CASTELLÓ. Acostumbrados a dibujar en parques y ante cualquier monumento, edificio o persona que pase por la calle, ¿cómo le dices a un urban sketcher que pinte desde su casa? Si precisamente el primer punto de su decálogo ya reza que hay que dibujar in situ, al aire libre o a cubierto, siempre documentando lo que suceda en el mundo. Pues bien, el estado de alarma decidió que no, durante unos meses ya no habría otras reglas que las de confinarse y esperar. Así que, al igual que le pasó al resto de artistas, los urban sketchers tuvieron que aguantarse las ganas de pintar en los alrededores de su casa.
¿Cuál fue el problema en la vuelta a la 'nueva normalidad'? Que a diferencia del trabajo de muralistas o grafiteros, otro de sus grandes fundamentos pasa por no dibujar solos, sino en grupos, muchas veces, formados por personas desconocidas. Dibujar puedes dibujar solo, cuando quieras y desde donde quieras, pero para practicar el sketch urbano no. Una condición que ahora se ha convertido en su gran obstáculo.
"De nuestros encuentros lo que más nos gustaba era el poder juntar a gente super diferente para dibujar. Organizabas una convocatoria en redes sociales y estos acudían libremente sin tener que confirmar ni pagar. Por eso, en uno igual te acudían solo cuatro personas, especialmente en invierno porque hace frío, pero en otros -como el de Peñíscola- llegamos a reunir a 200 personas. Esto lógicamente no se puede hacer ahora, pero también resulta complicado hacerlo con pocas personas, tanto en museos como en cualquier espacio cerrado, porque simplemente cuesta convocar a gente sin saber nada más de ellos. Estamos en pleno impasse", reconoce Eloi Pons Marzal, fundador del grupo Urban Sketchers Maestrat.
La primera vez que este dibujante de Benicarló salió a la calle para pintar, con la desescalada en marcha, confiesa que sintió "miedo e ilusión". Pero lo más sorprendente es que, según cuenta, veía las perspectivas de los edificios "enormes" y complicadas de plasmar, como si fueran sus primeros días como dibujante. Y es que lo único que hicieron él y el resto de profesionales y amateurs durante los meses de confinamiento, fue seguir algunos retos de pintura desde casa. El baño, la cocina o el salón se convirtieron en sus musas durante días. "Salir fue extraño, pero por suerte, al final es como ir en bicicleta, no se te olvida la técnica", asegura el castellonense, que igualmente confiesa que echa de menos "aquellos encuentros en los que ibas, por ejemplo, a un bar y charlabas con los trabajadores y con los clientes, porque estos querían saber qué estabas haciendo". "En nuestras salidas se crea un contacto muy directo con el entorno y al ir acompañado, esto también te permite aprender otras técnicas y observar materiales que no conoces. No son clases, es lo interesante, que únicamente se trata de compartir", explica Pons.
Precisamente, el punto de partida de esta comunidad global, que apareció en 2007, es reunir a dibujantes de todas partes para fomentar, sin más, la práctica de dibujar in situ en observación directa con la vida urbana. Desde esta premisa han surgido grupos por todo el mundo. En España el primero de ellos apareció en 2013 en Barcelona y en la actualidad ya son 22 los colectivos por todo el país. Siendo tres de ellos de València y Castellón. El último incorporado, sorprendentemente, durante pleno confinamiento.
"Empezamos a reunirnos en octubre del año pasado, pero deben pasar al menos seis meses hasta que te den la oficialidad como urban sketcher, para así asegurarse de que va a ser un proyecto con continuidad. Entonces se decretó el estado de alarma y pensamos que tardarían en aprobarnos la solicitud. Nuestra sorpresa fue que, pese a ello, nos adhirieron durante el confinamiento", cuenta Miriam Ruiz, coordinadora de Urban Sketchers Castelló. Con las ganas de arrancar el proyecto casi desde cero, el colectivo ha organizado desde entonces encuentros, con mascarilla y distanciamiento, por diferentes puntos de la provincia. Desde el Voramar de Benicàssim hasta el Museu d'Etlogoia de Castelló. El proceso creativo dura alrededor de dos horas y su próxima parada ya tiene nueva ubicación: este domingo frente a las estatuas de la avenida Rey Don Jaime. "El colectivo es muy nuevo y apenas se ha dado a conocer, por eso de momento no somos más de seis las personas que nos reunimos", señala.
Con confinamiento, o sin, no hay ninguna situación que pueda arrebatarnos el acto de dibujar. Ya sea en casa o desde la colina de una montaña. Esta técnica artística sobrevive a cualquier época. Por eso, lo que los urban sketchers quieren, a fin de cuentas, es poner en valor su poder para contar una historia o difundir la imagen de una ciudad de manera fidedigna. Pero tampoco vale hacerlo de cualquier modo. Lo que premian estos profesionales del bosquejo es el arte que se aleja de lo tecnológico. "En una época tan digital e informatizada, de vez en cuando apetece hacer cosas con las manos, en directo y en un entorno real. Son muchos los artistas que dibujan apoyándose en fotografías que ven desde su tablet u ordenador. A nosotros lo que nos interesa no es eso, sino el enfrentarnos a cómo cambia el espacio cuando estamos delante de él. La fotografía es un instante, pero para dibujar tienes que dedicar una hora o, si no es así, seguro que mucho más tiempo que para disparar una foto. Esto ocurre porque las características de lo que representas igual cambian cada 15 minutos. Aparca un coche, viene una señora a hablar... Y todas esas vivencias influyen en tu pieza. El dibujo no es solo un resultado, sino una experiencia. Por eso, si dibujamos a partir de una imagen digital nuestra experiencia siempre será más pobre", asevera Pons, quien pese a todas las dificultades da por asegurada la supervivencia de este ritual.