Reza el artículo 10 de Real Decreto 465/2020 que se suspende la apertura al público de los locales y establecimientos minoristas... ¿Todos? ¡No! Los mercados municipales, atendidos por irreductibles comerciantes, resisten, todavía y como siempre, a la invasión
Por la megafonía del Mercado Central suena No controles de Olé Olé (“No controles mis vestidos/no controles mis sentidos/No controles mis vestidos /no controles mis sentidos”). Irónico. Los pocos clientes que hay van ataviados con mascarillas y guantes. Para la canción y una voz femenina les recuerda a todos los vendedores que «tienen a su disposición el manual de instrucciones para actualizar la web y el justificante de desplazamiento para los trabajadores que lo necesiten». Primeros días del estado de alarma declarado por la situación de crisis sanitaria del COVID-19. Horror en el hipermercado de Alaska y Los Pegamoides.
La vida comercial de la ciudad está suspendida en la incertidumbre, las medidas de contención afectan prácticamente a todos los negocios con venta al público. Se exceptúan los establecimientos minoristas de alimentación, bebidas, productos y bienes de primera necesidad. En esta categoría se encuentran los mercados municipales, dentro de ellos –siempre que sean de alimentación– rige el criterio personal para abrir o no. Paco Vicent es una de esas verdulerías que sigue atendiendo al público con una sonrisa –detrás de la mascarilla–. «Esta situación nos va a llevar a pérdidas de producto y de ganancias, pero mientras no haya costes de vida, que es lo importante, esto es llevadero». En la parada 165 el producto es de su propia huerta, en la que siguen faenando: «Trabajamos pero lo mínimo. O sea, si haces de normal 13-14 horas, pues ahora hacemos 6 como mucho. Seguimos trabajando para el futuro, para la próxima temporada. El agricultor es una hormiga».
Rafa Valls del takeaway Uno traslada un mensaje: «Con esta situación la gente ha dejado de venir al mercado. Se hacen colas en los supermercados pero aquí no, no ha llegado ese punto de histeria. Pero aquí estamos. Si alguien quiere una ensalada en vez de irse a comprar una de supermercado… aquí estamos, para dar servicio. De hecho esta mañana una clienta me ha dicho que no tenía claro que el mercado abriera. Me resulta paradójico que la gente tenga clarísimo que un Mercadona, un Consum etc. van a estar abiertos y nosotros no». Carmen, Laura, Mercedes y Rafa siguen al pie del cañón, hasta lo que se pueda. «No sé lo que aguantaremos abiertos estos días, los obradores con los que trabajo están cerrados, voy haciendo lo que puedo». Ganas no le faltan, gel antiséptico tampoco.
Desde la dirección del mercado más grande de València han facilitado protocolos de higiene y prevención, además de inyectar más combustible en el servicio de entrega a domicilio. «En la Junta se lo están tomando de una manera brutal. Creo que prácticamente no se puede hacer mejor. Es una pasada como están trabajando, día y noche, a todas horas. El sistema de envío está funcionando perfectamente. Hay una compenetración que flipas. Animo a la gente a comprar con el servicio a domicilio si no quieren moverse, porque los productos que tienen aquí no los van a encontrar en ningún lado». Habla Martina Requena de Retrogusto Coffeemates, que por imperativo legal tiene cerrada la cafetería pero a la que hoy ha acudido para purgar la máquina de café –ese prodigio de la técnica que tira unos espresso que lo curan todo– y comprobar que todo esté en orden.
Un no parar de pedidos entran en Carnes Palanca, un vaivén de bolsas cerradas y etiquetadas salen para su envío. Después de esperar unos cinco minutos observando la cornucopia cárnica, sale de detrás del mostrador Natalia Estellés Palanca: «Intentamos llevar la situación como podemos. De momento estamos desbordados pero aguantamos. Me gustaría invitar a la sociedad a que piense, que no nos debemos volver locos, si desabastecemos las tiendas nosotros no podemos atender a la gente que de verdad lo necesita. Hay que comprar más organizado». Pese a todo, los cinco carniceros sonríen y se afanan para cortar chuletas y filetes. «El género está asegurado. Lo único que puede pasar es que el capricho concreto no lo puedas tener. Al final es alimentarnos, alimentarnos lo mejor que podamos. Que eso se puede hacer porque la calidad está. En resumen, que racionalicen sus compras y que compren con conocimiento porque a lo mejor lo que te estás llevando le hace falta a otra persona».
En la charcutería de Carlos Calvé hay una bolsa expuesta de la campaña Proud to Buy Local de apoyo al comercio de proximidad. También hay jamón y queso. Necesitamos mucho jamón y queso –y bobal, garnacha, tempranillo, monastrell, un sacacorchos, copas, paciencia– para pasar la cuarentena. A unos metros está Mercat Divi, la tienda de vinos de José Vera. «Yo creo que hay que abrir mientras uno esté sano. Tengo una serie de clientes que viven por aquí o que viene comprar habitualmente y tienen todo el derecho a que les siga suministrando».
Juan Carlos Navarro Castelló es el presidente del Mercado de Rojas Clemente y dueño de de Carnes Selectas Navarro. Él coordina con una pequeña empresa externa el servicio de bici reparto, el sistema de delivery de este mercado de barrio que prescinde de los vehículos a motor. «Veo la situación complicada, no se sabe cuánto va a durar. Mientras tomamos medidas para intentar educar a la gente en esta nueva situación. Cogemos pedidos por WhatsApp, hemos puesto marcas en el suelo para que se respeten las distancias, usamos máscaras y guantes y aplicamos el sentido común».
Manuela de Sabores Griegos tiene el puesto abierto. Con su feta y sus kalamatas se puede viajar a Atenas hasta que se vuelvan a abrir las fronteras. «La situación está muy tranquila, vienen nuestros clientes habituales. Tenemos el servicio exactamente igual y hacemos entrega a domicilio. Vamos a tener menos ingresos y sin ayuda, porque no hemos cerrado. Pero bueno, seguimos ofreciendo nuestra mejor sonrisa y esperando que esto pase lo antes posible».
«Un beso, reina». ¿A que en el supermercado no os despiden así?