VALÈNCIA. Suena a provocación, pero no lo es. La frase la medita una, dos y hasta tres veces. “No tengo reparos. Puedes poner que lo digo: un poco de gentrificación es bueno”. Quien lo comenta es Vicente González Móstoles, vicepresidente del Consell Valencià de Cultura, la persona que regeneró la València de los años ochenta al frente del Urbanismo de la ciudad, la persona que peleó por que El Saler no se llenará de edificios, el encargado de articular el sueño de Ricard Pérez Casado de que no se perdiera Ciutat Vella... Él, precisamente él, es quien lo dice. Y no por epatar; por puro raciocinio. Porque las cosas no son malas o buenas de por sí, sino que hay veces en las que los matices lo cambian todo. Y hay gentrificaciones buenas.
Lo dice al hablar del distrito de Patraix. Por proximidad geográfica, junto a Jesús y L’Olivereta conformarían el extrarradio de la ciudad. Aquí las personas mayores aún dicen: ‘Voy a València’. Aquí la gente joven no es extraño que diga: ‘Voy al centro’. Y en algunas calles el centro está a quince minutos… andando. La ciudad es esto. Pero la gente se siente extrarradio. No para mal. Como un pueblo adherido, pegado a la ciudad, pero diferente, con identidad propia. “Hay un deseo de ser pueblo, de disfrutar de las ventajas que tiene ser pueblo como una tipología edificatoria más vivible”, explica González Móstoles. Ser de pueblo en plena ciudad; la cuadratura del círculo. “Es increíble lo que ha pasado ahí con la plaza”, comenta en un momento de la conversación.
Atraídos por esa perspectiva, la zona se enriquece con incorporaciones de otras partes de la ciudad, jóvenes y profesionales que hallan en estos tres distritos lo que no encontrarían en otro lado de València, y sin la necesidad de tener que salir de ella. Incorporaciones que explican la pujanza de proyectos como la Factoria d’Arts de Patraix que contribuye a tejer lazos comunitarios. Patraix se mueve y eso hace que otros muchos quieran vivir ahí, en un círculo virtuoso no exento a veces de problemas.
“Las grúas han vuelto”
Así lo constata Toni Pla, presidente de la asociación de vecinos de Patraix, toda una referencia en el distrito. “Estamos recibiendo nuevos vecinos con cierto nivel formativo y poder adquisitivo que están regenerando el casco histórico”, explica. Las casitas bajas, ese bien preciado, que aquí aún tienen un precio razonable. A esto se suma que “hay una generación que no necesita salir del barrio, que busca vivienda por la zona”. El PAI de Patraix, que está ya aprobado, llega en el momento adecuado para atender esa demanda. El barrio está adquiriendo especial protagonismo en la construcción de obra nueva para viviendas, dicen los expertos. Además, parte con una ventaja, recuerda Pla, y es que la obra civil ya está hecha. “Las grúas han vuelto y unas 300 viviendas están en marcha. El PAI va a suponer más de 3.000 viviendas así que nos tocará reivindicar infraestructuras para toda la gente que ha de venir”, comenta.