VALENCIA. En 1973 uno de los discípulos mexicanos de Luis Buñuel, Arturo Ripstein, filmó 'El castillo de la pureza'. Una película sobre un padre de familia que encierra a toda si descendencia en casa convencido, precisaba la sinopsis, de que el mundo exterior es dañino. La historia estaba basada en un hecho real que ocurrió en los años 50 en México.
En 2009 fue el griego Yorgos Lanthimos quien abordara la misma historia en su celebrada segunda película 'Canino'. Un hombre protegía a sus hijos dejándolos encerados en casa toda su vida. Al menos en los meses posteriores al estreno el director no mencionó la película mexicana, pero fue un éxito igualmente.
Ese año el detalle de no dejar que tus hijos vean la luz del día en toda su vida estaba de actualidad. El austriaco "monstruo de Amstetten", Josef Fritzl, había encerrado a su hija en el sótano, la había violado reiteradamente, tenía hijos con ella, que tampoco salieron jamás del sótano, y les mantuvo a todos con vida durante años sin que, al parecer, se diera cuenta su mujer, que vivía con él.
Ya sea como fabulación o como brillante idea que se le ocurre un día de repente a un padre de familia, encerrar a la familia y no dejarla salir de casa toda su vida es un fenómeno que no podemos calificar de aislado. Está ahí. Ocurre de vez en cuando. Como prueba, el tema tratado por la cinta que ganó el año pasado el festival de Sundance en la categoría de cine documental: 'Wolfpack'. Se trata de un caso real de siete hermanos que estuvieron catorce años aislados en un apartamento en Nueva York. Los hermanos Angulo.
Su padre, un hippie peruano, quería irse a vivir a Escandinavia e hizo escala en Nueva York para ganar un dinero. Pronto desechó la idea y se quedó allí. Vivía en unas viviendas sociales en el Lower East Side de Manhattan y le dio, explica, por no dejar que sus hijos salieran de casa. Dice que había mucha gente vendiendo droga, que era muy peligroso, que había camellos hasta en el ascensor. El caballero, seguidor del krishnaísmo, puso a sus hijos nombres en sánscrito, tuvo unos cuantos más, y ahí estuvieron todos, durante catorce años encerrados. Solo salían de vez en cuando, una o dos veces al año, vigilados de cerca.
Como a cierta gente le gustaría en España, la familia en Estados Unidos tuvo derecho a educar a sus hijos en casa sin que fueran al colegio. Es más, sobrevivían gracias a una pensión que les daban precisamente por educar a los hijos en casa. Con todo el tinglado montado, el padre se dedicó, cuentan los hijos, a estar borracho todo el día escuchando a los Beatles a tope. Graciosamente, saludaba a todos los hijos dándoles un piquito.
La gracia de 'Wolfpack' es que cuenta con los vídeos caseros que rodó la familia durante su cautiverio. La experiencia previa que tenemos en este sentido fue la también ganadora del festival de Sundance 'Capturing the Friedmans', los vídeos caseros de una familia cuyo padre, que tenía una pequeña academia de informática en su propia casa, fue acusado de abusar sexualmente de los alumnos junto a... su hijo. Aquello dejó patidifuso a todo el mundo y es recordado como uno de los mejores documentales jamás rodados, aunque se limitara un montaje de vídeos y unas entrevistas.
El trabajo de la directora Crystal Moselle podría haber alcanzado el mismo nivel porque contaba básicamente con los mismos ingredientes. Una familia digamos que especial, sus vídeos caseros durante años y acceso a ellos en la actualidad, pero le ha desinflado toda la emoción que podía tener la historia con un ritmo que parece una letanía.
Y es triste porque el aspecto más destacado de esos vídeos caseros es que a los hermanos Angulo lo que les guastaba era rodar películas en casa. Reproducían escenas de los directores que les gustaban, especialmente Tarantino. Aunque también hacían de Freddy Krueger, de Batman... se picaban los guiones enteros viendo las películas y luego se los aprendían. Sin embargo, el recurso queda muy poco explotado. No es más que una anécdota.
Al final uno de ellos consiguió escapar. En la calle entró en todas las tiendas y comprobó por si mismo que no era tan peligroso todo como le advertía su padre. La única peculiaridad es que llevaba puesta una máscara para que no le reconociera e iba entrando así a los sitios. Le detuvieron, le enviaron a un manicomio, luego de vuelta al encierro pero a partir de ahí ya nada fue lo mismo para los hermanos.
Es gracioso ver cómo pasean por la calle una vez libres. Cuando están rodeados de árboles, comentan que es como en El Señor de los Anillos. Cuando llegan al mar, se quieren ir nadando a Brooklyn. Y van todos por la calle con melenas hasta las rodillas prácticamente, gafas oscuras y gabardinas de cuero.
Así se los encontró la directora, hicieron migas y de ahí surgió el documental que por lo menos les ha servido para meterse unos buenos viajes en las premieres. "Sentí como si me hubiera encontrado con una tribu perdida del Amazonas en Nueva York", explicó ella misma al New York Times cuando fue preguntada por estos encuentros.