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Alodia Clemente: "Nadie critica una librería especializada en viajes, pero sí una centrada en las mujeres"

27/05/2018 - 

VALÈNCIA. El 16 de octubre de 1847 la editorial Smith, Elder & Co. publicaba por primera vez Jane Eyre, obra que se convertiría casi de inmediato en un éxito entre la sociedad británica. Sin embargo, su autora, Charlotte Brontë (de las Brontë de toda la vida), no se había atrevido a firmar el texto con su auténtico nombre, sino que optó por el pseudónimo masculino Currer Bell. En esa época de enaguas, cajitas de rapé e inmensas dosis de decoro, resultaba inaudito que una señorita respetable dedicara su tiempo a escribir novelas en lugar de entregarse hacendosamente al punto de cruz. Varias décadas después, Virginia Woolf lanzaba Una habitación propia, ensayo en el que defendía que las mujeres que desearan crear ficción debían contar con cierta independencia económica y personal (el cuarto propio y 500 libras al año, en concreto), dos condiciones no demasiado comunes para las féminas de comienzos del siglo XX.

Sirvan estas dos breves pinceladas para recordar la sucesión de silencios y escollos que han plagado la historia de la literatura escrita por mujeres. En 2015, Alodia Clemente (València, 1981) decidió que era el momento de reivindicar a las creadoras pasadas y presentes. Así nació La Rossa, una librería especializada en autoras femeninas; la única de toda la Comunitat Valenciana tras el cierre de Sal de Casa en 1995 y una de las siete que pueblan el Estado.

Ubicada en pleno barrio de Benimaclet, La Rossa constituye un espacio ajeno a las reglas del mundo exterior: allí Virgine Despentes es mainstream, la Americanah de Chimamanda Ngozi Adichie se vende como churros y en sus estantes se dan cita Clarice Lispector, Margaret Atwood o Milena Busquets. El propio nombre del negocio (La Rubia en castellano) es un homenaje a una escritora, Dorothy Parker, y a su relato Una rubia imponente. 

-Nadie se levanta un día cualquiera y decide abrir una librería por azar, ¿qué te ha traído hasta aquí?
-Hay quienes, cuando están estudiando en la facultad, siempre dicen “algún día me montaré un chiringuito en la playa”. Pues, en mi caso, yo decía que quería poner en marcha una librería. Y al final, tras diez años trabajando en otros sectores, logré dar el paso y subir la persiana. 

-Según la Federación de Gremios de Editores de España, cerca del 40% de la población no incluye nunca la lectura entre sus planes de ocio, ¿ser librera se ha convertido en un empleo de riesgo?
-Creo que en esta vida hay que ser valiente y, si te lanzas a la piscina, hacerlo con un proyecto que te guste. Gestionar un negocio, ya sea una librería o una tienda de ropa, exige echarle horas y esfuerzo, se convierte en una parte de ti. Es imposible que funcione si no estás implicada al máximo y le estás entregando una parte de tu vida no va a funcionar. Tienes que darle lo mejor de ti o es imposible que salga adelante, incluso aunque abras una franquicia muy exitosa.

¿Y por qué especializada en mujeres?
-El germen de la idea surgió cuando estaba viviendo en Francia. Veía que en el metro las que más leían eras las mujeres y, además, leían a autoras, a otras mujeres. Pero existía también cierta contradicción, porque la mayoría de anuncios sobre nuevos títulos publicados correspondían a escritores, a hombres. Empecé a hacer un poco de investigación y descubrí que, además, las que más vendían cada año eran mujeres, sin embargo, quienes recibían la atención mediática y salían en los reportajes especializados eran ellos.

-¿Cómo es posible acabar con este desequilibrio?
-Creo que ya está en marcha un movimiento de reversión: la sociedad cada vez siente más interés por leer a autoras y las editoriales también están apostando por ellas, pues se dan cuenta de que son propuestas exitosas.  Además, no solamente hay ganas de conocer a escritoras nuevas, sino también de acercarse a las clásicas. Un buen ejemplo de ello es la iniciativa que busca dar a conocer a Las Sinsombrero, las integrantes femeninas de la Generación del 27.

-Parafraseando a Woolf, en muchas ocasiones ‘Anónimo’ ha sido una mujer…
-Sí, muchas no pudieron o no se atrevieron a publicar con su propio nombre. Algunas optaron por el anonimato y otras por el pseudónimo masculino. Hay un grupo feminista muy gracioso que se llama Georgette Sand en honor a George Sand, el sobrenombre utilizado por Amandine Aurore Lucile Dupin.

En esta línea, creo que es muy importante que se reediten las obras de escritoras que quizás han caído un poco en el olvido. Por ejemplo, acaba de volver a publicarse El mundo resplandeciente de Margaret Cavendish, que vio la luz por primera vez en 1666 y es considerada una precursora de la ciencia ficción. Es importante que las nuevas generaciones tengan referentes de literatura escrita por mujeres y que este proceso empiece desde la infancia. A mí una de las novelistas que más me marcaron cuando era adolescente fue Zoe Valdés, que me hizo descubrir a las autoras latinoamericanas que cultivaban el realismo mágico.

