VALÈNCIA. Barro, coches amontonados y calles intransitables. Así despertaban hace a penas tres semanas algunos municipios de las comarcas de la Ribera Alta y la Ribera Baja tras el intenso episodio de lluvias torrenciales que descargó en la zona. La jornada dejó cifras muy elevadas de precipitaciones que superaban los 400 litros por metro cuadrado en Benifaió o Sueca. Con el paso de los días y el trabajo de las administraciones y los servicios de emergencias y limpieza, la normalidad vuelve a las casas. Sin embargo, no se trata de un episodio aislado; más bien de una tendencia que se acentúa e intensifica como consecuencia del cambio climático.
Pasada la tormenta, los ayuntamientos, los particulares y las empresas están inmersos en la solicitud de ayudas para hacer frente a los daños ocasionados. Eso sí, con la mente en las lluvias de enero, cuando Gloria dejó un escenario similar, y la mirada en el cielo ante el temor de nuevas precipitaciones. Algunos municipios como Benifaió, Alberic o Sueca han llegado a solicitar la declaración de zona catastrófica debido a los daños producidos. Otros como Almussafes, además, han expresado a la Generalitat Valenciana algunas reivindicaciones para evitar más daños en el futuro, aunque las necesidades reales de la comarca van más allá.
“Las ayudas son necesarias para reparar los daños materiales y económicos, pero estos episodios son cada vez más frecuentes. En poco tiempo hemos tenido muchos. No nos puede pillar siempre desprevenidos”, alerta Txema Peláez, presidente de la Mancomunitat de la Ribera Alta. “Aquí ya llueve sobre mojado, y siempre ocurre en los mismos lugares y con los mismos problemas”, añade. Ivan Portugués, doctor en Geografía y especialista en el estudio de sistemas fluviales y sus transformaciones, señala que existen dos tipos de lluvias torrenciales en la comarca: “Hay fenómenos meteorológicos de carácter litoral en los que llueve mucho en poco tiempo y las precipitaciones caen in situ”, explica en relación con los ocurridos en la Ribera. “Y existen otros temporales que se adentran en la parte montañosa con menor intensidad, pero más persistentes que hace que se acumule el agua y se produzcan desbordamientos, como en 1982”, complementa.
En el caso de las lluvias ocurridas a principios de noviembre en las comarcas de la Ribera Alta y la Ribera Baixa, los efectos se dejaron sentir en los núcleos urbanos. “No tenemos las ciudades preparadas para estos episodios. Carecemos de sistemas de captación y gestión de agua pluvial adaptados al tipo de lluvia”, asegura Jorge Olcina, catedrático de Análisis Geográfico Regional en la Universidad de Alicante. Ante este escenario, el experto plantea la implantación de sistemas de drenaje sostenibles: red de alcantarillados capaz de asumir hasta 100 litros a la hora, construcción de depósitos pluviales -grandes balsas de aguas subterráneas- en zonas estratégicas, o parques urbanos inundables como el de La Marjal, en Alicante. “En definitiva, infraestructuras ‘blandas’, en lugar de obras de presas y encauzamientos de ríos”, apunta.
Desde la pantanada de Tous, sin embargo, se han realizado tres planes de defensa. El primero en el que se apostó por infraestructuras duras como la construcción de las presas de Bellús, de Tous y de Escalona, otro en el año 2000 y, más recientemente, el impulso del Plan de Gestión del Riesgo de Inundación en la Cuenca del Xúquer en 2016. A principios de noviembre, precisamente, el Ministerio licitó un estudio de las alternativas para reducir estos riesgos en la comarca. “Estos tres planes de defensa juegan con unos presupuestos muy elevados porque plantean obras duras que son muy costosas”, señala Portugués, aunque reconoce que la última actuación “plantea cosas novedosas como la recuperación de los espacios fluviales”. “En la Ribera, tal como hemos hecho en la Vega Baja, se debería hacer infraestructuras blandas urbanas como la adaptación del alcantarillado”, defiende Olcina.
Para Portugués la clave se encuentra en la adaptación de los territorios al clima y señala que, desde un punto de vista geográfico, la solución podría ser “una mejor ordenación del territorio no ocupando espacios fluviales y respetando las zonas inundables”. “Los crecimientos urbanísticos han hecho que los pueblos estén cada vez más expuestos”, sostiene Portugués, quién argumenta que “no ha habido un amento tan significativo de la torrencialidad de las lluvias, sino un incremento de la vulnerabilidad y la exposición al riego de los municipios”. Un ejemplo de reversión de estas prácticas es el barrio de Canterería de Ontinyet, junto al río Clariano, sus viviendas fueron compradas por el consistorio para convertirse en un parque inundable. “Este es uno de los mejores ejemplos de buena gestión innovadora de los espacios fluviales. El barrio de les Basses o el barrio de Venecia en Alzira son ejemplos de zonas habitadas con una alta peligrosidad que quizás no tendrían que estar ahí”, advierte.
