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Valencia o la cultura de la nada: sobre la crisis de las industrias culturales valencianas

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VALENCIA. Fue un mensaje desde Madrid. De un valenciano vinculado a las industrias culturales. Uno de los miles que ha emigrado. El mensaje incluía un link con la página web del Observatorio de la Cultura. Los datos que le llamaban la atención, los conocidos del informe correspondiente a diciembre de 2013: ninguna institución ni actividad cultural valenciana (festival, montaje, centro cultural) entra en el listado de las 32 mejores de España.

En términos generales la Comunidad Valenciana se sitúa por detrás de Castilla y León, que tiene la mitad de población (2,5 millones por los 5,1 de la Comunidad Valenciana) y casi la mitad del PIB (55.775 millones de euros por los 101.111 de la Comunidad Valenciana). La ciudad de Valencia pierde puestos y ve como le adelantan en valoración otras más pequeñas (en población y renta per capita) como Málaga, Bilbao...  Para los 112 expertos consultados, la tercera ciudad de España en población es la séptima en calidad de la oferta cultural y la sexta en innovación. Sin la Mostra, sin el festival VEO, con un Palau de la Música mermado económicamente, y un Palau de les Arts sometido a constantes recortes, no tiene atractivos culturales de gran calado.

Pero si la comparativa es mala, el análisis en particular es peor. La Comunidad Valenciana retrocede en todas sus puntuaciones. "No es que el resto lo hagan mejor, que sería lo bueno para todos; es que los valencianos vamos a peor", dice mi interlocutor. En innovación la Comunidad pierde nueve puntos; en calidad, 13. La ciudad de Valencia pierde 14 puntos en ambos campos.

¿Qué credibilidad tienen estos datos?, nos preguntamos los dos. Son estimaciones, valoraciones, cierto, pero muestran coherencia. El observatorio ya avanzaba algunos detalles en años precedentes. En 2012 las instituciones valencianas habían desaparecido entre las más relevantes. En diciembre de 2011 aún se citaba al IVAM. Flor de un día. De un año. La norma es que ninguno de los grandes transatlánticos de la cultura institucional y privada entren en los listados de nada. Y menos en los del Observatorio de la Cultura que apadrina el Ministerio.

La principal institución cultural, en el primer puesto desde 2009 es el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Su director desde enero de 2008 es el historiador de arte Manuel Borja-Villel. Nació en Burriana, Castellón. Se licenció por la Universitat de València. Nunca ha trabajado en la Comunidad Valenciana.

Borja-Villel fue elegido tras concurso. En la Comunidad Valenciana prácticamente ningún alto cargo cultural ha sido seleccionado así. Más bien al contrario, los políticos se jactan de nombrarlos ellos, en persona, por encima de la opinión de cualquier asesor. El único caso es el del director del Museo Nacional de Cerámica, Jaume Coll. Es un museo estatal. El resto van desde esposas de ex consellers a amigas de la facultad... No ocurre sólo en los museos. Los principales cargos culturales están ocupados por hermanas de, hijos de y hasta vecinos del pueblo del político en cuestión. La Cultura en la Comunidad Valenciana no es un servicio profesional, es una cuestión de confianza.

"Las políticas culturales tradicionales son ineficaces, ineficientes e injustas. A pesar de ello la política cultural es ahora más necesaria que nunca", ha escrito recientemente Pau Rausell Köster, profesor titular del departamento de Economía Aplicada de la Universitat de València, en The Economy Journal. Unas políticas que en el caso de la Comunidad Valenciana pasaron 15 años prácticamente inalterables.

¿QUÉ SE HA HECHO Y QUÉ SE HARÁ?

La primera pregunta es obvia. ¿Se ha invertido lo que se debe? La desconcertante respuesta es que quizás demasiado y sobre todo mal. En 1999 se comenzó a vislumbrar la apuesta por la cultura de las instituciones gobernadas por el PP. Posiblemente nadie haya gastado más dinero en Europa que la Generalitat durante los últimos tres lustros. 

