De Instagram a las galerías, la historia del diseñador que descontextualiza los edificios valencianos mostrando una ciudad utópica, revalorizando el poder de las arquitecturas sin ruido
Hay un hombre en Valencia que lo limpia todo. En concreto las fachadas de los edificios de su caos proverbial. Lo hace digitalmente y su obra artística se ha convertido a través de Instagram y de las galerías en un ejercicio de revisión de las ciudades, sobre todo de ésta. Esplendor para arquitecturas que resaltan y se dignifican exentas del ruido.
Su nombre es Javi Corral y comenzó, como las buenas cosas, curioseando y palpando fachada tras fachada. La irrealidad de sus imágenes retocadas se alía con la hiperrealidad de las extremidades constructivas que fotografía. El resultado es una ciudad utópica, idílica. No se sabe muy bien si más cercana al progreso o por el contrario puramente desnaturalizada. Las fotos de Corral buscan la respuesta.
El diseñador valenciano comenzó empapándose de la obra del fotógrafo alemán Michael Wolf sobre la arquitectura de la densidad en ciudades asiáticas. “Hasta ese momento, jamás pensé que algo tan habitual como las fachadas de los edificios pudieran llegar a emocionar y hacer reflexionar”. Quiso recoger el guante y mirar de la misma forma a su ciudad. “València no es Hong Kong, pero posee una riqueza arquitectónica y una luz que jamás tendrán allí”.
Su primera prueba fue con una ventana discreta del Col·legi Públic Jaume Balmes, en el Carrer del Mestre Aguilar, muy cerca del Mercat de Russafa. Desapercibida en su rutina, de repente tomó una dimensión desconocida. “Incrustada en la inmensidad”, comentó un usuario de Instagram a su foto.
Javi Corral: Un buen amigo arquitecto siempre me dice que soy un magnífico limpiador de fachadas, que muchas comunidades de vecinos me contratarían, jajajaja. No, ahora en serio. Creo que el nombre de la exposición de las pasadas navidades resume concisamente este proyecto: Cleantecture. Palabra inventada que surge a partir del adjetivo inglés “clean” (limpio) y el sustantivo “architecture” (arquitectura). Algo así como limpiar fragmentos de arquitectura. Lo interesante es lo que provoca este proceso. Prestas atención a detalles de edificios que has visto mil veces y en los que jamás has reparado.
Javi Corral: En una misma acera encuentras edificios de varias épocas y esta integración no siempre resulta armónica a los ojos del viandante. Puedes encontrar terribles moles de hormigón de los años 70-80 junto a edificios del siglo XIX que no aciertas a entender cómo se dejaron construir. Algo que me gusta mucho de València es cómo cambia la edificación según los barrios. El Carme, Russafa, el Cabanyal, el Ensanche… cada barrio tiene sus peculiaridades, marcadas por la fecha en la que esos barrios fueron creados, como testigos mudos del crecimiento de la ciudad. Por desgracia, lo que más me llama la atención respecto a otras ciudades, es el caos urbanístico y visual a nivel de la calle. Las plantas bajas de los edificios ocupadas por negocios privados con sus caóticos reclamos luminosos, la proliferación de mobiliario urbano de dudoso gusto, la descuidada señalización de las calles, que no se hayan enterrado bajo el asfalto los contenedores de basura como sucede en otras ciudades, los cables por el exterior de las fachadas o atravesando las calles de parte a parte… ninguno de estos factores ayuda a que veamos València en su máximo esplendor. Hay mucho trabajo que hacer en este sentido. Mucho tenemos que observar y aprender, urbanísticamente hablando, de ciudades como Burgos o Barcelona.
Corral tiene una debilidad en el objetivo de su cámara: la escuela racionalista valenciana. Tal vez porque sus integrantes son los que le ponen más fácil la tarea de limpieza y descontextualización. “Los edificios creados por arquitectos como Javier Goerlich, Vicente Valls Gadea, Cayetano Borso di Carminati, Luís Albert… allá por los años 30. ¿Por qué me gustan? Fue una corriente crítica con la arquitectura que se estaba haciendo en la ciudad. Construyeron edificios bellos y estilizados, con armónicos y sencillos detalles constructivos, pero economizando y racionalizando los costes. Consiguieron materializar en sus edificios la máxima del menos es más sin renunciar a la belleza. Algo que, desgraciadamente, no tuvo continuidad en la arquitectura del Régimen que vendría en los siguientes años y que aparecería en las distintas ampliaciones de la ciudad, en barrios obreros alejados del centro. Pero incluso estos edificios generalmente feos, me resultan interesantes a la hora de aislarlos. Al estar menos cuidados, evidencian más claramente la huella que sus habitantes y el tiempo van dejando sobre sus fachadas”.
Bajo el marchamo de este arte from Instagram la Galería 9 de València expuso y vende sus obras. “Lo que más me sorprendió fue ver las fachadas impresas a 90x70 cm sobre papel de algodón totalmente mate, cuya textura se asemeja tanto a la pintura original de las fachadas”. Realidad y proyección virtual en rocambolesca comunión. Aunque fue el propio Instagram quien vio primero las posibilidades mundiales de la descontextualización de edificios valencianos. “Desde sus oficinas centrales me enviaron un correo comunicándome que habían elegido una de mis fotos para promocionar una nueva utilidad de la aplicación que iban a empezar a implementar para EEUU. Por supuesto, me pagaron la imagen y fue la primera foto que vendí”. Hace pocas semanas un aficionado al arte le encargó un detalle de la fachada del edificio en el que vive para su colección particular.
Como el observador diferencial de la ciutat que es, le propongo un top 3 con doble cara.
“El Teatro Rialto, de Cayetano Borso di Carminati (1931); el Edificio Alonso en la esquina del Carrer Xàtiva con Sant Vicent, de Luís Albert (1935); y el Edificio Moroder, en la Plaça de Tetuán, de Miguel Fisac (1965)”.
“Me resulta muy difícil elegir los más feos, ¡hay tantos! Es un gran sinsentido la mole de hormigón que se levanta justo frente a l’Eglesia dels Sants Joans, que da a la Plaça de la Ciutat de Burgos y a la Plaça de Joan de Vila-rasa. Y, en general, casi toda la arquitectura residencial desde los 70 a nuestros días. No me gusta nada el uso y abuso que se ha hecho del ladrillo caravista como acabado. Me gustaría entender por qué se dejaron de lado las pautas marcadas por los arquitectos racionalistas. Con Calatrava y su Ciudad de las Artes, mejor me callo. No entiendo que desde la Administración se haya invertido tanto dinero en conseguir un icono para la ciudad que nos representa tan poco.
Es la falla eterna, parece pensada para que los turistas puedan ver alguna falla en Valencia aunque no estemos en marzo. De aparente exterior de cartón piedra para la foto y hueco interior, deviene en perfecto paradigma de valencianía. El tercer edificio horrible digno de mención es el Estadio de Mestalla. Creo que una ciudad como València no merece tener un estadio a medio acabar en la Avinguda de Les Corts Valencianes y esa mole horrible de cemento pegada a Blasco Ibáñez”.
Corral, limpiador de fachadas, continúa fotografiando. Encontrando su sentido a aquello hermoso y a aquello que no lo es. Desconoce qué seguirá mirando en el futuro. “Sé qué hago hoy, pero no sé qué va a llamar mi atención mañana”.