A este escenario, se le suma la impermeabilización de suelo, que al estar pavimentado o cementado impide que se filtre y se queda sobre las superficies. En el caso de la Ribera, también influye la interrupción de los sistemas de drenajes naturales. “La comarca está formada por pequeñas barrancadas y un complejo entramado de acequias que permiten que el agua circule”, expone, aunque lamenta: “La construcción de ciertas infraestructuras hace que se interrumpa o se reorganicen estos canales”.
La existencia de estas zonas vulnerables ha provocado que los episodios intensos de lluvias torrenciales impacten en el núcleo urbano de la capital de la Ribera Alta, quién tiene siempre en la memoria la pantanada de 1982. “Cuando se nos desbordan algunos barrancos, se inunda un tercio de nuestra población y, alrededor de 10.000 personas se ven afectadas”, lamenta Diego Gómez, alcalde de la ciudad, quien exige un plan de la cuenca del Xúquer que facilite la evacuación del río y un control de su caudal a través de la mejora de su vegetación y de su limpieza.
“La problemática de los barrancos es una de las cuestiones más complicadas de resolver”, asegura. “La mayoría de ellos se han visto modificados de su recorrido natural porque se han hecho infraestructuras urbanísticas o transformaciones agrarias que han hecho desaparecer los bancales de alrededor y ponen en peligro a las propias poblaciones”, analiza, así como indica que otras poblaciones de la comarca, como ahora Algemesí, Carcaixent y, en especial, Benifaió padecen este problema hídrico.
El ayuntamiento, a raíz de la frecuencia de estas lluvias torrenciales en la comarca, ha calculado el coste de las actuaciones necesarias para interceptar los barrancos y llevarlos por un canal en la zona de seguridad del Xúquer. Según las estimaciones del consistorio, rondarían los 2 millones de euros. “Después de un temporal como este nos enfocamos mucho en la inmediatez, en obtener ayudas, acondicionar caminos, o limpiar la ciudad, pero hay que mirar a largo plazo. Merece la pena hacer una infraestructura, aunque sea más costosa, si a la larga permite tener menos daños”, argumenta el primer edil, así como critica “la insuficiencia” de inversiones por parte de la Condeferació Hidrogràfica del Xúquer, una entidad que a fecha de cierre de este reportaje no ha contestado a las preguntas trasladadas.
Uno de los principales escollos para desarrollar las infraestructuras ha sido la financiación, ya que su coste hace imposible que puedan ser asumidas por los maltrechos presupuestos municipales. Sin embargo, la postura actual de la Unión Europea abre una ventana de oportunidad para sufragar las actuaciones blandas exigidas.
“Tenemos una oportunidad muy importante gracias a los fondos europeos para la reconstrucción. Si el problema que había en la hora de afrontar estas inversiones es que tenían un coste muy elevado, debemos aprovechar este escenario presentado un proyecto global, serio, científico y que garantice el mínimo impacto”, propone Peláez. “Si todos los años las administraciones debemos dar ayudas a los particulares, a las empresas, y a los agricultores, quizás el coste de las inversiones para prevenir estos desperfectos nos salgan rentable”, justifica.
Al maná de los fondos provenientes de Europa, se sumarían fórmulas de colaboración pública-privada. Alicante, de hecho, ha sido un ejemplo con la construcción del depósito fluvial y del parque inundable a través de un ejercicio de colaboración entre la compañía del agua y las administraciones públicas. “Si capturan agua de lluvia que luego pueden depurar y utilizar, pueden sacar una rentabilidad”, asegura Olcina. Son las diferentes vías para evitar que los vecinos de los municipios de la Ribera Baixa y la Ribera Alta tiemblen cuando oigan rugir el cielo.
El pasado domingo se cumplieron tres cuartos de siglo de la mañana en que Castelló descubrió las trágicas consecuencias de una tromba de agua que la víspera anegó los barrios del norte de la ciudad, en una jornada que dejó al menos 12 víctimas mortales, la gran mayoría de corta edad. La catástrofe marcó a toda una generación de castellonenses