ALICANTE. Lo que propone Mastodonte no es un concierto más. Es una experiencia sensorial. Un viaje emocional para celebrar la vida. Un derroche conceptual en el que Asier Etxeandia y Enrico Barbaro se desnudan, a través de la música, para poner al público frente al espejo con el objetivo de iniciar un ritual colectivo que nos salve del delirio. Algo incluso más contundente de lo que nos tenían acostumbrados. La pandemia les obligó a parar, como a todos, pero eso les ha servido para poner el foco en lo importante y extraer todavía más su esencia. Tras La transfiguración del Mastondonte, presentan ahora un espectáculo renovado, Simplemente perfecto, este sábado en Muelle12.
— Un año después de que tuvieseis que cancelar todos los conciertos anunciados, volvéis al escenario con un proyecto renovado. ¿Cómo habéis vivido ese momento?
— Asier: No ha sido fácil. Envejecí emocionalmente. Era un momento en el Mastodonte tenía un futuro muy bueno y se fue todo al garete. Ha sido duro, pero ha pasado el tiempo y nos queda la sensación de que todo es por algo. Intento llevar ahí lo que me pasa en la vida, pensando que todo es por algo. Los cambios son buenos y necesarios. Nos queda un sentimiento como de retroavanzar. Hemos parado y hemos tenido la oportunidad de ver qué es lo que queremos hacer, qué es lo que hemos hecho mal, dónde tenemos que poner la energía, dónde está el motor del Mastodonte, etcétera. Ahora está más limpio que nunca y más motivado que nunca. Estamos inspiradísimos después de este retroavance tan bestia.
— Enrico: Ha sido desesperante, como para cualquiera. Un momento de grandes dudas y de replanteatro qué es lo que vas a hacer después. El encierro fue infinito y todavía no sabemos cuándo volveremos a la normalidad total, pero nos ha venido bien para meditar. Nunca habíamos tenido tanto tiempo para parar y enfocar. De ahí viene la necesidad de crear un formato nuevo.
— Tras La transfiguración del Mastodonte, con Simplemente perfecto presentáis una nueva experiencia sensorial, desde vuestra propia experiencia vital, en un formato renovado ¿Cómo explicaríais vosotros lo nuevo de este proyecto o en qué se diferencia de lo anterior?
— Asier: Lo hemos transformado. Era todo muy barroco y además nosotros éramos mucho de comunidad. De llevarnos con nosotros a toda la familia y a mucha gente que trabajaba con nosotros. Es parte de la identidad de Mastodonte, porque nosotros dos hacemos la música y el concepto, pero somos una gran familia. Todo eso ya no es posible. No podemos irnos una buena tropa de gira, pero eso nos ha ayudado a economizar emocionalmente y a darnos de qué es inamovible e insustituible… y eso son las canciones. Eso ha hecho que se haga un espectáculo acorde a su título: Simplemente perfecto. El título define mucho qué es lo que queremos contar, que es el hecho de ir al epicentro de lo importante. A la esencia, sin perder el norte y sin perder nuestro concepto, estilo e identidad.
Eso ha hecho que todavía esté más arraigada nuestra identidad, porque al final no hemos hecho un acústico. No es un acústico en absoluto; creo que es incluso algo más bestia que lo que anterior. Estando los dos solos, la sensación que tenemos es la de haber huido del barroquismo en una línea recta hacia la elegancia y el minimalismo, pero de forma más canalla y agresiva por momentos. Los sonidos electrónicos que ha encontrado Enrico para esta nueva versión hacen que sea un show perfecto para festivales o grandes marchas. Estamos muy orgullosos de todo el concepto del show.
— Enrico: Ganamos en contundencia. Quitar tanto movimiento en el escenario le da al público la oportunidad de escuchar con más atención las canciones. De alguna forma, nos hemos desligado del barroquismo y el disco se muestra con toda la fuerza que tiene en realidad. Tenemos un par de momentos como más íntimos, pero en este caso el concierto es un viaje más cinematográfico que teatral.
— Lo que seguimos haciendo es desnudarnos. Siempre nos desnudamos en el escenario. Lo hacemos ahora y lo hacíamos antes, aunque fuéramos 27. Nuestra obsesión es desnudarnos y usarnos de cobayas todo el rato. Es hasta abrumador, pero eso no va a cambiar nunca. La búsqueda de la verdad, de la identidad, de lo que somos, lo que pensamos, lo que necesitamos transmitir, nuestros miedos, etcétera. Todo eso forma parte del discurso de nuestra música. Y es que, si no tienes algo que contar, tampoco tienes nada que cantar.
— Presumís siempre de la química que hay entre vosotros. Es uno de los elementos que lo hace todo tan especial ¿Es simplemente perfecta? ¿Cómo fluctúa? ¿Va in crescendo?
— Enrico: Nos queremos mucho. Hay mucha admiración y respeto. Es inevitable.