Sólo con la Ciudad de las Artes y las Ciencias y la Ciudad de la Luz se superaron los 1.500 millones de euros. El primer proyecto, según la estimación de Esquerra Unida, superó los 1.103 millones; la Sindicatura de Comptes elevó a 1.298 millones el coste al incluir también los equipamientos. El segundo, según desveló la Unión Europea, 274 millones de euros incluyendo intereses. Se creó una Ciudad del Teatro de Sagunto que se iba a instalar en La Nave de Sagunto; restaurar sólo este edificio costó 27 millones de euros. La entonces secretaria autonómica de Cultura, Consuelo Císcar, puso en marcha unas Bienales de las Artes que iban a situar a Valencia en el mapa mundial, decía. Se gastó más de medio millón de euros en llevar por todo el mundo una exposición de pintura de... Vangelis.

FOTO EVA MÁÑEZ.

La siguiente pregunta es saber qué ha sucedido con esas inversiones. De aquellas bienales no quedan nada. La Ciudad de las Artes Escénicas y la de la Luz están ahora cerradas. El Palau de les Arts tiene pendiente un nuevo ERE. El concurso por la Ciudad de las Artes y las Ciencias sigue pendiente. Císcar, ahora en IVAM, encabeza las celebraciones "sin grandes fastos" por el 25 aniversario del centro. "Tras el estallido del último cohete, todo el mundo aplaudió a la nada", escribe Antonio Muñoz Molina en Todo lo que era sólido. El vacío tras el gran fasto. Es una buena metáfora para lo que ha supuesto la cultura institucional de la Generalitat en los últimos 20 años. Miles de millones gastados para nada. Aplaudamos.

¿CUÁNTO SUPONE LA INDUSTRIA CULTURAL VALENCIANA?

La duda es si tenía sentido invertir tanto. Cabe preguntarse por la verdadera relevancia de la industria cultural, al margen incluso de las insolayables cuestiones emocionales e identitarias. Hay datos reveladores. El gasto medio por persona en ocio y cultura en la Comunidad Valenciana en 2013 fue 642 euros, según la Cámara de Comercio. Esto supondría más de tres mil millones de euros al año (3.274), cerca de la famosa barrera del 3% del PIB, si se multiplica gasto por habitante.

Había mucho en juego pues. Pero muchas de las inversiones de la Administración no salieron bien. Algunos proyectos culturales, que han costado millones de euros, han sido en la práctica fallas como las que se quemaron este miércoles. De ellos no queda nada. El resto han visto recortados sus presupuestos de manera drástica. La respuesta de la Administración ahora va desde el cambio de rumbo efectuado en la Diputación de Valencia por Alfonso Rus, con su apuesta por la cultura espectáculo, los recortes emprendidos por la Generalitat con la creación y ERE de CulturArts, a la búsqueda de nuevos públicos, amén de mantener absurdos como que el sector más relevante de la industria cultural valenciana, la sociedades musicales,dependan de Gobernación y Justicia. Ninguna de estas medidas parecen haberse traducido en nada.

Con la administración bloqueada, sólo quedan las iniciativas empresariales privadas, en ocasiones con una pequeña subvención pública, de consumo local, sin margen de maniobra para saltar a otras ciudades por una mera cuestión económica, al no contar, por ejemplo, con un sector financiero local ya prácticamente desaparecido. Los productos culturales valencianos son ‘Coses de valencians' que escribió Vicent Alonso en Trajecte circular, allá por 2004. En ese contexto no es extraño que una obra de teatro valenciana se cuele en los Max pero, pese a la nominación, siga sin tener fecha de estreno en Madrid o Barcelona. Da igual el interés real de los productos culturales valencianos. La norma es el silencio. A día de hoy, trabajar en Valencia en el campo cultural en ocasiones parece un handicap.

Y no parece que vaya a cambiar. La valoración del Observatorio de la Cultura es una mala noticia. Se basa en estimaciones subjetivas, cierto, poco más que una encuesta, pero quizás va siendo hora de que alguien empiece a preocuparse. Sobre todo cuando se recuerda que están en juego más de 3.000 millones de euros y miles de puestos de trabajo. 

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