LA PUNTA, VALÈNCIA. Cualquiera diría que Alejandro del Toro ha sido agricultor desde la más tierna infancia, a la vista de cómo se maneja con la azada, que lanza entre los caballones, hunde en la humedad del suelo y eleva al impasible cielo de València, descubriendo la humilde ofrenda de la tierra: una patata de su cosecha. Ahora nos encontramos en La Punta, última frontera de la ciudad. Aquí es donde el popular cocinero valenciano, de cuarta generación hostelera, y que ha conseguido todo lo deseable en el panorama urbano de la gastronomía, disemina las nuevas semillas de su futuro profesional. Un estirón de raíces para llegar todavía más alto, o por lo menos más adentro, porque las condecoraciones cada vez le interesan menos. El mimo con el que está cultivando cada uno de los productos de su huerto -alcachofas, zanahorias, tomates, coles, fresas- es una analogía del cuidado que se trae para anunciar las novedades que pronto, muy pronto, conoceremos todos. Pero hoy contaremos hasta donde se pueda.
No tenemos prisa. La cosecha siempre es mejor conforme respetemos los ciclos de la tierra, que habla bajito, pero con sabiduría. Así que vamos a pasear por la huerta.