VALENCIA. Vulcania es una novedad en el cine español y no solo por que se estrene esta misma semana. La película distópica no es un género explotado en nuestro cine, al menos no en el protagonizado por actores de renombre y que se estrena en las salas de todo el país. Vulcania es una novedad en el cine español. Respaldada por el cine europeo (es una coproducción española - sueca - francesa y está producida por la productora de Lars Von Trier en España, Zentropa Spain) sigue su estela y se aleja de lo establecido en nuestro país.
Desde la primera escena la situación que se presenta es compleja: Jonás (Miquel Fernández) acaba de perder a su familia en una explosión en una mina, al igual que Marta (Aura Garrido).Ambos se centran en su trabajo para salir adelante, pero no es una elección. En la sociedad distópica en la que viven todos trabajan en una fábrica, una fundición, todos los días del año sin pausa. No hay nada más allá: nunca han salido de su poblado ya que serán castigados con la muerte si lo hacen.
Una sociedad c ompletamente monitorizada por dos familias (aunque el gran líder que siembra el terror de la película es Adam, protagonizado por Ginés García Millán) que lo controlan todo y que se distinguen porque cada una tiene un símbolo representativo, que en realidad es muy parecido entre sí. Dos partes de una misma cosa que se unen para controlar y manipular un pueblo, ¿nos suena? El poder lo ejercen dos familias enfrentadas desde generaciones atrás pero que se tienen un gran respeto entre sí: respeto por el poblado y la tradición. Sus miembros no pueden juntarse y llevan brazaletes distintivos. Eso sí, ambos clanes trabajan en la misma fábrica, que es a lo que se dedican todos a lo largo de toda su vida.
Desde el principio se presupone que al ser un pueblo reprimido y controlado por unos pocos habrá violencia para mantener el poder, que las tensiones serán continuas y las desapariciones, como las que dan inicio a la película, serán algo que se repetirá. Y no se puede estar más equivocado. En la distopía que propone Vulcania no hay violencia (al menos no física): cada día la voz de José Sacristán, que interpreta al líder del consenso entre las dos familias, les da las gracias a través de unos altavoces que resuenan en todo el pueblo. Les da las gracias por ir a trabajar, les dice que es muy feliz siendo su líder y que hacen muy bien su trabajo. Nada de gritos ni represión y sin embargo el ambiente no puede ser más fúnebre. El personaje de Aura Garrido es la única que en un punto de la película ‘recibe su merecido’ por 'desafiar el estilo de vida de la comunidad’ y no tiene nada que ver con saltarse las normas de la organización establecida.
Los personajes están acostumbrados a no pensar, a realizar la misma tarea todos los días de forma mecánica y no saben lo que es decir ‘no’. La disciplina se impone por el miedo, miedo a lo que hay fuera, a lo desconocido. El consejo que maneja el pueblo recuerda mucho al consejo de El bosque (M. Night Shyamalan, 2004), pero recordemos que sigue siendo una película española: el dominio del pueblo es simplemente una forma de lucrarse. La película deja muchos interrogantes abiertos, tal y como siempre ocurre con las distopías. Lo que Jonás hace es desafiar las normas, explorar, pensar por su cuenta. Por su cuenta y riesgo, ya que desafiar al poder establecido y preguntar más de lo debido puede salirle muy caro.