-De hecho, durante mucho tiempo se intentó relegar a las escritoras a una literatura edulcorada y frívola, alejada de los temas trascendentales que tocaban sus homólogos masculinos. ¿Hemos superado esa etapa? 
-Creo que sí, que se está demostrando que las mujeres pueden escribir sobre cualquier tema, desde abordar cuestiones tan terribles como la violación o el incesto hasta publicar novelas de vaqueros. Pero es cierto que hasta hace poco estaba muy difundida la idea de que la mayoría de escritoras se limitaban a crear novelas románticas, que todas eran Corín Tellado. Se pensaba que un texto firmado por un hombre iba a ser más serio, iba a contener un mensaje más lapidario…chorradas.

En cualquier caso, es muy curioso cómo cambia la mirada cuando la creación se realiza desde una perspectiva femenina. Tengo un cliente que ahora está leyendo solamente a mujeres y dice que cree que narran con más verdad. Al fin y al cabo, un personaje femenino retratado por un hombre termina siendo un reflejo de la idea que ellos tienen de nosotras.

-¿Qué criterios sigues a la hora de seleccionar el catálogo? Porque también habrá literatura escrita por mujeres que sea pésima…
-Mis clientas son las que hacen la librería, son las que eligen y consiguen que este espacio sea especial y distinto. Un ejemplo claro es lo que ha pasado con la poesía: cuando abrí algún conocido me decía que iba a ser muy difícil vender ese género, pero a mí me compran muchísimo a autoras como Alfonsina Storni…También tienen muchísimo éxito los ensayos de género y los textos sobre feminismos de los márgenes, feminismos negros…Mi clientela está muy interesada en ese tipo de publicaciones, todos los días me piden ensayos, así que procuro estar a la última y recopilar todas las novedades al respecto. Dos libros que se están vendiendo muchísimo, y se salen de los típicos cánones occidentales, son La filla estrangera y Madre de leche y miel, ambos de Najat El Hachmi, en los que habla del feminismo marroquí y las mujeres migrantes.

-¿Has recibido críticas por regentar un espacio dedicado en exclusiva a las autoras femeninas? ¿Te han espetado el clásico ‘¿y qué pasa con los hombres?’?
-Sí, pero siempre les digo que soy la única especializada en mujeres de toda la Comunitat Valenciana. Tienen más de mil librerías a su disposición, ¿por qué tiene que venir a la mía si no les gusta? A nadie le importa que la librería Patagonia esté especializada en viajes, no les recriminan su temática, ¿entonces por qué a mí sí? Pero bueno, intento tomármelo con humor y me digo a mí misma eso de ‘ladran, luego cabalgamos’.

-Desde que abriste La Rossa hasta ahora, ¿qué evolución has visto respecto al movimiento feminista?
-Veo que cada vez hay más gente joven comprometida y concienciada, eso me parece muy bonito. Cada día en la librería recibo a chicas y chicos que echan un vistazo, preguntan… Algunos, al ser estudiantes, tienen poco presupuesto y, quizás, en vez de llevarse un libro se llevan un fanzine de tres euros, pero se nota que es un tema que les interesa. Además, ahora que tanto dicen que nadie compra libros en papel y que nadie lee, creo que la juventud es el último bastión de esperanza.

-En alguna ocasión, has comentado que comprar en el comercio local en pleno siglo XXI se ha convertido en un acto de militancia. 
-Sí, sí, es militancia total. De hecho, actualmente, cualquier acto que realicemos acaba siendo un acto de militancia. En el caso de esta librería, además, hay que tener en cuenta que el feminismo ha establecido muchas redes de cooperación. Por ejemplo, cuando las chicas de la revista Píkara vienen a València a presentar sus anuarios en papel, me llaman para ver si pueden hacerlo en mi local. Algunas autoras también se interesan en presentar aquí sus libros u organizar actos.

Por otra parte, el público que va a las librerías es un tipo de cliente muy especial, que valora la cercanía, el trato personal. A pesar de tener a un simple clic cualquier libro, prefieren vivir la experiencia de ir al local, tocar los libros, hablar con la librera…Además, con la irrupción del libro electrónico, muchos consideran que a los ejemplares en papel como objetos de culto: buscan ediciones especiales, bonitas, con una encuadernación cuidada y si puede ser con ilustraciones.

-Como has indicado antes, los listados oficiales suelen dejar fuera a gran parte de las autoras femeninas, recomiéndanos a unas cuantas obras con las que ir más allá del canon literario.
-La trilogía Vernon Subutex, de Virginie Despentes; Amor fou, de Marta Sanz y A la Deriva, de Penélope Fitgerald son opciones más que interesantes. También las memorias de Concha Méndez y Un paseo por la vida de Simone de Beauvoir, escrito por Carmen G. de la Cueva. De todas formas, yo animo a todo el mundo a visitar las librerías, explorar y ver qué encuentran que les llame la atención.

 

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