VALÈNCIA. En 1989, Antonio Arias, Eric Jiménez y Juan Codorniú deciden grabar, por primera vez juntos en un estudio y en forma de demo, las primeras canciones de su banda, Lagartija Nick. 35 años y 15 discos después, pueden decir con orgullo que se han convertido en referente de la escena independiente precisamente haciendo bandera de la libertad absoluta a la hora de componer y escribir, de dejarse influenciar, de converger, o de explorar nuevos caminos sobre los que poner (o quitar) luz.
Para celebrarlo, están de gira celebrando los 35 años de carrera. Y este viernes 18 de octubre es el turno de València , en el Ram Club de La Rambleta a partir de las 22:30.
- En el cartel de la gira habéis incluido una parte de la letra de Pasajeros en tránsito que dice "De estación en estación/En transbordo hacia otro tren/Para cambiar de nuevo de dirección" ¿Es esto un buen resumen de estos 35 años de trayectoria?
- Sí, creo que es un buen resumen. Es un concepto casi reptiliano en el sentido de que uno se forma y luego quiere transformarse. Esa nueva piel se convierte en un corsé, y necesitas liberarte para buscar otra. Nosotros hemos desarrollado esa línea en nuestra carrera. Empezamos con rabia, con una expresión fuerte, muy influenciados por el punk, pero luego te das cuenta de que también eres músico y que puedes experimentar tanto a nivel personal como grupal. Ahí es donde nos hemos entregado siempre de una manera intensa, si no suicida, en cada transformación. Cada trabajo, cada proyecto y cada experiencia te impregnan, y eso es lo que nos ha motivado a seguir.
- Celebráis los 35 años de la banda, desde 1989, pero el primer disco no se publica hasta 1991. ¿Cómo fueron esos dos años de impasse y de inicios?
- En los 80, entrabas en una discográfica indie te absorbían y luego te vendían a una especie de multinacional que lo único que querían era dinamitar la escena. Nosotros teníamos claro que queríamos huir de las grandes compañías. Querían transformarte en algo comercial, y eso no era lo que buscábamos. Por eso decidimos trabajar siempre con compañías independientes, aunque también era un camino complicado. Los primeros años, desde el 87 al 90, fueron de formar la banda, encontrar nuestro sonido y buscar una compañía que respetara nuestra visión.
-A lo largo de vuestra carrera habéis experimentado muchos cambios de dirección. ¿Se han hecho más por cambios de referencias o por intuición propia?
- Al principio, había un ejercicio de estilo muy claro, como en Inercia, donde todo era intencionado: los tonos mayores, la producción... Luego la gente se quejaba, "con lo bien que nos iba". Pero la intención, una vez entramos ya en Sony-CBS era hacer discos difíciles aprovechando que estábamos en una multinacional. Esa confianza nos hizo explorar más y empezamos a oscurecernos, en el disco Su, y nos llevó a experimentar más, tanto en la música como en las letras. Y gracias a Su, se abrían todos los caminos, podíamos seguir explorando, o volver a Inercia, que era lo que nos pedía la gente... Pero esos caminos fueron los que nos llevaron a Omega, que fue la transformación total. La colaboración con Enrique Morente fue clave.
Y la reacción fue brutal, casi el momento más desastroso de la banda. Nos dieron muy fuerte, tanto desde la prensa como desde la industria. Nadie entendía lo que estábamos haciendo. Nos decían que no se podía meter a un gitano a cantar sobre una base de rock, que eso no se hacía. No nos llamaron para ningún festival ni nos entrevistaron. Fue todo un aviso a navegantes, aunque luego se tardó mucho tiempo en volver a intentarlo.
Omega abrió del todo las posibilidades del grupo y nos tenemos que adecuar a esa situación. Omega no es que sea un disco bueno porque sí, lo que sí es es un disco muy trabajado, Morente y yo estuvimos tres años dándole caña hasta que finalmente vio la luz. La colaboración nos cambió la manera de ver la música, el trato con la discográfica y el enfoque de nuestros propios discos. Se nos abrió un mundo de posibilidades que era chungo en el sistema este de este país, pero fascinante como músico.
-Qué envidia escuchar la libertad que habéis tenido. No ha sido un privilegio porque os la habéis trabajado, pero a la vez, qué suerte.
-Tuvimos a un gran maestro como fue Enrique Morente, que nos enseñó a no perder nunca la motivación original, a volver siempre a la primera demo de una canción para no perder la frescura y a la intuición que nos llevó a componerla en primer lugar.
