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La explosión que sepultó Beirut

  • La obra Hope del artista Alfred Badr y los artistas Spaz y Exist. Foto: BORJA ABARGUES
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VALÈNCIA. El reloj marcaba las 18:08. La tranquila tarde de verano se veía interrumpida por dos fuertes explosiones que sacudieron la capital libanesa. La primera lanzó una enorme nube rojiza al cielo como si de fuegos artificiales se tratara. La segunda, mucho más poderosa, fue una de las explosiones no nucleares más grandes jamás registrada en la historia. La ola expansiva causó una destrucción generalizada y ocasionó importantes daños en edificios situados en un radio de veinte kilómetros.

Este trágico suceso, en plena pandemia del coronavirus, junto a una creciente crisis económica y política, reavivó las protestas del pueblo libanés con llamamientos a favor de la rendición de cuentas, el fin de la corrupción y la necesidad de justicia. La presión en las calles creció y el Consejo de Ministros acabó dimitiendo por segunda vez desde que comenzaron las protestas. Aunque, muchas de las figuras que dominaban la escena política desde hacía años siguieron en el poder.

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