ALICANTE. Tenía apenas doce años y en su casa ya merodeaban revistas de fotógrafos internacionales que, como Irving Penn, se disputaban los primeros puestos del ranking. Tras beber de la afición que le alcanzó desde pequeño su padre, el primer paso vino con el triunfo vino en el mundo de la moda. En 1995 recibe el Premio Nacional de Fotografía otorgado por el Ministerio de Cultura de España. Desde 1997 es profesor en la Facultad de Bellas Artes de Cuenca, aunque reside en Madrid. Pero Javier Vallhonrat comenzó a ‘escalar’ verdaderamente de lleno en su pasión cuando conoció el glaciar más bonito del sur de Europa: La Maladeta. Fue amor al primer disparo. Allí, ha hecho de su arte, la fotografía, pura experiencia en vivo. Y de estas huellas y sensaciones tan marcadas vino a hablar este jueves a la Sede Ciudad de Alicante. Antes, nos concedió una entrevista.
- ‘Huellas, depósitos, sedimentos’, título de tu conferencia: ¿bajo qué pretexto?
- Es una ruptura con la idea extendida de que la fotografía es un tema de instantes. En la cultura de lo instantáneo y espectacular en la que estamos sumergidos, me interesa mostrar otras maneras de trabajar desde la fotografía que, en mi caso, sería más un interfaz, que abre la puerta a un proceso. En este, se recogen huellas de otras experiencias, sedimentos de otros artistas…La fotografía sería un depósito de todo esto, que nos habla más de una mirada más lenta, más de sedimentación, y menos de instantaneidad y de espectacularidad.
- Esto de manera paralela con tu exposición en Madrid.
- Sí. Se titula ‘La sombra incisa’ y está a punto de clausurarse. Fue la exposición inaugural de PHotoEspaña 2019, la inauguré en la sede, en el pabellón Villanueva del jardín botánico de Madrid y es el resultado de tres años de trabajo en el glaciar de La Maladeta, el más bello de la Europa meridional, descontando los Alpes y los glaciares de Noruega, etc. Es el mejor conservado. Ahora he estado trabajando tres años; anteriormente, estuve seis. Llevo nueve subiendo a ese glaciar. Está situado a 3.000 metros de altura. Fue el primer glaciar en ser fotografiado de la historia de la Humanidad. Es así porque está en un enclave particular, frontera con Francia, donde, un pionero de la fotografía, en 1853, Joseph Vigier, un joven noble francés, ascendió a este glaciar y se encontró este lugar deslumbrante, haciendo una fotografía emblemática. Una imagen que me dejó huella, a partir de la cual comencé a trabajar, siguiendo con este juego de palabras de mi conferencia.
- Siendo un fotógrafo que está continuamente en contacto con la realidad de esta disciplina. ¿Cómo valoras su estado en la actualidad?
- La fotografía vive tiempos convulsos, y a la vez, interesantes. En primer lugar, nos vemos ‘arrastrados’ por este flujo imparable de imágenes que nos desbordan en su cantidad, por los medios de comunicación e Internet. Los chicos que hacen fotos, yo estoy en contacto con mucha gente joven, observan este contraste con mi generación, en la que escaseaban las fuentes de información. Para muchos de ellos, es muy difícil sustraerse de la avalancha de información; esto genera distorsión, mucho ruido. Al mismo tiempo, los que resisten a este tsunami de imágenes tienen oportunidades increíbles; frente a este estímulo, algunos tienen unas posibilidades de reflexionar acerca de estos fenómenos que son fabulosas. Esto está generando un núcleo de jóvenes, de menos de cuarenta y cinco años, muy interesante, de artistas que se dedican a la fotografía.
- Como profesor. ¿Cuál crees que es el compromiso de la fotografía de cara al futuro?
- Hacernos reflexionar acerca de lo invisible, esa es una de las cosas, des-ocultar. Pero, sobre todo, es poner luz en cómo nosotros fabricamos ideas acerca de la realidad. Nosotros somos quienes la inventamos, poniendo el foco, y el lenguaje, de formas determinadas, concretas, por decirlo así, generamos realidad, una manera de pensarla y sentirla. El artista tiene una capacidad de utilizar el lenguaje de una manera mucho más libre, más poética, densa, menos sujeta a la literalidad, y esto abre puertas a otros modos de experiencia. Ensancha la manera de vivir la realidad. Esta es la responsabilidad del artista. ‘Realidad’, sin la contribución del artista, sería demasiado chata, demasiado plana.
- Como Premio Nacional de Fotografía en 1995. ¿Te ha supuesto un antes y un después? Ha llovido desde entonces.
- El premio nacional me lo encontré. No quiero quitarle la importancia que tiene, que por supuesto la tuvo, por supuesto, pero, más que nada, porque supone un empujón en la espalda para seguir trabajando con más ánimo y fuerza. Yo era muy joven y sabía que esto iba a ser un camino muy largo, muy a largo plazo, y que uno necesita este tipo de reconocimientos. No siempre es fácil. Estaré siempre agradecido, claro que sí. Creo que la responsabilidad…Vino antes, la tenía asumida, por eso llegó el premio. Fue la consecuencia de que mi trabajo iba adquiriendo consistencia. Y por ahí continúo.
- A un cierto punto de tu trayectoria, decides alejarte de la fotografía de moda.
- Al principio de mi carrera, hice Bellas Artes, y me encontré con un éxito internacional muy inesperado, con veintinueve años. Me llamaron diseñadores como Christian Lacroix o John Galliano, entre otros, que no me esperaba, y tuve unos años con colaboraciones privilegiadas, con unos márgenes de libertad increíbles. Pero esta excitación llegó un momento en que, primero, se agotaba; segundo, me desviaba demasiado de lo que yo quería hacer; y, tercero, pensé que no se me había perdido nada en ese mundo. A nivel personal me costaba mucho vivir esa excitación, desafío, constante, porque es un mundo tremendamente competitivo.
- Tu conferencia en la sede Ciudad de Alicante ha sido en el contexto de la muestra de Cayetano Ferrández “Discontinua”, que pudo verse en el MUA de enero a marzo comisariada por Enric Mira.
- Tengo con Cayetano una relación de muchísimos años, treinta, yo creo. Hemos compartido muchas discusiones acerca de fotografía. He seguido con mucho interés su evolución, sobre todo, el trabajo que ha hecho con el espacio escenográfico y la representación del cuerpo humano, rozando lo teatral, lo absurdo y lo inquietante. En esta última exposición ha dado una vuelta más a esta espiral de crecimiento. Su manera de trabajar en esta frontera entre tantos ámbitos, me resulta sumamente interesante.
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