Omega, por un lado, nos daba la posibilidad de tener un tesoro para toda la vida, que es haber compuesto canciones con un genio de la música como Morente y aprender algo de los sistemas ancestrales del flamenco; por otro, nos permitió seguir con nuestra carrera buscando nuevos caminos.
- En cuanto a las letras, hay discos que empiezan a partir de la obra de Lorca, Val del Omar o Buñuel. ¿Cómo contagia la literatura vuestro proceso de composición de música?
- Precisamente, la colaboración con Enrique Morente y su forma de trabajar la poesía nos enseñó muchísimo. Él nunca imponía una melodía a los poemas, los murmuraba primero y dejaba que la música surgiera de la propia poesía.
Con Val del Omar había una trampa: creíamos que estábamos aprendiendo a escribir mejor pero lo que hacíamos era conocer mejor al poeta. Para que su genialidad te impregne y te modifique tienen que ocurrir muchas más cosas. Nos adentramos en las teorías mecanicistas de Val del Omar, que nos llevaron a humanizar las máquinas y a buscar nuevas formas de expresión en la música. Nos influyó profundamente, pero al mismo tiempo necesitó tiempo para dejar de ser una polilla asombrada por la luz. Por eso vinieron disco de cierta confusión, Ulterior o Lagartija Nick. Acabamos en una escena más heavy que nos quitó todo el público que teníamos pero nos entró otro totalmente nuevo y nos lo pasamos de puta madre porque sabían mucho de música.
- Lagartija Nick siempre ha estado asociada a la escena independiente. ¿Cuándo os habéis sentido más cómodos e incómodos en esa etiqueta?
-Nuestra relación con la escena independiente empieza cuando nacemos, a finales de los 80. Nuestro manager era de Portugalete, y ahí empezamos a recorrer todos los gaztetxes, a salir muchísimo de Granada, a encontrarnos a muchas bandas como Cancer Moon, Los Bichos, o Los Clavos, con los que no teníamos una similitud musical, pero sí el mismo comportamiento independiente. Por eso las ganas de trabajar con compañías independientes para juntarnos con esa escena; que eso siempre hay que tener, hay que crearlo, hay que alimentarlo.
Ya en los 90 la independencia casi no la dejan respirar porque se desarrolla dentro de compañías multinacionales, como RCA con los grupos indies que fichó. El caso es que ahí ya hay una nueva independencia, pero dentro de las multinacionales. Las compañías no entendían muy bien qué es lo que había pasado con Nirvana y te daban carta blanca. Echaban muchas pasta para que los discos se hicieran bien y el producto que tú quisieras, pero ellos no tenían muy claro cuál era el éxito de esa propuesta. Así se genera una serie de grupos que se llaman independientes, muy interesantes pero que ya estaban trabajando, quieras o no, dentro de una multinacional. Esa es la independencia que todavía se mantiene, la que nace dentro de una gran compañía de discos, con libertad pero dentro del mercado. Hoy el lenguaje y el discurso de muchos grupos están configurados desde el yoísmo. Los músicos están en esa filosofía independiente dentro de las compañías, es verdad, pero no es para nada independencia.
- Por eso entiendo que os habéis sentido más o menos cómodos en función de si la escena estaba siendo realmente independiente o no.
- Totalmente. Cuando publicamos Omega y no nos llamaban de ningún festival, estaba sucediendo la gran explosión de la rentabilidad de esa escena. Vieron que eso podía llegar, que no tenía límite esa experiencia social alrededor del yo. Y de ahí no se ha movido mucha gente.
- Con una discografía tan amplia y diversa, ¿cómo planteáis los conciertos en esta gira de 35 años?
- Hemos estado haciendo discos conceptuales durante los últimos años, como Los Cielos Cabizbajos o Buñuel, donde la puesta en escena era muy específica. Pero para esta gira, nos hemos quitado esos trajes conceptuales y hemos decidido repasar toda nuestra trayectoria, mezclando canciones de todas las etapas. También hemos recuperado algunas versiones, que al principio hacíamos muchas de Syd Barrett, Electric Prunes y demás. Nos hemos vuelto jóvenes en ese aspecto y viejos en otros. Es un show variado y muy divertido tanto para nosotros como para el público.
Enrique Morente también nos enseñó la importancia de manejar las emociones en un concierto, de crear tensión, liberarla y volver a generar intensidad en los momentos clave. No es solo tocar canciones, es una experiencia emocional tanto para nosotros como para el público. Hemos aprendido a estructurar el repertorio de manera que cada canción tenga un impacto emocional y el público se sienta involucrado en todo momento. La relación con el público tiene que ser el de un intercambio de energía.