— Asier: Yo es que no entiendo la música sin Enrico. No sé, yo he encontrado mi Orgasmatrón emocional; mi mamporrero musical. Cuando nos juntamos, las cosas que surgen son tan maravillosas que me da la sensación de que estábamos predestinados a encontrarnos en este momento, esta edad, este tiempo, para poder hacer lo que hacemos. Mi admiración y mi amor va creciendo, sí. Ya hay mucha historia detrás, pero lo que más me emociona es el camino que queda por andar y todo lo que tenemos que hacer, que es mucho.
— Cada concierto vuestro es un ritual colectivo. En este caso, explicáis que es un antídoto al miedo, al dolor y a nuestros propios engaños. Un espejo en el que reflejarse, reflexionar, cuestionar, conmover y empoderar… ¿Expiar así nuestros pecados nos hará libres?
— Asier: Justo eso. A la hora de montar este show hemos insistimos en el concepto del espejo, que creo que es lo que somos los artistas. Nos convertimos en el espejo en el que la gente se ve para poder identificar sus experiencias. Nosotros cantamos las miserias y las alegrías de todos los seres humanos. Ese ritual es necesario que lo haga todo el mundo para entender qué está pasando en su vida. Mirarse en el espejo y decir: “esto es lo que soy, con lo bueno y con lo malo”. Aprender qué tengo que limar y qué tengo que amar y aceptar. Facilitar eso es nuestra labor y esa ha sido la gran inspiración a la hora de crear Símplemente perfecto.
— Enrico: Intentamos que la gente se reconozca en las canciones en lugar de que vea a un intérprete que te cuenta su historia. Damos la posibilidad de que vean cómo su historia se refleja a través de la música, que tiene un poder desgarrador.
— Es un ejercicio terapéutico para vosotros, que definís como un bálsamo para el dolor que causa crecer, tener que adaptarse y envejecer sin saber quiénes somos realmente. ¿Seguís sin saber quiénes sois?
— Enrico: Pues vamos creciendo y mejoramos con el tiempo. Mejoramos lo bueno, ¡pero empeoramos también lo malo! Aunque, bueno, intentamos ir puliendo…
— Asier: Lo que yo siento es que cuando estoy alejado de lo que quiero hacer, estoy más perdido. Cuando hacemos conciertos o nos juntamos y hacemos música, pues me siento realizado y me siento mucho más útil tanto para mí como para los demás. Entiendo mucho mejor el mundo y me entiendo yo. Efectivamente eso es balsámico y terapéutico para mí. Por eso lo que me ocurrió en la pandemia fue que envejecí y me perdí. Yo no sabía ni quién era ni dónde estaban mis bases ni qué quería hacer. Descubro quién soy haciendo lo que hago, porque lo importante no es quién eres sino lo que haces. Eso es lo que pienso e intento trasladarlo a mi trabajo. Es necesario saber por qué haces las cosas y eso a mí me salva.
— Supongo que es algo que siente cada generación de forma consecutiva, pero este momento que estamos viviendo, en el que parece que se tambalean muchos cimientos de muchas cosas que parecían intocables, quizá se acerca a una transición hacia una revolución cultural y social considerable donde vuestro ritual colectivo cobra más sentido…
— Asier: Yo también creo que estamos viendo eso y ojalá sea así. Como en los locos años veinte o como lo que ocurrió en los años ochenta después de la dictadura ¡El mundo tiene muchas ganas de romper a follar en todos los sentidos!
— Enrico: Espero que, de alguna forma, la sociedad, aunque no lo demuestre, haya aprovechado este momento de caos para volver a descubrir qué es lo verdaderamente importante y buscar la calidad y la humanidad en las cosas. A mí me ha servido precisamente para eso, para enfocarme. Nosotros, por nuestra parte, como artistas, tenemos que hacer cosas relevantes para la sociedad y espero que la sociedad salga de esta reforzada y con más sentido crítico.
— ¿Es quizá más importante que nunca hacer ese ejercicio colectivo que proponéis?
— Asier: El ritual es necesario siempre y no se nos puede olvidar. El amor es un teatro lleno. Nos están educando para ser cada vez más individualistas, siempre con nuestro móvil. Lo único que nos hace reconectar son los rituales. El teatro, los conciertos, el cine, los libros… lo que va directamente al corazón, y eso hay que fomentarlo. Lo que emociona, porque cuando te emocionas tienes una catarsis y entonces te entiendes a ti mismo y entiendes al otro. Es que es necesario.
— Cine, teatro, música… ¿Utilizáis todo lo que está en vuestras manos para lanzar ese mensaje o es más por el propio placer de hacerlo?
— Enrico: Nos gusta y nos divierte. Con todo lo que sabe hacer Asier, no aprovechar todas esas facetas sería una pena.
— Asier: Son las dos cosas. Son las herramientas que necesitamos para transmitir eso que queremos y, cuantas más herramientas tienes, pues mejor terminas tu obra. Lo que nos falta es tiempo porque todo lo hacemos nosotros. Tengo un estrés que me vuelvo loco, pero lo disfrutamos. Es lo que más felices nos hace y por eso lo hacemos. En este momento, con la necesidad de aire que tenemos, saliendo lentamente de esta pandemia, es más especial que nunca. Además, en Alicante tenemos un publicazo. El público de allí siempre nos ha querido mucho y han sido grandes los conciertos. Esta vez, con el mar al lado, va a ser especial.