LA LIBRERÍA

'Viva' México en ebullición: Patrick Deville retrata un país en el que todo era posible

Trotski, Arthur Cravan, Frida Kahlo, Diego Rivera, Malcolm Lowry, André Breton; un sinfín de nombres célebres que pueblan las páginas de esta novela sobre el convulso México de los años treinta

20/03/2016 - 

VALENCIA. Esta es una historia de trenes blindados que rasgan la noche portando estrellas rojas, una historia de revoluciones, de decisiones difíciles, de consecuencias gloriosas o enigmáticamente trágicas, de zares asesinados en sótanos, de largos viajes por mar y tierra a lo largo y ancho de un planeta que se abría por sus costuras. Esta es una historia de genios en busca de la libertad y de vagabundos en constante peregrinación con destino a ninguna parte, de héroes y de villanos, de filósofos, pintores, fotógrafos, escritores y asesinos, de brillantes y dementes pensadores, de amantes trastornados por la soledad y de bellas galopadas hacia la muerte. En esta historia se entremezclan las historias de Trotski el exiliado y de Cravan el poeta boxeador desaparecido, los amores dolorosos de Frida y Diego, la búsqueda de la tristeza creativa de Lowry; las vidas como novelas vitales de unos y otros, todos ellos consagrados hoy en la Historia. 

Esta es una historia que transcurre en México. En un México que era una caldera hirviente en la que se cocinaba el futuro con todo tipo de elementos. Los años treinta, en su tensión pre-bélica, habían hecho coincidir en el país a todo tipo de representantes del cambio, de todos los cambios posibles: políticos, culturales, artísticos, espirituales. De esta amalgama surge una fantástica colección de encuentros, desencuentros, enlaces y rupturas a los que el escritor francés  Patrick Deville (Loira Atlántico, 1957) saca partido en forma de novela con aroma a crónica del Nuevo Periodismo en Viva, su nuevo libro que llega a las estanterías de la mano de Anagrama

“Luego vienen los días y las noches rodando en la confusión de las longitudes, el lento trayecto sobre la vía estrecha en medio de oscuros bosques de alerces y de pinos, cuyas ramas parecen al alcance de la mano, y de bancos de flores azules y naranjas, como grandes pinceladas de gouache sobre el suave verde de junio, avanzando a la altura de la silla de un jinete y con el paso calmo de un caballo”. Con una enorme profusión de detalles nutriendo bellísimas descripciones, con unas elaboradas reconstrucciones que nos trasladan hasta el lugar y momento de los hechos como una máquina del tiempo, y con un gran talento para ponerse en la piel de algunos de los personajes más notables y complejos de nuestro pasado reciente, Deville teje esta enérgica narración que avanza como una locomotora con nosotros a bordo asombrados por lo que vemos desde la ventanilla. 

Viva es también una historia de sueños y anhelos: desde el mundo que deseaba construir Trotski hasta la vida que quería llegar a llevar algún día el excesivo sobrino de Oscar Wilde Arthur Cravan y para la cual se quiso embarcar rumbo a Argentina. En el transcurso de la novela asistimos a los desvelos de unos personajes en cuyas vulnerabilidades se refleja una humanidad elevada que ha permanecido latente hasta nuestros días bien por sus logros en vida, bien por sus leyendas, bien por sus finales, algunos tan dramáticos como el que propició el fatídico piolet que sentenció al hombre “de la curiosidad enciclopédica” que es el eje principal de esta novela.

Pero hay más. Viva es una historia de muerte. Las balas en el cuerpo de Julio Antonio Mella, icono de los revolucionarios cubanos, la amenaza cumplida de Ramón Mercader, la ejecución en Ibiza de Villain, ejecutor a su vez de Jean Jaurès, los innumerables muertos en el haber de Stalin, el asesinato de Sandino, el exterminio de todo aquel relacionado sentimentalmente con Trotski, incluidos familia, amigos, conocidos y gente asociada indirectamente a él o a su causa, el viajero asaltado que yace a la orilla de un camino. Todo muertes que pese a no ser exclusivamente patrimonio de México, llegan a nosotros al haber impregnado de sangre, de una manera u otra, los hechos que narra Deville. El ideal, para materializarse, exige los mayores sacrificios.  

Sueños, muerte, coraje, valor y por supuesto, amor. En Viva, además, hay amor. Se encuentra en la tormentosa relación de Malcolm Lowry y Jan, habita en las desesperadas cartas de Frida a un Diego que ya la abandonaba, también en la correspondencia que Trotski mantiene con su querida Natalia tras haber sucumbido temporalmente al magnetismo de Kahlo y haber vuelto después arrepentido al calor de su compañera, el de Lloyd y Loy, a la que mandaría lejos de él y ya nunca volvería a ver, o en el romance legendario entre La Malinche y Hernán Cortés. Pero el amor que se profesa en estas páginas no va solo dirigido a personas sino también a ideas, y también a la literatura en sí misma -a esta la ama Lowry con desesperación en su búsqueda del Volcán y la ama el mismo Deville de un modo más que evidente-, sin olvidar el amor que se profesa a la tierra: ya sea rusa, mexicana, o global. 

En esta historia de historias se encuentran parte de las claves que explican por qué hoy estamos donde estamos: los grandes conflictos que lo sacudieron todo, las grandes ideas que rompieron el tablero de juego. Inmersos en la lectura, a veces podemos llegar a sentir que hemos abierto la puerta a un espacio en el que el tiempo se ha parado, como sucede en el despacho de Trotski, donde dice el autor que el tiempo se ha detenido desde agosto de mil novecientos cuarenta. El libro es tan vasto y colorido como los murales que compone el “elefantiásico” e incansable Diego Rivera; en un plano menos trascendental -pero no por ello menos relevante-, en él se encuentran también detalles como la relación entre el nombre de la banda de Jim Morrison, William Blake y Las puertas de la percepción de Huxley, o que el mejor mezcal que podemos beber es el que prepara el maestro mezcalero Alberto Juan, de Oaxaca, a partir de un agave que crece libre como si fuese la encarnación misma del sentimiento de un pueblo.