'MEMORIAS DE ANTICUARIO'

Valencia en la mano: antiguas guías para forasteros

26/06/2016 - 

“Valencia, a paso largo, se recorre en hora y media. Desde la puerta de San Vicente, por la clle de este nombre, calle de Zaragoza, Miguelete, plaza de la Catedral, callejones de la Inquisición, San Lorenzo, hasta la puerta de Serranos, tiene de largo 990 pasos”

Memoria de noticias. Varios autores. Manuscrito ca. 1780

 

“Afirmo que el trayecto de Castellón a Valencia es lo más grandioso que he visto en mis largos viajes por Europa”

Joseph Streil

VALENCIA. Aunque no los colecciono, siempre he sentido atracción por libros que hablan de mi ciudad: su arquitectura, sus calles y sus gentes. Únicamente conservo una guía en mi poder, que venía de casa de mis padres, de las que podemos llamar “de época”, el resto son libros bastante modernos; aquella es de 1928 y por tanto previa a la Segunda República y a la Guerra Civil. Sin ser un “incunable”, si uno se sumerge en unas páginas plagadas de fotografías en blanco y negro, llama inmediatamente la atención lo mucho que ha mutado la ciudad desde entonces. El callejero, por ejemplo, es irreconocible. Aprecio este manejable volumen enmarcado en piel granate, no por su valor crematístico, que es más bien pequeño, ni tampoco por ser una pieza especialmente rara, sino por un contenido que me resulta encantador. Resulta ilustrativo un prólogo lleno de intenciones con consideraciones que me suenan un tanto familiares casi un siglo después: “Varias son las causas por las que Valencia es ignorada aún por los mismos españoles. Nuestra ciudad (...) no ha sentido una gran necesidad de hacer propaganda de turismo, no obstante tener excepcionales condiciones para ello.” Más llamativo si cabe es cuando habla de la relación financiera de Valencia con el Estado “...al no actuar (Valencia) nunca de Jeremías ante el Estado, éste sólo se ha preocupado de recaudar la espléndida tributación con que contribuimos al presupuesto nacional.”

Conforme nos sumergimos en el túnel del tiempo, las guías que podemos encontrar sobre la ciudad son más escasas ya que sus tiradas fueron realmente cortas, y además han estado al albur de un mayor número de avatares que han conducido a su pérdida o deterioro. Las primeras surgidas van “iluminadas” con grabados o litografías, y conforme su fecha de edición se aproxima a las postrimerías del siglo XIX se va introduciendo material fotográfico: instantáneas de tranvías, de una catedral con su interior irreconocible, de un río Turia con un caudal insólito. Como consecuencia, la rareza que supone hallar alguna de las primeras guías de nuestra ciudad, encarece su valor de forma significativa, convirtiéndolas en pequeñas joyas evocadoras de un mundo del ayer. Más preciadas todavía son las escasísimas guías manuscritas existentes que no fueron posteriormente editadas y quedaron como pieza única. Un arte, el de escribir a mano que se cultivaba con especial primor en aquella época, dotando a los documentos de un atractivo estético indudable. La primera de la que se tiene noticia, escrita a mano, hay que situarla en una fecha incierta del siglo XVIII. El autor en su página 381 inicia un paseo por la ciudad relatando durante su recorrido noticias, artistas, escritores, monumentos y antigüedades.

Entre los coleccionistas de libro de tema valenciano, el de las guías de la ciudad constituye un mundo en sí mismo. En 2002 el bibliófilo Rafael Soláz recopiló en un gran volumen unas 700 guías desde principios del siglo XVIII a año 1975. La titulada Guía de las guías de Valencia, es una herramienta indispensable si se quiere iniciar uno en este apasionante coleccionismo.

Hoy día la guía en forma de libro tiene cada vez un uso más limitado, salvo que en esta se trate un tema especializado. Hubo un tiempo en el que los forasteros que ingresaban por primera vez por una de las puertas de la ciudad amurallada desconocían prácticamente todo de Valencia. Además, tal como ha señalado el profesor Josep Vicent Boira en su recomendable libro sobre la ciudad, los visitantes se llevaban una sorpresa, al observar el contraste entre unos alrededores luminosos y ordenados presididos por la huerta como jardín exuberante y una ciudad intramuros “de aspecto medieval, calles tortuosas, trama estrecha, recodos sinuosos y calles sin pavimentar” , laberinto de origen musulmán hoy en día afortunadamente, en gran medida conservado, con el encanto que ello supone. Los forasteros quizás conocían algún grabado de los monumentos, o una vista simplificada del perfil arquitectónico cuajado de torres y dibujado desde más allá del petril exterior del río. Es posible que hubiesen leído, o escuchado, alguna descripción de viajeros o comerciantes más o menos idealizada. Quien podía permitírselo, adquiría una de las guías o bien venía con una prestada por alguien que ya la utilizó en un viaje anterior, siendo objeto de préstamo entre los miembros de las familias para usarse cuando tenían que “bajar” a Valencia y hechas para durar-algunas llevan incluso herrajes- y aguantar viajes incómodos y plagados de toda clase de inclemencias.

La primera “Guía de forasteros en Valencia” impresa de la que se tiene noticia es de 1741, y no es hasta 1759 cuando se imprime una segunda (con posterioridad serían numerosas las ediciones actualizadas). Como estos libros retornaban al lugar de origen del viajante, no es raro hallarlos lejos de nuestra ciudad. Por ejemplo, hace un tiempo apareció una Guía de Forasteros del siglo XVIII en un baúl, junto con otros documentos, en la localidad turolense de Manzanera. Parece lógico que las más tempranas cronológicas recojan los datos más curiosos, como curiosos como lo son los propios títulos de estas: en 1825 imprime José Gimeno, frente al Miguelete la siguiente guía: “Valencia en la mano, o guía breve para encontrar las cosas más dignas de ella sin necesidad de preguntar”, o poco más tarde en 1841, el “Manual de forasteros o guía segura para encontrar las cosas más apreciables (...) sin necesidad de preguntar: contiene muchos artículos y noticias curiosas e interesantes, como se advierte por la sola lectura del índice” . Fantástico, ¿no?

Y es que como ya dijera José Caruana, Barón de San Petrillo, en un artículo inserto en el Almanaque de Las Provincias de 1913, “…las guías y manuales de forasteros son de gran utilidad para los estudios de investigación de carácter artístico, topográfico, de configuración del callejero en cuanto a nombres pero también a derribos que hacen variar cualquier población en un corto periodo de tiempo”.

Las antiguas guías evocan una Valencia que en buena parte ha dejado de existir, de una Valencia desaparecida, de salas de baile, cines y comercios a los que acudían las gentes de toda la provincia y que fueron languideciendo hasta su desaparición por el cambio de las modas en el mejor de los casos. Pequeños libros de mano llenos de encanto que invitan, sin haberlo pretendido nunca, incluso a la reflexión, que son testigos de una enorme aventura, cuando no, la prueba de cargo, de errores y terribles horrores, de la equivocación y en el peor de los casos del odio y la destrucción, pero a su vez resultan un apasionante medio para reconciliarse y empatizar más con nuestra ciudad.