […] He acordado terminar con estos espectáculos vergonzosos, atentatorio de la moral y buenas costumbres, velando al propio tiempo por la sanidad pública”.